-Cuando yo uso una palabra -dijo
Humpty Dumpty- esa palabra significa exactamente lo que yo decidí que
signifique, ni más ni menos.
-El asunto es -dijo Alicia- si se
puede hacer que las palabras signifiquen cosas tan distintas.
-El asunto -replicó Humpty Dumpty-
es el saber quién manda. Eso es todo.
Lewis Carroll, Alicia a
través del espejo.
Juan Preciado
Quien
habla feo, piensa feo, quien habla absurdos, piensa absurdo. Esto lo saben muy
bien mis amigos escritores. Aunque parece obvio, no es algo que se recuerde
cuando se intenta hacer un análisis de las diversas situaciones que nos toca
vivir o de las noticias que recibimos a diario. Por ejemplo, ¿qué tiene dentro
de la cabeza aquel que mata a lo tonto –por usar palabras dignas de su
investidura- algo tan bello como un elefante? Porque, el reyecito no se va a
comer al elefante, ni él ni su tribu, ¿o si? Si alguien siente placer o
cualquier otro tipo de retribución anímica matando o destruyendo algo hermoso,
¿qué nombre debe recibir?
Regresando
al pensamiento que se evidencia detrás de la palabra, escuchaba yo a un
candidato presidencial -que debido a la discreción que siempre trato de guardar
no diré su nombre, sólo diré que es mujer- dar una lista de beneficios que
íbamos a obtener si votábamos por ella. Prometía cosas evidentemente absurdas,
ya que, según el presidente actual, ya las tenemos. Prometió democracia, cuando
el presidente nos asegura que vivimos dentro de un sistema democrático que
causa envidia en toda el África subsahariana. Prometió brindar servicio médico
a la gente, cuando ya nos dijeron que gracias a eso que llaman “seguro popular”
la cobertura médica en el país es del 100%. Con tanta promesa dentro de su ser,
un día se puso mística y nos preguntó a todos si creíamos en “el misterio
público”. En otro spot, nos dice de manera grave: “Quiero que la policía cumpla
con su deber” y “Quiero que la policía te inspire seguridad y no temor” y,
nuevamente, “el presidente” nos dice una y otra vez que todo eso, ya lo tenemos
y desde hace tiempo. Uno de los dos miente, seguro.
Lo
que nosotros creemos que son yerros, son muestra de un estilo de comunicación
que evidencia, entre otras cosas, el sinsentido en el que se ha convertido la
vida política mexicana, con actores incluidos por supuesto. No pueden ser
errores, ya que sólo dicen lo que quieren y el mensaje absurdo es fiel a lo
planeado.
Un
infomercial del Gobierno Federal habla de la simplificación administrativa que
tendrán las importaciones. Al final del infomercial –palabra tan fea como sus
intenciones-, una niña pregunta al padre si no extrañará su lugar de trabajo,
puesto que no tendrá que estar ahí, de sol a sol, realizando trámites aduaneros
y llenando formas, ya que ahora todo será mas fácil. Y el padre
responde: -Con tanto tiempo que pasaba ahí [en el lugar de trabajo], a los
que extrañaba era a ustedes.
Un
diálogo entre sordos. Tal diálogo se establece entre la clase política mexicana
y los ciudadanos. Les pregunta uno por el clima y ellos terminan por condenar
el aborto. Si pedimos respuesta al porqué en este país se asesina impunemente a
mujeres y niñas, acaban hablando de moda, minifaldas y horarios de trabajo
inadecuados. Si replicamos que este país no genera trabajos con horario para
gente bonita, ellos nos hablan de idiosincrasia.
Es
sintomático que en este país, el preciso anterior –me refiero claro, a la
lengua más floja del Bajío- haya necesitado de un traductor que nos explicara
lo que el señor tenía en la cabeza, nomás que bien desordenado.
Durante
ese esperpento llamado “precampañas”, escuchábamos en anuncios bastante cursis
todas las bondades que obtendríamos por votar por los precandidatos de X
partido, para volverlos candidatos. Además de ser una manera muy eficiente de
tirar dinero, o depositarlo en la bolsa de los amigotes, son ejemplo de los
mensajes desarticulados que, intencionalmente, la clase política dirige hacia
nosotros.
Al
final, y no al principio del comercial, nos dicen que ese anuncio está dirigido
a los miembros y simpatizantes del partido X. Aunque igual de ridículo,
deberían informar en todo caso antes de que comiencen a enlistar bondades y
cualidades del partido X. Así, sí uno no es miembro, adherente, ni
simpatizante, procede a apagar el radio, contar hasta 60 y volverlo a encender.
Cuando
una sociedad se enferma, lo primero que se corrompe es el lenguaje. Y así
estamos. El lenguaje del sistema nos dice a las claras que lo que ellos hacen,
no nos importa, aunque lo hagan gracias a nuestro dinero. Y sus acciones, que
más nos vale no preguntar. El lenguaje es fuente de deshumanización, de
descivilización, debido a que se convierte en un vehículo de manipulación,
encubrimiento y mentira. Por eso, usar o decir absurdos, incoherencias o frases
cínicas, es todo menos inocente. Y a fin de cuentas es el sistema de poder y no
otra cosa, quien define qué se dice y cómo se dice.
Y
la intención es siempre la misma, meter la mano en nuestros bolsillos.
México, el país de las maravillas.
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