García
Márquez y yo conseguíamos ahí todos los discos que buscábamos: Álvaro Mutis
Los
jóvenes están cambiando sus hábitos de consumo, señala Raquel Tibol
Era
un reducto de paz y uno de los últimos sitios lindos de la ciudad, indica
Patricia Pérez, ama de casa
Periódico
La Jornada
Jueves 19 de abril de 2012, p. 4
Jueves 19 de abril de 2012, p. 4
A
decir de José Emilio Pacheco (JEP), la desaparición de Sala Margolín representa
no sólo una pérdida irreparable para la vida cultural de México, sino también
para la historia personal de muchos de nosotros.
De
esa manera, sin proponérselo, el poeta resumió ayer el sentir y el pensar de la
comunidad cultural e intelectual de México, así como de algunos otros sectores
de la sociedad, ante el inminente cierre de dicho espacio cultural y mercantil,
luego de 60 años de operar de forma ininterrumpida.
Como
lo hicieron asimismo sus colegas escritores Álvaro Mutis, Fernando del Paso y
Margo Glantz, en consulta realizada por La Jornada, José Emilio Pacheco
lamentó tan cruel desenlace para el que, en su opinión, fue uno de los más
emblemáticos reductos en México de la música clásica y los libros de arte.
Me
da mucha tristeza que desaparezcan este tipo de espacios. Es dejar todo el
poder a las grandes cadenas y las trasnacionales; no sé qué va a pasar. La de
Sala Margolín es una desaparición deprimente, la relaciono con la de la
Librería Madero (en el Centro Histórico), aunque afortunadamente ésta última
reabrirá, agregó el poeta, quien entre otros premios, en 2009 recibió el Reina
Sofía de Poesía y el Cervantes de Literatura.
Triste
noticia
Por
su parte, Álvaro Mutis lamentó tan triste noticia y recordó las incursiones que
acostumbraba hacer al lado de Gabriel García Márquez, su entrañable amigo, en
busca de las novedades discográficas del momento.
Conseguíamos
todos los discos que buscábamos. Era uno de mis lugares preferidos; siempre lo
visité, lo llevaba en el corazón. Es una lástima que tenga que cerrar,
seguramente por problemas económicos.
Para
algunos de los encuestados, entre ellos la crítica de arte Raquel Tibol y la
escritora Margo Glantz, la desaparición de casas de discos, y en un futuro no
muy lejano de librerías, es desenlace natural de la revolución tecnológica de
nuestros tiempos.
Con
los nuevos instrumentos yo creo que es casi lógico que desaparezcan ese tipo de
tiendas; están cerrando muchas librerías, tiendas de discos. Todo lo que
corresponde a los métodos de difusión del arte: la música, la literatura y las
galerías de arte, etcétera, la gente lo busca ahora por Internet, Twitter y
demás redes sociales. No me extraña que el cierre de Margolín ocurriera ahora,
sostuvo Tibol.
Los
jóvenes están cambiando sus hábitos de consumo y comunicarse. Por ejemplo, yo
aún escribo en mi máquina Olivetti portátil, no uso celular ni Internet; pero
los jóvenes, e incluso los que no lo son tanto, hacen uso de los nuevos
instrumentos. Si ellos los inventaron, cómo se les va pedir que no los usen.
Existe una nueva forma de informarse, comunicarse y hasta de lenguaje.
Perjuicios
irreversibles
Para
Margo Glantz, la Margolín era una sala indispensable hasta los años 80. Luego
hubo muchos cambios en la industria del disco, y a partir de finales de los 90
todas las tiendas de discos comenzaron a decaer, además de que hay gran
competencia con las que tienen más dinero y están en todas partes de la ciudad.
La
colaboradora de La Jornada recordó que en ese lugar podía encontrarse
magnífica música clásica y buenos libros, así que lamentó que ese tipo de
establecimientos se estén perdiendo de forma irreversible con la invención de
medios tecnológicos que pueden reproducir todo de manera rápida y gratuita.
Margolín
es, sin duda, un sitio de referencia en la cultura musical y también mucho en
el sentido de la cultura libresca. Además, Walter Gruen (su fundador) era un
personaje en sí mismo, un hombre muy culto, inteligente, muy acogedor; su
relación con Remedios Varo lo hace doblemente interesante.
Un
mal signo
De
acuerdo con la politóloga Elisa Godínez, el cierre la sala es un mal signo,
porque representa una dinámica de afectación de los centros culturales en todas
sus variantes, aunque particularmente de aquellos que no dependen de recursos
del gobierno.
Estudiante
de posgrado en antropología, agregó que lo invaluable de dicho establecimiento
no sólo era su oferta ni el lugar, sino la función didáctica que cumplían
siempre sus dependientes, aunque no se lo propusieran, con sus recomendaciones
y comentarios.
Esas
son las cosas que están tristemente de por medio ahora. Si uno va a un Mixup
muy difícilmente se encontrará ese oficio, vocación y gusto de los
responsables.
En
su condición de ama de casa, Patricia Pérez fue cliente de Sala Margolín durante
los más recientes 35 años y la noticia de su desaparición representa para ella
un hecho muy triste.
Tengo
un cariño especial por ese lugar, para mí era un reducto de paz y uno de los
últimos sitios lindos de la ciudad. A pesar de que uno puede obtener ahora
música por Internet, la experiencia de entrar a una casa de discos no se
compara con nada, por el trato personal, el sentido y la orientación que se
ofrece para conseguir música. Eso es algo que muy pocos entienden y aprecian,
indicó.
Ni
siquiera en las grandes tiendas modernas, como Mixup, uno puede encontrar esa
calidad en discos, libros, películas y videos que se ofrecía en Margolín. Sus
responsables tienen un gusto particular, porque son conocedores; son esa clase
de gente que ya no hay, que saben lo que ofrecen y venden.
Especialista
en el tema de grabaciones, el ingeniero de sonido Humberto Terán, quien ha
sonorizado el Palacio de Bellas Artes y el Auditorio Nacional, sostuvo que
tarde o temprano, sin remedio alguno, nos arrepentiremos de abandonar las
grabaciones en disco y preferir en su lugar otras formas relacionadas con las
nuevas tecnologías.
Recalcó,
en ese contexto, que el cierre de Sala Margolín es una pérdida de la
continuidad del conocimiento y buen gusto de las grabaciones. Es el último
suspiro para adquirir esa plusvalía de una grabación. Los melómanos cambiaron
los hábitos de compra y me da la impresión que también gana la música en
descargas por Internet, algo de lo que nos arrepentiremos.
La
escritora y también colaboradora de La Jornada Cristina Pacheco expresó
su pena por la desaparición del multicitado espacio cultural: “Era un lugar
entrañable, no sólo encontrábamos lo mejor de la música clásica, sino
conversaciones y opiniones interesantes de parte de los vendedores.
Es,
además, un rincón muy querido de la ciudad de México, y allí iban muchos de
nuestros amigos, varios de los cuales ya no están, pero queda para nosotros el
recuerdo de ir a Sala Margolín. Visitar ese lugar era una aventura cada vez.
Allí uno podía descubrir música y músicos.
Para
el pianista Alberto Cruzprieto, uno de los clientes asiduos de dicha tienda,
ésta representa una especie de santuario donde podía conseguirse todo lo que
uno quisiera, tanto en discos como en partituras, algo muy difícil en este
momento de la historia del país.
Destacó
la erudición, la calidez humana y la camaredería que distinguió siempre a los
propietarios y los dependientes, desde Walter Gruen hasta Carlos Pablos,
Eduardo Insúa y Luis Pérez, con quienes uno se podía pasar varias horas
conversando de música, arte o cualquier otro tema.
El
promotor cultural Gerardo Estrada califica el hecho como una desgracia, una
tragedia y sostuvo que Sala Margolín representó más que una tienda de discos.
Para
el Distrito Federal, era una centro de cultura, un punto de encuentro, de
aprendizaje; muchos aprendimos y consolidamos nuestros conocimientos musicales
allí, a través de su surtido y el consejo de amigos de los encargados. Esta
desaparición implica un parteaguas en la historia de la música mexicana, es
equiparable a la desaparición de la radiodifusora XELA.
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