Escándalo y
descaro
Las elecciones de 1988 son recordadas
por el escandaloso y descarado fraude electoral (ambos adjetivos describen bien
el sexenio y la personalidad del entonces declarado ganador). México
venía del peor sexenio hasta ese momento: devaluación, inflación y terremoto
sobrepasaron un estado que sólo existía, para variar, en las pantallas de
televisión. Como podemos colegir, al hoy difunto expresidente se le rindieron
honores a la voz de “pon tu barba a remojar”.
El aparato gubernamental sirvió
para digamos, nada, durante la crisis humanitaria ocasionada por el
terremoto. Lo único que se les ocurrió fue organizar el mundial de futbol
al año siguiente. La sonora rechifla con dedicatoria materna que recibió
el preciso durante la inauguración es uno de mis mejores recuerdos de ese
evento deportivo. Y para mostrar que México se dirigía sin freno a una
democracia sin adjetivos, el brasileño que fungía en ese entonces como
presidente de la FIFA recibió la misma rechifla y la recibió con la misma cara
de contrariedad. Seguramente él fue el inventor de la frase “Y yo por qué”.
La tecnología no daba para más, así que
la intención del voto se inducía y el fraude se predisponía en el populacho
teleadicto por medio del conteo de acarreados en los mítines. El número de
asistentes, reales o ficticios, tenían la función que ahora desempeñan las
encuestas de opinión. Y como en esos años el país era libre y soberano, hasta
los muertos votaron por seguir siéndolo.
El primero en cerrar campaña en el
Zócalo de la ciudad de México fue el candidato del partido azul. Asistieron
poco más de 100 mil personas -cito de memoria-. Este candidato se sumó a la
causa del candidato despojado, por lo que en menos de un año murió en un
percance que tenía la marca de la casa: el accidente carretero.
El siguiente candidato en cerrar campaña
fue el ganador de la izquierda, 250 mil asistentes.
El tercero y último candidato en cerrar campaña
fue el declarado ganador por fraude ante 350 mil personas. Eso fue lo que
dijeron. Un periódico deportivo resumió la comedia con el siguiente encabezado:
“Apoteósico”. Como podemos recordar, el mal gusto y la estridencia son una
constante en la clase política mexicana y en sus lacayos. Curiosamente fue la
única plaza que se llenó durante su malograda campaña. Después, los merolicos
al servicio de la clase política repetían sin cesar que “las plazas llenas no
ganan elecciones”. Lo mismito que dijeron de las encuestas de opinión en
2006.
Como broma de mal gusto, después del
fraude electoral y de unos cuantos ajustes de cuentas, el candidato “ganador”
de las elecciones de 1988 le regaló al país dos elefantes blancos: el IFE y la
CNDH. Hoy sabemos que el IFE sirve sólo para desviar recursos hacia esos
negocios particulares llamados partidos políticos. Tanto fue el presupuesto
para estas elecciones, que les alcanzó para hacer precampañas.
Escándalo y descaro se nos presentan
ahora como en esos años.
Recientemente, un video circula con
éxito en las redes sociales. Se trata de unos niños que recrean lo que se
supone es el diario vivir para muchos en este país. Y digo se supone no porque
el video parezca sobrado en sus dramatizaciones, sino todo lo contrario, le
falta y mucho. Los empresarios que lo financiaron tienen una visión muy ligera,
superficial, cortoplacista y frívola de los problemas que a diario más de uno
de nosotros tiene que sufrir. Y tienen una visión muy clara de la frivolidad,
desinformación y susceptibilidad para el escándalo del mexicano promedio. El
video confía en que sus potenciales espectadores cuentan con un perfil
intelectual bastante bajo.
No es casualidad que el candidato
que es presa de un irrefrenable frenesí privatizador mencione como logro de su
envenenado partido el que ahora la educación preescolar sea obligatoria.
El video esta realizado con niños porque
se dirige a niños, aunque estos niños ronden los 40 años.
Regresando a la factura deficiente y
frívola del video, es sintomático que no se muestre ningún niño haciendo el
papel de empresario favorito del sexenio. No hay niños en el papel de
empresario-político. No vemos ninguna secuencia que muestre a, digamos, un
empresario convertido en gobernador llevando agua para su molino, o un niño
empresario evadiendo el pago de impuestos. No hay niños enfermos en una camilla
o en el piso –pero eso si, bien firme- fuera del área de hospitalización debido
a que, gracias al seguro popular, hay sobrecupo hospitalario, sin medicinas y
sin presupuesto. Acto seguido, debería mostrarse a niños partidos políticos
embolsándose el dinero que no llega a los servicios de salud. Si el video
tuviera como origen de su denuncia el espíritu libre, sin intención de
reivindicar ninguna posición de privilegio, se hubiera mostrado a muchos
niños empresarios colocando en la silla presidencial a un niño presidente, por
ejemplo. Y afrontando las consecuencias de semejante desatino.
Lo que hace llorar de risa, pena o ambas
es la reacción ante el video de la clase política. Los niños políticos salieron
del video y denunciaron su indignación por ser utilizados y mostrados en el
mismo. No le hace que este país sea número uno en trafico de infantes para
explotación sexual, no importa que este país sea destino predilecto para un
turismo sexual que prostituye a niños y adolescentes, no importa que en
este país millones de niños vivan en la pobreza, lo que de verdad escandaliza
es un video de denuncia a medias, de denuncia “bienpensante”; ahí sí,
pobrecitos niños, los pusieron de diputados y policías. Qué mala gente.
Escándalo, descaro e irresponsabilidad.
Y esto apenas comienza.
Por: Juan Preciado.
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