martes, 28 de diciembre de 2021

 

Serie B

Juan Preciado



Para conocer el alma de un pueblo, como decían los clásicos, basta echar un ojo a las expresiones de aquello que es llamado “cultura popular”. Nada describe mejor la podredumbre que destruyó nuestro país y lo precipitó a la bancarrota eterna, que el cine mexicano de los años setentas y principios de los ochentas. Nada describe mejor la hipocresía y el cinismo con el que se manejan las clases gobernantes desde hace al menos 25 años, con su falaz “alternancia” política, que el mal llamado “nuevo cine mexicano”; se presenta como denuncia lo que es cínica propaganda.

Obviamente la fórmula funciona para cualquier sociedad, no solamente la nuestra.

Para todos aquellos que buscan desesperadamente sus quince minutos de fama, les tenemos una gran noticia. Durante casi dos años, han sido protagonistas de una exitosa película de terror serie B. Y sabemos que no hay nada más vulgar y predecible que ese tipo de entretenimiento, nunca mejor llamado “entetanimiento”, tema del que ya hemos escrito en otras ocasiones, por lo que solamente recordaremos el postulado original:

“El ‘entetanimiento’ es la bazofia cultural que mantendrá al ser humano del siglo XXI convenientemente sedado, perpetuamente ansioso, sumiso y servil ante los dictados de la minoría que decidiría su destino".

La película de terror de la cual todos hemos sido protagonistas, comenzó a finales del año 2019, y como en todas esas expresiones de entretenimiento popular, no tiene para cuándo acabar. Para darle un toque intelectualoide al asunto, a cada una de sus entregas o capítulos se le ha nombrado con una letra del alfabeto griego.

Repasemos el argumento básico de éste particular tipo de entretenimiento, que generosamente produce y envía a todo el mundo, el país vecino del norte. Invariablemente un asesino psicópata prácticamente indestructible se ceba en personajes disolutos, quienes generalmente realizan sus actos réprobos al aire libre, en un parque público, una alberca, una casa de campo y como mandan los estereotipos, siempre al amparo de la noche. Pensemos en una secuencia reproducida al hartazgo, el ser indestructible camina, no corre detrás de sus víctimas quienes si corren velozmente, pero de manera increíble, no pueden lograr separación alguna con su perseguidor. El sanguinario gentleman hemos dicho, camina, no corre, guarda la compostura y logra dar alcance y varios tajos de cuchillo a su licenciosa víctima. Hace 40 años, las víctimas eran jóvenes pervertidos; en entregas recientes, adultos y ancianos – no menos pervertidos -  son ejecutados. La bajeza moral de la víctima evita que el espectador sienta – demasiada - empatía con ella. Todo está debidamente aderezado para sugerir en el espectador pensamientos del tipo “en algo andaban”, “ellas se lo buscaron”, “por no guardar sana distancia”.

La película en cuestión reproduce la secuencia de persecución y ejecución descrita líneas arriba durante hora y media aproximadamente. En ocasiones, para paliar el tedio, se nos recuerda el origen del siniestro personaje: escapa de un hospital para enfermos mentales; sobrevive o se convierte en un espectro deformado a raíz de una quemazón; emerge del fondo de una alberca;  se propaga a todo el mundo desde un mercado de comida ubicado en una provincia China. Finalmente, un héroe logra dar muerte al anómalo asesino. Después de cinco minutos de festejos y cuando el espectador comienza a compartir su alegría con los eufóricos protagonistas, el asesino indestructible reaparece prometiendo más asesinatos en una futura entrega, mientras el fracasado héroe, pone cara de “¿Qué pudo haber fallado?” convencido de que lo peor, está por venir.

Y así, variante tras variante, hasta llegar al episodio 15, “Omicron”, XV o como mejor se deseé realizar la numeración.

No hay nada más siniestro que estropear la navidad y los festejos de año nuevo, lo que asegura el éxito en taquilla, sin importar lo predecible, vulgar o absurdo del argumento.

Y así nos va…

 

viernes, 10 de diciembre de 2021

 

SIMULACROS

Juan Preciado



La palabra “Simulacro” llega al español a través del latín “simulacrum”, esto es, la representación de algo y después, el cada vez menos usado sinónimo de falsificación. Falso es, entre otras cosas, aquello “falto de ley”, que no tiene regla alguna o que la violenta.

Cada año, los legisladores, aquellos que supuestamente establecen las leyes para el ordenamiento de la sociedad, modifican las existentes y crean nuevas, muchas leyes nuevas, simulando que trabajan, en un país donde la ley es letra muerta por decreto, pero se simula su existencia. Las leyes en nuestro país son falsas, ya que cualquiera puede violentarlas, si tiene el dinero suficiente o los amigotes adecuados. Los encargados de aplicar la ley son falsarios, dado que el 99% de las veces se hacen de la vista gorda al momento de aplicarla debido a los futuros dividendos que su “descuido” les promete.

Lo impuesto es aquello obligado, nunca utilizando las mejores maneras. Impuesto es el dinero que el estado demanda de los ciudadanos que realizan actividades económicas, y es obligado, dado que nadie, en sus cabales, le pagaría un peso a quien brinda tan pésimo servicio de administración pública.

Según la miscelánea fiscal para el año 2022, las personas físicas y morales obligadas a pagar impuestos por el hecho de ganar dinero a pesar de todos los inconvenientes que conlleva habitar un Estado fallido, podrán beneficiarse a través de un simulacro denominado “Régimen simplificado de confianza”, que reduce sustancialmente la carga impositiva para aquellas personas morales y físicas, que tengan ingresos anuales menores a 35 millones de pesos y 3.5 millones de pesos respectivamente.

El simulacro consiste en hacer creer que a través de semejante mecanismo, el número de contribuyentes aumentará en un 30%, según palabras de la autoridad hacendaria.

La pregunta preocupante es, ¿y de dónde espera obtener los ingresos faltantes la administración actual? Ese dinero tiene que salir de algún lado. A través de otra resolución, se incrementará el monto del dinero circulante, dado que la autoridad hacendaria pretende limitar las operaciones con dinero en efectivo, provocando con ello que dichas transacciones se realicen fuera del alcance de las instituciones bancarias y del fisco.

¿Cuál será el negocio en puerta, que considera conveniente el aumento de dinero circulante? 

Es curioso que la palabra simulacro comparta raíz con la palabra simultáneo. Y es que, en cada simulacro montado por las “autoridades”, se opera de manera simultánea (que sucede al mismo tiempo) el verdadero objetivo que se intenta ocultar.

¿Tendrá algo que ver lo anterior con el temible (dadas las consecuencias que promete) boletín publicado el día 5 de agosto del presente año por la secretaría de desarrollo urbano y vivienda de la ciudad de México?

Se proyecta autorizar negocios inmobiliarios que impliquen afectación de vías primarias y se hará la vida imposible de los ciudadanos ahí donde se autorice el desarrollo de un esperpéntico programa de “vivienda incluyente”. Se prometen viviendas a un precio de 600 mil pesos. Y a partir del próximo año, el monto máximo para adquirir un inmueble pagando en efectivo, será de 719 mil pesos. Qué conveniente.

Las “facilidades” administrativas (punto 5 del boletín) prometidas para el desarrollo de vivienda en la capital, no tendrán efecto en las alcaldías de Iztapalapa, Iztacalco, Tláhuac, Xochimilco y Milpa Alta debido a que son “demarcaciones donde se registra falta de agua”.

El objetivo obvio es lograr que la carencia de agua potable abarque la capital toda.

La “administración” actual de la capital del país sabe perfectamente (por que fueron compinches) que en las alcaldías Miguel Hidalgo, Álvaro Obregón, Benito Juárez y Cuajimalpa, donde la “administración” anterior hizo sus jugosos negocios inmobiliarios, los habitantes de los flamantes y novísimos desarrollos residenciales deben adquirir a través de pipas el agua que no llega desde la red pública. Imposible permitir que las demás alcaldías queden fuera de semejante manifestación de progreso y bienestar.

Los falsos indicadores de bienestar por venir tienen una notoria intención electoral, en el país todo y en la capital. Si es la alcaldía que promete seguir votando por la administración actual, la estrategia para ganar las elecciones locales del 2024 es hacer de la capital del país un enorme Iztapalapa.

Y así nos va.

martes, 23 de noviembre de 2021

 

La seguridad nacional

Juan Preciado

 


Han pasado dos años desde que una enfermedad terrible, mortífera y altamente contagiosa (eso dicen) infectara el planeta entero y obligara a las administraciones locales a enclaustrar a los habitantes de las ciudades del mundo.

No estamos hablando de tabaquismo, obesidad o alcoholismo. Estamos hablando del virus que provoca una nueva enfermedad de la que aún no hay consenso, si es una variable perniciosa de gripe o una enfermedad vascular.

Dos años después, podemos preguntarnos qué ha cambiado en realidad. ¿Cuánto tiempo se necesita para cambiar la opinión de las mayorías? Para aterrorizar a millones  de personas bastan unas cuantas horas a la semana de televisión, redes sociales, o servicios de entretenimiento por suscripción. Pero, ¿qué se necesita para cambiar los conceptos de aquello que se considera bueno, malo, deseable, repugnante, dañino o benéfico? ¿Qué sucede con las formas de pensamiento que aglutinan de una manera específica a un grupo de personas?  

Las panaderías eran lugares francamente insalubres, el pan se ventilaba, mosqueaba y manoseaba de lo lindo y uno hacia de tripas corazón porque finalmente así son las cosas y así han sido siempre. Ahora todo pan, a excepción del bolillo, se vende debidamente empacado, fuera del alcance de las moscas y de las inquietas manos del comprador. Muy bien, punto para la limpieza.

Los supermercados limitaron el número de personas que pueden ingresar al establecimiento. Eso no significa que se reduce el tiempo de espera para poder pagar en caja, ya que también redujeron el número de cajas disponibles para realizar el pago. Igualito hicieron los bancos.  Punto para la idiosincrasia.

Anteriormente, personas con razonables hábitos de limpieza colocaban una jerga o un tapete en la entrada del hogar o del negocio. Ahora es obligado tener un recipiente con líquido desinfectante donde humedecer las suelas de los zapatos para posteriormente secarlas en un tapete dispuesto para tal fin. La idea es evitar enfermarse, pues se supone que éste virus en particular tiene la capacidad de volar o que la gente tira comida al suelo antes de llevársela a la boca. Obviamente, los zapatos de las personas son agentes altamente contagiosos, no así las patas de cualquier mascota que salga de casa tranquilamente a pasear y hacer sus necesidades. Por alguna mágica razón, las patas de los animales domésticos regresan limpias e impolutas, tal como estaban antes de salir de casa.  Punto para la ignorancia.

Al virus oriental le tomó año y medio llegar al número de muertes que a nivel mundial provocan el consumo de alcohol o la obesidad en un año, según lo dicho por la misma agencia del terror. El virus no parece muy eficaz en su cometido. Punto para las matemáticas.

Según  las cifras oficiales, en nuestro país muere el 7.5 % de los infectados. Esto es 4.6 veces más que en el país vecino del norte, o 5.5 veces más que en la India.  Si los números son ciertos, el problema en México no es el virus, sino la falta de hospitales y de personal médico. Si recordamos grandes y festivos eventos, donde el gobernador en turno de cualquier ruinoso estado del país, inauguraba con gran boato hospitales inexistentes, tomado prestados mobiliario y personal, lo anterior se explica fácilmente.

Sería muy bueno saber, dado que los números no mienten, y obvio, después de conocer la gran preocupación que mostraron las administraciones locales y la federal por la salud de la población toda, ¿por qué es más importante la construcción de un tren turístico y una planta refinadora de petróleo, al grado de considerarlos como asuntos de “Seguridad nacional” y no la construcción de hospitales para brindar atención médica suficiente? Si claro, el acuerdo publicado menciona que los programas de salud también son considerados prioritarios, solamente que los proyectos en materia de salud - que durante dos años se nos ha dicho que es de lo más importante- no se ven por ningún lado.

Y así nos va.

 

jueves, 21 de octubre de 2021

Escombros

 Juan Preciado

 


 

 

 “México debe contarse sin duda alguna entre las más hermosas ciudades que los europeos han fundado en ambos hemisferios. A excepción de Petersburgo, Berlín, Filadelfia y algunos barrios de Westminster, apenas existe una ciudad de aquella extensión que pueda compararse con la capital de Nueva España”.

Alexander von Humboldt

 

El 12 de abril de 1803, el explorador prusiano llega a la ciudad de México y llama su atención, además del clima “dulce y templado”, la “regularidad y anchura de sus calles”, fuerte contraste con los laberintos estrechos que forman las principales capitales de Europa, que conoce todas. Aquel que llamó a la ciudad de México, “la ciudad de los palacios” trabajó durante su estancia en la capital de la nueva España en lo que hoy es el número 90 de la calle de Guatemala, el antiguo colegio de minas, edificio que a su parecer “podría adornar las principales plazas de París y de Londres”.

Humboldt permanece en México un año, en vez del par de meses que tenía planeado. Dos cosas lo retienen, “el atractivo de un país tan bello y variado como el virreinato de Nueva España” y la epidemia de fiebre amarilla que por entonces asolaba Veracruz y Cuba. En sus palabras, no quiere que el viaje termine en una tragedia. Nosotros agradecemos su prudencia. De haber retado a la enfermedad, habríamos perdido el emocionante testimonio de una ciudad bellísima que sucumbió a los ataques de la fealdad propia de la codicia.

Es notable que Humboldt no mencione lo que se ha hecho notar con estupefacción. Para ese entonces, la hermosa ciudad había levantado palacios y casonas pasando por encima de la ciudad colonial original. Actualmente, no conocemos ningún edificio, salvo una casa destartalada, de lo que fuera la ciudad del siglo XVI. La ciudad ha sido sistemáticamente destruida en pro de la modernidad, el transporte, público o privado, y el gran negocio de la construcción que sólo empeora el hacimiento y provoca más fealdad.

Notable es la descripción que hace de los acueductos que entregan el agua a la capital. El agua potable se obtiene a comienzos del siglo XIX de Chapultepec  y la zona de Santa Fe, “cerca de la cordillera que separa el valle de Tenochtitlan del de Lerma y de Toluca”. El desparecido acueducto de Santa Fe tenía una extensión de 10.2 km (misma extensión de la actual red). El agua más pura y cristalina se obtenía de San Agustín de las Cuevas, lugar ubicado en lo que hoy es el bosque de Tlalpan. La ciudad cuenta con agua suficiente al este y al oeste. El agua del oeste de la ciudad es potable, el agua del este es navegable. El canal de Jamaica permite llevar hortalizas desde Xochimilco y Nativitas hasta la Merced. El agua no es un problema en la capital de la Nueva España, en ningún momento se habla de agua insalubre, inapropiada para el consumo, si bien se hace mención que el agua menos pura es la de Chapultepec y “solo se bebe en los arrabales”.

El miedo a beber agua de la ciudad, es un mito que tiene sus raíces en la estulta postura arrogante del eurocentrismo y en un suceso digno de una publicación de “sociales”.

El siglo XIX es el siglo de la guerra en México. Terminada la desastrosa guerra de independencia, la desgracia mexicana continua con una injusta guerra de invasión por parte del codicioso país vecino del norte. Ya en 1803, Von Humboldt advierte que Estados Unidos de América no quiere reconocer otro límite a sus fronteras “sino el Rio Bravo del norte (de México)”. Nadie hizo caso de la advertencia y años después el país fue despojado de sus prohombres y con el camino libre, de la mitad más rica de su territorio. Entre la invasión norteamericana y la invasión la francesa, el país y el culpable directo, presidente en turno, desean olvidar tan inmensa deshonra, igualito que ahora, mediante espectáculos y diversiones. En 1854, llega a México Henriette Sontag, cantante sin par,  para presentar la ópera “Otello”, de Rossini, quién calificaba a la intérprete como “la voz más pura de soprano”. Después de las primeras funciones, Sontag y otros tres protagonistas enferman de cólera y mueren días después, presuntamente a causa de beber agua contaminada de la ciudad. Mala suerte en una época y en un país infortunado. Europa no le perdonó nunca a nuestro país la muerte de su más grande estrella, no obstante, cien años más tarde, en el palacio de bellas artes se presenta María Callas, sin exigir agua embotellada o cosa parecida.

"No se puso piedra sobre piedra alguna con amor ni reverencia; no se trazó calle alguna para la danza ni el goce. Juntaron una cosa a otra en una pelea demencial por llenar la barriga (...) las calles huelen a nulas y vanas creaciones del vientre vacío"

Henry Miller

 

Pero entonces, ¿qué le pasó a la ciudad?

 

Hablar actualmente de “la ciudad de los palacios” parece broma de mal gusto. Primero con la guerra de independencia y después con la revolución, la ciudad fue en parte destruida cuando parecía llegar a cierto grado de estabilidad y esplendor. Los edificios recién construidos o remozados fueron blanco de metralla. Tiempo después el deseo de modernidad continuó a partir de los años cincuenta del siglo XX y uno tras otro aparecieron, engullendo a la ciudad colonial multifamiliares, ejes viales, cemento por doquier, trenes subterráneos, segundos pisos, edificios de uso mixto, rutas de metrobús, ciclopistas, con la consecuente contaminación, cielos grises, mala calidad del aire, centros comerciales en cada esquina, estelas de luz, los horrorosos “Centros de transferencia modal”, supuestos parques que son en realidad planchas de cemento con jardineras, los flamantes e inútiles teleféricos, y segura y próximamente terceros pisos y teletransportadores, por que en la ciudad ya no cabe absolutamente nada.

 

 Y así nos va.

 

 

miércoles, 22 de septiembre de 2021

 

Bancarrota

Juan Preciado



“Hidalgo, Allende y sus compañeros se lanzaron indiscretamente en una revolución que eran enteramente incapaces de dirigir; (…) no hicieron otra cosa que llenar de males y desventuras incalculables a su patria”.

  Lucas Alamán.


Pasan los años y en las desfachatadas proclamas que se suceden durante la “ceremonia del grito” de independencia de México, la noche del 15 de septiembre, donde se ha hecho mención de personajes ajenos a la guerra de independencia (Zapata, Juárez, los niños héroes, "la fraternidad universal"), el nombre de Agustín de Iturbide continua en rencoroso olvido. Se festeja el inicio atropellado y disoluto de la independencia del país, pero no su tersa consumación que sucedió 11 años después, un 27 de septiembre, que para colmo, coincide con la fecha de nacimiento del ultrajado padre de la patria. Quizá pese más la mexicana costumbre de festejar los acontecimientos durante su inicio, que la concordancia con la fecha de su nacimiento. Además, la ceremonia del grito de independencia se festeja la noche del 15 de septiembre y no la madrugada del día 16 del mismo mes (como claramente propuso hacer de manera solemne Morelos en su escrito “Sentimientos de la nación”) ya que coincide con la fecha de cumpleaños del segundo gran villano de la historia de México, el personaje doloso que tuvo a bien construir el México que los turistas buscan conocer durante su visita a la capital del país.

En el estado de Guanajuato, existe un pequeño pueblo con una parroquia  inmensa, en cuyo vestíbulo se lee lo siguiente:

“Al libertador Iturbide en el centenario de su entrada triunfal en la capital de la República. Uno de los pocos pueblos que no se han olvidado de su memoria.

 San José de Iturbide a 27 de septiembre de 1921"

 

En un país violento como el nuestro, no pareciera prudente exaltar como héroe patrio a un curita pendenciero responsable de matanzas y crímenes que fueron creciendo en gravedad conforme la chispa de la revuelta se esparcía por todo el país. Recién iniciada la independencia (sic) de México, los levantados llegaron a la capital del estado de Guanajuato y mataron a todos los hombres que se habían parapetado en la alhóndiga de Granaditas. 

Irónicamente, la palabra árabe que describe al edificio, proviene de un vocablo griego que significa “bienvenidos todos”, incluyendo las cuadrillas del cura, algo que seguramente no sabían los que ahí se pertrecharon. Fueron masacrados todos, solamente unas pocas familias criollas se salvaron, entre éstos, una viuda de apellido Alamán y su hijo de 18 años, Lucas, el historiados que narrará la violencia ciega y la crueldad sin sentido que manchaba el paso y las intenciones de los insurrectos. La intención de Hidalgo era destruir el viejo orden y lo logró.

 

“México se fundó sin una economía, no por problemas del imperio o de política. Fue porque los insurgentes del Bajío de 1810 destruyeron el capitalismo de la plata, de donde provenía la mayor parte del dinero no sólo del país, sino del mundo”.

John Tutino, “Creando un nuevo mundo”, Fondo de cultura económica, 2016.

 

Se salvó el historiador, pero no se salvó la economía. El pequeño interregno que establece Hidalgo para montar su cuartel en Guadalajara, es notable; el padre de la patria se hace llamar “su alteza serenísima”, y Allende, su compañero de armas, considera envenenar al “cabrón del cura” debido al tamaño de sus desmanes.

 

La ambición no colmada y el no contar ya con ningún enemigo a quien vencer –los había derrotado a todos- provocan el retiro del coronel Iturbide durante cuatro años.

 

En 1820, Iturbide es nombrado comandante general del sur, a fin de derrotar la resistencia de Vicente Guerrero. En vez de combatirlo, Iturbide busca dialogar con Guerrero, con el fin de terminar con “el inútil derramamiento de sangre”. De lo anterior nace el plan de Iguala, el abrazo de Acatempan y la consumación de la independencia nacional. Iturbide ingresa a la capital del país y lo hace caminando plácidamente. Atrás quedaron los años llenos de sangre derramada que serían la mácula imborrable que marcaria el destino de México.

Coronado como Agustín I, Iturbide debe hacer frente a una realidad inesperada y sorprendente -de manera trágica- para todos los que buscaron la emancipación de la península con el fin de administrar las “fabulosas” riquezas de la colonia: después de años de una absurda guerra de destrucción, el país estaba en la bancarrota y lo sigue estando 200 años e innumerables revueltas después.

Y así nos va.

“Soy soldado de Iturbide,

visto las tres garantías,

hago las guardias descalzo

y ayuno todos los días”

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Agustín de Iturbide, “Antorcha luminosa del Anáhuac”

Juan Preciado



“La única persona capaz de separar este país de España es Agustín de Iturbide”

Félix María Calleja.

En 1810, Iturbide había sido invitado por su paisano, a unirse a la revuelta insurgente. Hidalgo le ofreció al “Dragón de hierro” el cargo de teniente general. Iturbide rechazó el insultante ofrecimiento. El notable militar, a favor de acabar con el dominio de la corona española, reprobaba una reforma por la vía de la violencia, la venganza y el odio. El saqueo y destrucción de la hacienda familiar (vecina de la hacienda del cura  Hidalgo) y lo actos de barbarie perpetrados en Guanajuato, motivaron a Iturbide (y a otros criollos)  a combatir la insurgencia.

A Iturbide debemos el nombre y la independencia del país, la bandera nacional y los chiles en nogada.


"La victoria fué compañera inseparable de las tropas que mandé. No perdí una acción; batí a cuantos enemigos se me presentaron o encontré, muchas veces con fuerzas inferiores en proporción de uno a dieciocho o veinte"

Agustín de Iturbide


En 1921, aquél que con efectiva violencia combatiera las hordas destructoras del bajío, logró a través de persuasiva correspondencia, la unión de los mandos castrenses novohispanos. Logro grandísimo que le permitió tomar la capital del país “sin sangre, sin incendios, sin robos ni depredaciones, sin desgracias y –de una vez- sin lloros y sin duelos”,   toda vez que años antes, el país había sido ahogado en sangre.

Cuando el libertador se hace cargo del inmenso y enclenque imperio, el congreso -ya desde entonces frívolo e incapaz-, se dedicó a cancelar las reformas dictadas por el emperador. El colombiano Miguel Santa María y el estadounidense Joel R. Poinsett dirigían las intrigas. Fácil resultó al estadounidense alimentar la voraz ambición del perverso brigadier Antonio López de Santa Anna, el “héroe de 100 derrotas”. El ejército estadounidense podía enfrentar a Santa Anna, a Iturbide no.

 

“En donde murió Iturbide, viven en paz los traidores”

José Joaquín Fernández de Lizardi

 

Iturbide conocía la ambición de Santa Ana y los medios de los que estaba dispuesto a valerse. El día de su coronación, Santa Anna trató de enamorar a la hermana del emperador, María Nicolasa de Iturbide y Aramburú, de 60 años de edad. En 1822, Iturbide destierra al colombiano Santa María, pero éste se queda en Veracruz protegido por Santa Anna. Días después manda apresar a 66 diputados conjurados, Felipe de la Garza se amotina a favor de los detenidos y termina siendo apresado y acusado de traición. Iturbide no sólo le perdonó la vida, también le restituyó el puesto. Un año después, en Tamaulipas, de la Garza prende y ejecuta a Agustín de Iturbide.

 

“Usted sólo ha sido digno de compararse con Napoleón, el hombre de los siglos…”

José Joaquín Fernández de Lizardi

 

Cuándo la pandilla de bribones promulga el Plan de Casa Mata, en febrero de 1823, Iturbide se niega a combatir la insurrección a pesar de su prestigio militar. El 19 de marzo de 1823 abdica al trono y promete expatriarse. El 30 de marzo sale rumbo a Veracruz y como en tantas otras ocasiones en su vida, a su paso “las mulas de su carro fueron desuncidas para ser tirado por la gente”.

Clásico rencor de la mediocridad ante lo sobresaliente, el congreso ordena sortear poblaciones para evitar las muestras de afecto al libertador, manda  que el barco que se dirige a Liorna no descanse en ningún puerto, retira la escolta al barco a fin de que caiga en manos de piratas, abundantes en el golfo de México. Llegando a Italia, le es negado el comprar una finca en Roma y le impiden residir en Florencia hasta que finalmente, recibe hospedaje por parte de la princesa Paulina Bonaparte, hermana de Napoleón, su compañero de prodigios.

"¿Qué aberración tan monstruosa, sólo vista en México (...) loar la libertad y maldecir al libertador, glorificar la obra y desdeñar al obrero, tomar el don y escarnecer al que lo da? (...) Iturbide es una gloria de México (...) Su genio militar, su visión política, su gobierno magnánimo, su abdicación gloriosa, su decencia personal, su amor al pueblo y el amor de su pueblo, pónenlo entre las figuras universales"

Alfonso Junco

Tanto estimaba Simón Bolívar la figura y -sobre todo- el destino trágico de Agustín de Iturbide, que tomo a su hijo, “Agustín el mayor” como parte de su guardia personal, siendo el primogénito la persona que acompañó al libertador hasta su muerte, en la Quinta de San Pedro Alejandrino.

“Dios nos libre de la carrera y la muerte de Iturbide… el tal Iturbide ha tenido una carrera meteórica, brillante y pronta como una exhalación; este hombre ha tenido un destino singular: su vida sirvió a la libertad de México y, su muerte, a su reposo. No me canso de admirar que un hombre tan común como Iturbide hiciese cosas tan extraordinarias. Bonaparte estaba llamado a hacer prodigios; Iturbide no; y por lo mismo los hizo mayores que Bonaparte”

Simón Bolívar

Para honrar la historia, recomponer la decencia, aliviar la vergüenza perpetrada por el sistema y sus mediocres fiestas de cada septiembre, bueno sería reconocer al padre de la patria y celebrar el veraz bicentenario de la independencia el 27 de septiembre de 2021.

“(…) si gobierna por leyes sabias formadas sobre bases sólidas, el pueblo verá asegurados sus derechos y trabajará en aumentar las fuentes de riqueza pública si no es agitado por disensiones políticas. Si la nación es protegida por un gobierno que no la sobrecargue con impuestos y no ponga trabas a la industria, el pueblo llegará a ser un pueblo opulento”.

Agustín de Iturbide

Obviamente hasta ahora, lo único que ha podido ser –y por decreto-, es un “pueblo sabio”.

Y así nos va…