Juan Preciado
“La única persona capaz de separar este país de España es Agustín de Iturbide”
Félix
María Calleja.
En
1810, Iturbide había sido invitado por su paisano, a unirse a la revuelta
insurgente. Hidalgo le ofreció al “Dragón de hierro” el cargo de teniente
general. Iturbide rechazó el insultante ofrecimiento. El notable militar, a
favor de acabar con el dominio de la corona española, reprobaba una reforma por
la vía de la violencia, la venganza y el odio. El saqueo y destrucción de la
hacienda familiar (vecina de la hacienda del cura Hidalgo) y lo actos de barbarie perpetrados
en Guanajuato, motivaron a Iturbide (y a otros criollos) a combatir la insurgencia.
A
Iturbide debemos el nombre y la independencia del país, la bandera nacional y
los chiles en nogada.
"La victoria fué compañera inseparable de las tropas que mandé. No perdí una acción; batí a cuantos enemigos se me presentaron o encontré, muchas veces con fuerzas inferiores en proporción de uno a dieciocho o veinte"
Agustín
de Iturbide
En
1921, aquél que con efectiva violencia combatiera las hordas destructoras del
bajío, logró a través de persuasiva correspondencia, la unión de los mandos
castrenses novohispanos. Logro grandísimo que le permitió tomar la capital del
país “sin sangre, sin incendios, sin robos ni depredaciones, sin desgracias y
–de una vez- sin lloros y sin duelos”,
toda vez que años antes, el país había sido ahogado en sangre.
Cuando
el libertador se hace cargo del inmenso y enclenque imperio, el congreso -ya
desde entonces frívolo e incapaz-, se dedicó a cancelar las reformas dictadas
por el emperador. El colombiano Miguel Santa María y el estadounidense Joel R.
Poinsett dirigían las intrigas. Fácil resultó al estadounidense alimentar la
voraz ambición del perverso brigadier Antonio López de Santa Anna, el “héroe de
100 derrotas”. El ejército estadounidense podía enfrentar a Santa Anna, a
Iturbide no.
“En
donde murió Iturbide, viven en paz los traidores”
José
Joaquín Fernández de Lizardi
Iturbide
conocía la ambición de Santa Ana y los medios de los que estaba dispuesto a
valerse. El día de su coronación, Santa Anna trató de enamorar a la hermana del
emperador, María Nicolasa de Iturbide y Aramburú, de 60 años de edad. En 1822,
Iturbide destierra al colombiano Santa María, pero éste se queda en Veracruz
protegido por Santa Anna. Días después manda apresar a 66 diputados conjurados,
Felipe de la Garza se amotina a favor de los detenidos y termina siendo
apresado y acusado de traición. Iturbide no sólo le perdonó la vida, también le
restituyó el puesto. Un año después, en Tamaulipas, de la Garza prende y
ejecuta a Agustín de Iturbide.
“Usted
sólo ha sido digno de compararse con Napoleón, el hombre de los siglos…”
José
Joaquín Fernández de Lizardi
Cuándo
la pandilla de bribones promulga el Plan de Casa Mata, en febrero de 1823,
Iturbide se niega a combatir la insurrección a pesar de su prestigio militar.
El 19 de marzo de 1823 abdica al trono y promete expatriarse. El 30 de marzo
sale rumbo a Veracruz y como en tantas otras ocasiones en su vida, a su paso
“las mulas de su carro fueron desuncidas para ser tirado por la gente”.
Clásico
rencor de la mediocridad ante lo sobresaliente, el congreso ordena sortear
poblaciones para evitar las muestras de afecto al libertador, manda que el barco que se dirige a Liorna no
descanse en ningún puerto, retira la escolta al barco a fin de que caiga en manos
de piratas, abundantes en el golfo de México. Llegando a Italia, le es negado
el comprar una finca en Roma y le impiden residir en Florencia hasta que
finalmente, recibe hospedaje por parte de la princesa Paulina Bonaparte,
hermana de Napoleón, su compañero de prodigios.
"¿Qué
aberración tan monstruosa, sólo vista en México (...) loar la libertad y
maldecir al libertador, glorificar la obra y desdeñar al obrero, tomar el don y
escarnecer al que lo da? (...) Iturbide es una gloria de México (...) Su genio
militar, su visión política, su gobierno magnánimo, su abdicación gloriosa, su
decencia personal, su amor al pueblo y el amor de su pueblo, pónenlo entre las
figuras universales"
Alfonso
Junco
Tanto estimaba Simón Bolívar la figura y -sobre todo- el destino trágico de Agustín de Iturbide, que tomo a su hijo, “Agustín el mayor” como parte de su guardia personal, siendo el primogénito la persona que acompañó al libertador hasta su muerte, en la Quinta de San Pedro Alejandrino.
“Dios nos libre de la carrera y la muerte de Iturbide… el
tal Iturbide ha tenido una carrera meteórica, brillante y pronta como una
exhalación; este hombre ha tenido un destino singular: su vida sirvió a la
libertad de México y, su muerte, a su reposo. No me canso de admirar que un
hombre tan común como Iturbide hiciese cosas tan extraordinarias. Bonaparte
estaba llamado a hacer prodigios; Iturbide no; y por lo mismo los hizo mayores
que Bonaparte”
Simón Bolívar
Para
honrar la historia, recomponer la decencia, aliviar la vergüenza perpetrada por el sistema y sus
mediocres fiestas de cada septiembre, bueno
sería reconocer al padre de la
patria y celebrar el veraz bicentenario de la independencia el 27 de septiembre
de 2021.
“(…)
si gobierna por leyes sabias formadas sobre bases sólidas, el pueblo verá
asegurados sus derechos y trabajará en aumentar las fuentes de riqueza pública
si no es agitado por disensiones políticas. Si la nación es protegida por un
gobierno que no la sobrecargue con impuestos y no ponga trabas a la industria,
el pueblo llegará a ser un pueblo opulento”.
Agustín
de Iturbide
Obviamente
hasta ahora, lo único que ha podido ser –y por decreto-, es un “pueblo sabio”.
Y así nos va…
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