Serie B
Juan Preciado
Para
conocer el alma de un pueblo, como decían los clásicos, basta echar un ojo a
las expresiones de aquello que es llamado “cultura popular”. Nada describe
mejor la podredumbre que destruyó nuestro país y lo precipitó a la bancarrota
eterna, que el cine mexicano de los años setentas y principios de los ochentas.
Nada describe mejor la hipocresía y el cinismo con el que se manejan las clases
gobernantes desde hace al menos 25 años, con su falaz “alternancia” política,
que el mal llamado “nuevo cine mexicano”; se presenta como denuncia lo que es
cínica propaganda.
Obviamente
la fórmula funciona para cualquier sociedad, no solamente la nuestra.
Para todos aquellos que buscan desesperadamente sus quince minutos de fama, les tenemos una gran noticia. Durante casi dos años, han sido protagonistas de una exitosa película de terror serie B. Y sabemos que no hay nada más vulgar y predecible que ese tipo de entretenimiento, nunca mejor llamado “entetanimiento”, tema del que ya hemos escrito en otras ocasiones, por lo que solamente recordaremos el postulado original:
“El ‘entetanimiento’ es la bazofia cultural que mantendrá al ser humano del siglo XXI convenientemente sedado, perpetuamente ansioso, sumiso y servil ante los dictados de la minoría que decidiría su destino".
La
película de terror de la cual todos hemos sido protagonistas, comenzó a finales
del año 2019, y como en todas esas expresiones de entretenimiento popular, no
tiene para cuándo acabar. Para darle un toque intelectualoide al asunto, a cada
una de sus entregas o capítulos se le ha nombrado con una letra del alfabeto
griego.
Repasemos
el argumento básico de éste particular tipo de entretenimiento, que generosamente
produce y envía a todo el mundo, el país vecino del norte. Invariablemente un
asesino psicópata prácticamente indestructible se ceba en personajes disolutos,
quienes generalmente realizan sus actos réprobos al aire libre, en un parque
público, una alberca, una casa de campo y como mandan los estereotipos, siempre
al amparo de la noche. Pensemos en una secuencia reproducida al hartazgo, el
ser indestructible camina, no corre detrás de sus víctimas quienes si corren
velozmente, pero de manera increíble, no pueden lograr separación alguna con su
perseguidor. El sanguinario gentleman hemos dicho, camina, no corre, guarda la
compostura y logra dar alcance y varios tajos de cuchillo a su licenciosa víctima.
Hace 40 años, las víctimas eran jóvenes pervertidos; en entregas recientes,
adultos y ancianos – no menos pervertidos -
son ejecutados. La bajeza moral de la víctima evita que el espectador sienta
– demasiada - empatía con ella. Todo está debidamente aderezado para
sugerir en el espectador pensamientos del tipo “en algo andaban”, “ellas se lo
buscaron”, “por no guardar sana distancia”.
La
película en cuestión reproduce la secuencia de persecución y ejecución descrita
líneas arriba durante hora y media aproximadamente. En ocasiones, para paliar
el tedio, se nos recuerda el origen del siniestro personaje: escapa de un
hospital para enfermos mentales; sobrevive o se convierte en un espectro
deformado a raíz de una quemazón; emerge del fondo de una alberca; se propaga a todo el mundo desde un mercado de
comida ubicado en una provincia China. Finalmente, un héroe logra dar muerte al anómalo asesino.
Después de cinco minutos de festejos y cuando el espectador comienza a compartir su alegría con los eufóricos protagonistas, el asesino indestructible reaparece
prometiendo más asesinatos en una futura entrega, mientras el fracasado héroe,
pone cara de “¿Qué pudo haber fallado?” convencido de que lo peor, está por
venir.
Y
así, variante tras variante, hasta llegar al episodio 15, “Omicron”, XV o como
mejor se deseé realizar la numeración.
No
hay nada más siniestro que estropear la navidad y los festejos de año nuevo, lo que asegura el éxito en taquilla, sin importar lo predecible, vulgar o
absurdo del argumento.
Y
así nos va…
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