martes, 28 de diciembre de 2021

 

Serie B

Juan Preciado



Para conocer el alma de un pueblo, como decían los clásicos, basta echar un ojo a las expresiones de aquello que es llamado “cultura popular”. Nada describe mejor la podredumbre que destruyó nuestro país y lo precipitó a la bancarrota eterna, que el cine mexicano de los años setentas y principios de los ochentas. Nada describe mejor la hipocresía y el cinismo con el que se manejan las clases gobernantes desde hace al menos 25 años, con su falaz “alternancia” política, que el mal llamado “nuevo cine mexicano”; se presenta como denuncia lo que es cínica propaganda.

Obviamente la fórmula funciona para cualquier sociedad, no solamente la nuestra.

Para todos aquellos que buscan desesperadamente sus quince minutos de fama, les tenemos una gran noticia. Durante casi dos años, han sido protagonistas de una exitosa película de terror serie B. Y sabemos que no hay nada más vulgar y predecible que ese tipo de entretenimiento, nunca mejor llamado “entetanimiento”, tema del que ya hemos escrito en otras ocasiones, por lo que solamente recordaremos el postulado original:

“El ‘entetanimiento’ es la bazofia cultural que mantendrá al ser humano del siglo XXI convenientemente sedado, perpetuamente ansioso, sumiso y servil ante los dictados de la minoría que decidiría su destino".

La película de terror de la cual todos hemos sido protagonistas, comenzó a finales del año 2019, y como en todas esas expresiones de entretenimiento popular, no tiene para cuándo acabar. Para darle un toque intelectualoide al asunto, a cada una de sus entregas o capítulos se le ha nombrado con una letra del alfabeto griego.

Repasemos el argumento básico de éste particular tipo de entretenimiento, que generosamente produce y envía a todo el mundo, el país vecino del norte. Invariablemente un asesino psicópata prácticamente indestructible se ceba en personajes disolutos, quienes generalmente realizan sus actos réprobos al aire libre, en un parque público, una alberca, una casa de campo y como mandan los estereotipos, siempre al amparo de la noche. Pensemos en una secuencia reproducida al hartazgo, el ser indestructible camina, no corre detrás de sus víctimas quienes si corren velozmente, pero de manera increíble, no pueden lograr separación alguna con su perseguidor. El sanguinario gentleman hemos dicho, camina, no corre, guarda la compostura y logra dar alcance y varios tajos de cuchillo a su licenciosa víctima. Hace 40 años, las víctimas eran jóvenes pervertidos; en entregas recientes, adultos y ancianos – no menos pervertidos -  son ejecutados. La bajeza moral de la víctima evita que el espectador sienta – demasiada - empatía con ella. Todo está debidamente aderezado para sugerir en el espectador pensamientos del tipo “en algo andaban”, “ellas se lo buscaron”, “por no guardar sana distancia”.

La película en cuestión reproduce la secuencia de persecución y ejecución descrita líneas arriba durante hora y media aproximadamente. En ocasiones, para paliar el tedio, se nos recuerda el origen del siniestro personaje: escapa de un hospital para enfermos mentales; sobrevive o se convierte en un espectro deformado a raíz de una quemazón; emerge del fondo de una alberca;  se propaga a todo el mundo desde un mercado de comida ubicado en una provincia China. Finalmente, un héroe logra dar muerte al anómalo asesino. Después de cinco minutos de festejos y cuando el espectador comienza a compartir su alegría con los eufóricos protagonistas, el asesino indestructible reaparece prometiendo más asesinatos en una futura entrega, mientras el fracasado héroe, pone cara de “¿Qué pudo haber fallado?” convencido de que lo peor, está por venir.

Y así, variante tras variante, hasta llegar al episodio 15, “Omicron”, XV o como mejor se deseé realizar la numeración.

No hay nada más siniestro que estropear la navidad y los festejos de año nuevo, lo que asegura el éxito en taquilla, sin importar lo predecible, vulgar o absurdo del argumento.

Y así nos va…

 

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