Desproporcionado
Juan
Preciado
Se
habla de proporción cuando en algo existe la correspondencia debida entre sus
partes, correspondencia que puede ser ética, estética o de esfuerzo, según sea el
caso. También hablamos de proporción para señalar la oportunidad de lograr
algo.
En
matemáticas, la famosa “regla de 3“ que utilizamos todos los días, es una regla
de proporción. Por ejemplo, en 2017, la Organización mundial de la salud publicó
un estimado de muertes causadas por gripe y sus complicaciones en todo el mundo,
650 mil al año. Hoy día, en 5 meses en todo el mundo han muerto 250 mil 134
personas presuntamente por covid-19. Utilizando la regla de proporción
mencionada y bajo las mismas condiciones, el año 2020 terminará presuntamente con 600 mil 321
muertes, es decir, 50 mil decesos menos.
Quiere
decir que en proporción y claro, únicamente en el rubro de las enfermedades
respiratorias, este será el más saludable de los últimos 5 años. Consideremos también que este año el número
de contagios y muertes debido a la gripe asesina están siendo contados con
lupa, y las mediciones anteriores fueron seguramente bastante laxas.
La
situación actual, nos proporciona –es decir, nos brinda la oportunidad- de
analizar las medidas tomadas para que podamos gozar de tanta salud.
Por
ejemplo, podemos hacer una reducción al absurdo y aplicar el método de
enclaustramiento para “prevenir” todos los problemas de salud pública y de
seguridad que existen. Podemos meter en cuarentena a cuanta persona obesa
encontremos, con la promesa de terminar su confinamiento en cuanto desaparezca
su condición, haciendo la valoración en kilos, talla de ropa, presión arterial
o todo junto. Mientras dure su confinamiento, no podrían ir a trabajar y se le
entregaría una despensa generosa en productos vegetales con alto contenido
vitamínico y mucha fibra. Para prevenir “futuros contagios” podemos colocar en
cada establecimiento que venda pizzas, hamburguesas, refrescos y comida
chatarra en general, el famosos y atractivo letrero “¡Cuidado! Está usted
entrando en zona de alto contagio”. A la entrada de restaurantes, fondas y
cualquier establecimiento que ofrezca comida, se tomará el peso y talla de las personas que
deseen ingresar y sospechosas de obesidad. Si el índice de grasa corporal
excede lo estipulado, se le prohibirá la entrada. A quién intente ingresar a
una pastelería, panadería o tienda de helados, se le pinchará el dedo para
medir los niveles de azúcar en la sangre. Si además se esculca la bolsa de usuarios
del metro, podemos evitar el trasiego de engordantes. Imaginemos una sociedad modelo
donde en las oficinas gubernamentales la gente se dedica a atender al público,
en vez de estar perdiendo el tiempo masticando su guajolota. Los policías estarían
en sus hogares “poniéndose en forma” en vez de estar buscando a quien extorsionar.
En
caso de obesidad y diabetes, la permanencia en casa parece ser la solución
correcta.
Analicemos
ahora, ese peligroso contagio que determina el asesinato impune. Olvidemos el pasado y limitémonos a analizar los
números del año 2020. En tres meses, 7 mil 300 homicidios, sin contar osarios
ni embolsados, que esos entrarán en la estadística cuando sean encontrados, si
es que los cuentan. Podemos estimar que el año terminará con 29 mil 200 muertos
por violencia, contra los probables 6
mil 813 muertos atribuidos al virus pestífero. Bien vale la pena el claustro a fin de no llegar a esos números.
Podemos
colocar mantas, con el texto líneas arriba descrito, afuera de bares y salones
de baile “con ambiente familiar”, restaurantes, casinos, estadios de futbol, discotecas,
lupanares, maquiladoras, estaciones del metro, paraderos de “micros”, dentro de
cada taxi, universidades, preparatorias, secundarias, primarias, parques,
tiendas de conveniencia, supermercados, guarderías y en general, sitios donde encontremos
población vulnerable. Nadie saldría de
su casa, qué caray.
“(…) si las medidas excepcionales son el fruto de los períodos de crisis política y, en tanto tales, están comprendidas en el terreno político y no en el terreno jurídico constitucional, ellas se encuentran en la paradójica situación de ser medidas jurídicas que no pueden ser comprendidas en el plano del derecho, y el estado de excepción se presenta como la forma legal de aquello que no puede tener forma legal”.
Giorgio Agamben
Las
consecuencias sociales nos dicen a las claras que las medidas adoptadas para
esconder –en el mejor de los casos- un sistema de salud pública criminalmente
abandonado, han sido completamente desproporcionadas. El absurdo no es solamente
porque aquello que deviene neumonía es contagioso y lo que deviene peritonitis no lo es (por ejemplo); a fin de cuentas en los hospitales de éste país
nunca hay camas disponibles. El absurdo es el estado de excepción en que
vivimos desde siempre y ahora más que nunca. Nadie es tan ignorante, atrasado o
primario, para desestimar la existencia de enfermedades, muertos y el daño
social que esto puede acarrear, pero el mensaje que podemos colegir de la razón
que priva actualmente dada su torpeza y sus terribles resultados, es la quiebra
intencional de un país entero para poder hacer negocios bajo el esquema de economía
de guerra. Si la gente cree en alienígenas, vampiros, inyecciones letales y
radiofrecuencias envirulantes, se debe a la ignorancia si, pero también y
principalmente, al absurdo que nos rodea.
Y
así nos va
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