miércoles, 29 de febrero de 2012

La política y el trabajo



Juan Preciado

Fue en Francia, durante los años previos a la revolución, donde se dividió a los políticos en tres clases, según defendían los intereses de un grupo específico de la población. Potencia colonial al fin, no podía hacerlo más que de la siguiente manera: en el ala izquierda –siempre desde la posición del rey- se agrupaban los políticos ilustrados que velaban por los intereses de la clase trabajadora y del pueblo en general al grito de “Libertad, igualdad, fraternidad”. Los del ala derecha defendían una visión monárquica de la sociedad y velaban por los intereses de los grupos de poder. Al centro estaba la masa indiferenciada e indiferente que, desde entonces, ambos grupos luchan por sumar a sus filas.

Luego entonces, lo primero que debe preguntarse un político para definir su orientación política, es de qué lado del sartén desea estar; con los que tienen el mango o con los que son chamuscados. Del lado del que detenta los medios de producción o del lado de quienes aportan su fuerza de trabajo en la cadena de producción. En cualquier caso, estamos hablando de trabajo, fuerza de trabajo, los medios de producción y la distribución de las ganancias.

Los políticos mexicanos, sabemos todos, decidieron estar del lado del erario, del presupuesto.

Podemos imaginar entonces la perplejidad psicológica de un político mexicano ante la imposibilidad de definir su “perfil político”, considerando su apego al presupuesto. Quizá de ahí provenga su incapacidad absoluta para tomar una decisión medianamente razonable.

Del trabajo, para empezar, no sabe nada porque él mismo no realiza actividad productiva alguna. Mucho menos sabe lo que significa ganar un sueldo, no tiene idea de lo que son las fuerzas productivas, la propiedad privada/pública sobre los medios de producción y la palabra trabajo remunerado le parece peligrosa de primera instancia.

Si alguien se pregunta por qué razón los políticos mexicanos no hacen nada por mejorar las condiciones laborales del individuo, y elevar el salario que perciben los trabajadores, debe considerar seriamente lo anterior.

Debe haber una manera de hacerles entender que robar, estafar, prevaricar y falsear información financiera entre muchos ilícitos, no es igual a percibir un salario.

Robarse la mitad de la partida secreta no es precisamente “ganarse el pan con el sudor de su frente”. Enajenar bienes públicos no es “redistribución del ingreso”. Uso de contratistas, “outsourcing” e intermediarios no es manejar de manera eficaz las fuerzas productivas, es buscar sobras, dádivas, comisiones y ayudar a los amigotes a entrar en la cadena de distribución, cuidando bien que los dineros no lleguen a los destinatarios legítimos. Y todavía hablan –sin saber- de una “reforma laboral”. ¿Cómo van a reformar algo siendo como son completamente ignorantes?

Los ejemplos anteriores y muchos, muchos más suceden en México con cualquier administración: local o federal, de izquierda o de derecha. En realidad en México no existen los partidos de izquierda, es decir, no son una izquierda ortodoxa, son algo más creativo: la izquierda sí, pero de la derecha.

El populismo no es la aplicación de recursos para el bien común, eso se llama distribución del ingreso. Seguridad social no solamente es atención médica o seguro de desempleo, es principalmente invertir recursos públicos para prevenir el delito, fomentar el desarrollo científico y evitar la formación de políticos rapaces: la educación. Esto lo saben muy bien países del norte de Europa, Canadá y en el insólito caso latinoamericano, Brasil. El bienestar social de una nación es directamente proporcional a su desarrollo científico y tecnológico.

Populismo es pretender que las ideas del grupo en el poder, ideas que obviamente le son favorables para realizar la enajenación de bienes públicos, son ideas de todos y el sistema hace todo lo posible, a través de los medios de adoctrinamiento de masas (Radio, T.V. y toda la industria del “entretenimiento”) para convencer a la gente de ello. Y esto lo hace muy bien la derecha.

Por eso el sistema político mexicano ideó un interregno electoral, para que los medios de manipulación de masas a su servicio, hagan el trabajo que les corresponde.

Y nosotros, si somos inteligentes, debemos cumplir con nuestro deber: apagar el televisor.

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