martes, 28 de febrero de 2012

La educación en Finlandia



Finlandia no es un estado fallido. Este pequeño país, con la mitad de su territorio por encima del círculo polar ártico, poco poblado, otorga a sus habitantes niveles de bienestar por encima de cualquier país del planeta, sólo debajo de Dinamarca. Esto se logra gracias a un excelente programa educativo. La educación en Finlandia es pública y gratuita. Y es la mejor inversión que un país civilizado puede hacer.

José Blanco

En el ranking del índice de percepción de la corrupción que publica Transparencia Internacional para 2010 Finlandia aparece con un índice de 9.2 de un máximo de 9.3, que corresponde a Dinamarca. México ostentaba uno de 3.1 (3.6 en 2002: la corrupción aumenta sin freno).

Los niños fineses tienen el lugar número uno mundial desde 2000, en que la prueba PISA comenzó a aplicarse a escala global, con ligeras variaciones en algunos años, en los rubros evaluados: lengua, matemáticas y ciencias. Los niños mexicanos ocupan el lugar 49 (PNUD 2007-2008). ¿Serán los finlandeses los niños más inteligentes del mundo?

Los científicos que han completado la secuencia del genoma humano encuentran que los rasgos físicos externos de las personas corresponden a sólo 0.01 por ciento de los genes. Medir la inteligencia, las aptitudes o el carácter por el color de la piel es algo ajeno a la realidad científica.
A estas alturas del siglo XXI, el nivel de ingreso de un país está determinado, muy principalmente, por el nivel de conocimientos y de aptitudes de la población para resolver problemas e innovar en todos los planos de la vida social. En 2011 el PIB per cápita de Finlandia era de 35 mil dólares y el de México de 13 mil 900, con el agravante de que el coeficiente de Gini era en Finlandia de 0.2688 (año 2000, último dato que pude encontrar), y en México era de 0.5174, en 2008; de paso: en 2006 era 0.4811, es decir, la concentración del ingreso ha estado avanzando rápidamente (el coeficiente de Gini, entre más cerca está de cero, más pareja es la distribución del ingreso); (datos de World factbook).

¿Por qué Finlandia es un país de alto nivel de ingreso, tan parejamente distribuido, y México es un desastre en el que la (pésima) educación y el ingreso están rabiosamente concentrados? Porque Finlandia posee uno de los mejores sistemas educativos del mundo, que empezó a reformar valientemente hace algo más de treinta años. Por supuesto, esta es la respuesta inmediatamente detrás de los referidos datos de Finlandia; es necesario explicar cómo los fineses pudieron hacer la maravilla que han hecho de su educación y que continúan mejorando.

El profesor Paul Robert, director del Colegio Nelson Mandela, de Clarensac, Gard, en Francia, decidió averiguarlo y fue a bucear por todo el sistema educativo finés. El programa europeo Arion le permitió hacer una visita de estudio en ese país, en abril del 2006, que fue organizada por Esa Räty, director del Colegio de Niinivaara, agrupando a 18 responsables de oficinas de educación procedentes de 14 países, desde Noruega a Turquía.

Reproduzco unos cuantos de los hallazgos del profesor Robert en Finlandia.

La diferencia entre niños y niñas es mucho menor que en cualquier otro de los países participantes. Los niños no responden tan bien como las niñas en lectura, pero la diferencia entre unos y otras es mucho menor que en cualquier otra parte. Y en matemática, a diferencia de los demás países, las niñas responden casi tan bien como los niños. Otra característica notable es que en Finlandia el impacto de las diferencias sociales sobre los resultados de los alumnos es el más bajo. De manera muy significativa, la cuarta parte más desfavorecida de la población de alumnos finlandeses en términos socioeconómicos se sitúa en matemática, sobre la media de los países de la OCDE.

La proporción de alumnos que obtuvieron bajos resultados en matemática es mucho menor en Finlandia que en cualquier otra parte (6 por ciento contra un 21 de la media de países de la OCDE). El hecho deriva de la gran confianza que los alumnos fineses tienen en sí mismos, en sus competencias y en su potencial de aprendizaje: el nivel de ansiedad relacionado con el aprendizaje de matemáticas aparece claramente más bajo que en los otros países.

Finlandia es un país donde las desigualdades consiguen ser corregidas mejor por la educación; es un país donde las diferencias de capacidad entre los niños y niñas son las más bajas y donde los alumnos tienen una valoración muy positiva de ellos mismos con relación a los aprendizajes.
La polémica por la reforma comenzó con esta pregunta: ¿qué es necesario poner en el centro del sistema, el alumno o los conocimientos? Finlandia eligió sin discusión la primera alternativa. Parece incluso que un fino y profundo análisis de las necesidades reales de cada alumno es lo que está detrás del asombroso éxito del sistema. La idea es que un alumno feliz, bien desarrollado [la palabra desarrollado no traduce, dice el profesor Robert, el participio épanoui. El verbo épanouir se refiere al abrirse de una flor, y hace referencia metafórica a un estado de despliegue, de expansión de potencialidades] adquirirá más fácilmente los conocimientos fundamentales. No se trata de la utopía de un pedagogo iluminado: es sólo la idea que orienta la acción de todos: el Estado, las municipalidades, los directores de establecimiento, los profesores… Finlandia respeta profundamente los conocimientos, pero respeta aún más a los individuos que están en proceso de adquirirlos.

El profesor Paul Robert se pregunta: ¿qué hacemos para que Francia pueda reproducir los hallazgos e innovaciones que llevaron a Finlandia a crear uno de los mejores –si no el mejor– sistema educativo del mundo?

Toda divergencia entre la escuela y la casa debe ser borrada al máximo. Las relaciones entre los profesores y los alumnos son de gran familiaridad, lo que no excluye en ningún caso el respeto mutuo. Desde el jardín de niños hasta el liceo, los profesores son accesibles y están están disponibles y atentos.

Uno de los criterios que el colegio de Niinivaara enfatiza en su autoevaluación es el sentimiento que tienen los propios alumnos de poder ser ellos mismos en toda circunstancia. Los niños comienzan normalmente el aprendizaje de la lectura hasta los siete años. Antes, cada día es dedicado a una disciplina (música, deporte, actividades manuales o artísticas, lengua materna, matemáticas) pero los niños trabajan solamente durante la mañana, siempre de manera muy atractiva. La tarde es reservada al juego, siempre organizado como aprendizaje.

Existen grupos de apoyo para los alumnos que muestran tener dificultades en una u otra materia. Además, se envía a la clase un auxiliar para apoyarlos. La jornada de trabajo se organiza cuidando respetar los ritmos biológicos del niño y de evitar todo cansancio inútil: hasta los 16 años –cuando se finaliza la escuela obligatoria– las sesiones se limitan a 45 minutos y se entrecruzan con periodos de descanso de 15 minutos durante los cuales los alumnos pueden caminar libres por los pasillos, hablar tranquilamente en las salas de descanso, jugar o utilizar las computadoras puestas a su disposición.

Durante los primeros años de la escuela obligatoria (de siete a 13 años), el número de alumnos por clase no debe sobrepasar de 25. En el liceo, los grupos se forman en función de la inscripción de los alumnos: el tamaño de los grupos es variable.

Desde la escuela primaria, incluso en la secundaria, hay auxiliares de educación que colaboran con el profesor en la misma clase o se hacen cargo de grupos reducidos de alumnos que necesitan ayuda particular.

Subrayo con fuerza el pilar central del método educativo, que empieza a extenderse por el mundo desarrollado, principalmente en la educación superior y en algunas universidades fuera de ese mundo, pero que en Finlandia lo han llevado al conjunto del sistema educativo. Dice el profesor Robert: a lo largo de mi visita no asistí a ninguna clase magistral. Siempre vi alumnos en actividad, solos o en grupo. Ésa es la norma. El profesor no está ahí para dictar lecciones; está allí como un recurso entre otros. En una clase de finés las paredes están cubiertas con estantes de libros; no hay una sala que no tenga retroproyector, computadora, videoproyector, televisor y lector de DVD’s.

Nada de obligación, nada de pesadez. No se puede forzar a los alumnos; es necesario darles posibilidades diferentes para aprender, para adquirir competencias (dice Hannu Naumanen, director del Colegio Pielisjoki). Por eso reina en las clases una atmósfera de sana cooperación, donde cada uno está en su lugar y tiene un papel en la construcción colectiva del conocimiento.

Finlandia quiere que los alumnos accedan al conocimiento con entusiasmo y eso sólo es posible si llegan a ser plenamente protagonistas de su aprendizaje. El profesor no está allí para hacerlo todo: él organiza, ayuda a los alumnos a aprender. (Sirkky Pyy, profesora de inglés). Eso se dice en un documento de la Facultad de Educación de Joensuu, titulado Lo que hace a un buen profesor. Se pide al profesor controlar la estructura de los conocimientos en su disciplina, se espera sobre todo que favorezca el aprendizaje de sus alumnos en una atmósfera de tolerancia y respeto. Se le pide aún más: crear situaciones de aprendizaje variadas y estimulantes, no imponer nunca un conocimiento.

Insistamos: la clase, como grupo de alumnos, no existe ya.

Hasta los nueve años los alumnos no son evaluados con notas. Sólo a esa edad los alumnos son evaluados por primera vez, pero sin emplear cifras. Después no hay nada nuevo hasta los 11 años. Es decir que en el periodo aproximadamente equivalente a nuestra escuela primaria los alumnos sólo pasan por una única evaluación. Así, la adquisición de los saberes fundamentales puede hacerse sin la tensión de las notas y controles y sin la estigmatización de los alumnos más lentos. Cada uno puede progresar a su ritmo sin interiorizar, si no sigue al ritmo requerido por la norma académica, ese sentimiento de deficiencia o incluso de nulidad que producirá tanto fracasos posteriores, esa imagen de sí tan deteriorada que, para muchos alumnos, hace que los primeros pasos sobre los caminos del conocimiento sean a menudo generadores de angustia y sufrimiento. Finlandia ha elegido confiar en la curiosidad de los niños y en su sed natural de aprender.

El impresionante éxito de la educación finlandesa no es, en consecuencia, debido solamente a la proeza de una sabia construcción técnica: ella está ligada a una lengua, a una cultura, a un pueblo que ha hecho del desarrollo de la persona humana, en todos sus componentes, la finalidad fundamental de la educación.

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