Juan Preciado.
El
pretexto siempre es la pobreza, la falta de educación, de oportunidades, etc. En realidad, lo que siempre falta es la dignidad, el pundonor, la vergüenza.
Llamamos
sinvergüenza a quién comete actos ilegales en provecho propio; y que además lo
hace sin remordimiento, con cinismo, no importando quién ni cuantos lo señalen
como delincuente, estafador o corruptor. Calificamos como desvergonzado al que
hace alarde con descaro de sus faltas, de sus tropelías, de sus vicios.
Giorgio
Agamben define la vergüenza como la respuesta a aquello que no podemos asumir.
Por eso al referirnos a la clase política mexicana no podemos mas que decir: no tienen
vergüenza.
Se
asumen sin ningún problema como mentirosos, embusteros, cómplices,
delincuentes, corruptos, canallas, mezquinos. Y el mexicano promedio hace lo
mismo.
Cinismo
Al
poder en turno, y a sus operadores, no les avergüenza entregar limosna a la
gente con tal de garantizar su permanencia al frente del changarro. Sin vergüenza afirman
que ellos no hicieron lo que está videograbado, que ellos no hicieron aquello
que se evidencia en los tumultos que se forman en los supermercados provocados
por su contraparte, los otros sinvergüenzas que por unas migajas hoy se quedaron
sin mañana. Y ambos hacen ostentación cínica de sus faltas, de su mezquindad.
No
hay pobreza que justifique la desvergüenza. El problema es que el mexicano
promedio ha aprendido a comportarse a través del miserable ejemplo que le da el
poder en turno. Sospechosos de delitos son todos. El mexicano de a pie ha
aprendido a comportarse a través de las viñetas que le presenta la televisión,
a través de la apología de la violencia, del delito, de la marrullería y del
desenfreno –siguiendo a Platón- que éstas le ofrece día con día. No hay nada
que el sistema de poder no intente controlar, no hay ningún mensaje
desarticulado.
El
mexicano sabe que el mexicano hace trampa. Se escandaliza –desvergonzadamente-
de la trampa ajena mientras ignora la propia.
El
IFE, esa vergüenza nacional –para quien tenga vergüenza- afirma machaconamente,
que en estas elecciones “hemos consolidado nuestra democracia electoral”. ¿Qué
significa esta afirmación? Si nos atenemos a la realidad objetiva, significa
que el señor titular del IFE ha aceptado como valido un sistema electoral
corrupto, mentiroso, escandalosamente ineficiente y de pilón carísimo. Lo asume
y por eso no siente vergüenza. Los señores del IFE se están llevando carretadas
de dinero a los bolsillos, cuando son incapaces de contar sin equivocarse del 1
al 100. Y lo hacen de manera desvergonzada. Sin remordimiento se asumen
inútiles, incapaces y ávidos de dinero. Si uno ingresa a la página de internet
que muestra los resultados del los comicios, puede observar casillas
electorales con una votación mayor al 100%. Se reportan casillas con 300
votantes que al mismo tiempo entregaron más de mil votos.
¿Cómo es esto posible?
Ahora,
presentan la farsa del conteo distrital sin modificar ninguno de estos errores.
Hay casillas en las que se infló la votación en 1000%. ¿Cómo es esto posible?
Es decir: ¿cómo se puede hablar de una jornada ejemplar y de tonterías y
sinvergüenzadas por el estilo, cuando la
realidad, su propia realidad –el PREP- los contradice? Es la burla de la burla.
Del
otro lado, en el colmo de la desvergüenza, nos enteramos de la compra y
coacción del voto gracias a una sarta de desvergonzados que exigen al sistema
de poder que los corrompe, y se corrompe a través de ellos, que cumpla con lo
prometido: unas migajas, unos cuantos despojos, unas sobras para que estos
artífices de la corrupción puedan sentir la satisfacción que siente el
psicópata cuando destruye una vida. Estos sinvergüenzas destruyeron la suya y
la de miles, miles de personas cuya única falta es tener la desgracia de
compartir con ellos y con la clase política mexicana, un territorio plagado de
sinvergüenzas.
No
me puedo asumir como cómplice de la estafa mayúscula en que han convertido la
“democracia” mexicana. Y es por esto que siento una profunda vergüenza.
Reconozco
-y agradezco infinitamente- que soy afortunado al poder sentir vergüenza en medio de este
desvergonzado manicomio.
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