"Todo esto tiene que ver con Irán y nuestro deseo de destruir a la república islámica"
Robert Fisk
¿Se habrá visto en Medio Oriente
una guerra en la que impere semejante hipocresía? ¿Una guerra de tal cobardía,
moralidad malvada, con tan falsa retórica y vergüenza pública? No hablo de las
víctimas físicas de la tragedia en Siria. Me refiero a las mentiras y
mendacidad de nuestros gobernantes y nuestra opinión pública –tanto en Oriente
como en Occidente– en ambos casos, dignas de risotadas: no son sino una
horrible pantomima más propia de una sátira de Swift que de Tolstoi o
Shakespeare.
Mientras Qatar y Arabia
Saudita arman y financian a los rebeldes sirios para derrocar la dictadura
alawita-baazista-chiíta de Bashar Assad, Washington no pronuncia ni una crítica
contra estas naciones. El presidente Barack Obama y su secretaria de Estado
Hillary Clinton dicen que quieren democracia para Siria, pero Qatar es una
autocracia y Arabia Saudita está entre los más perniciosos califatos
dictatoriales del mundo árabe. Los gobernantes de ambos estados heredan el
poder de sus familias, igual que lo hizo Bashar, y Arabia Saudita es aliada de
los opositores salafistas waabitas de Siria de la misma forma en que fue un
ferviente defensor del Talibán medieval durante las épocas oscurantistas de
Afganistán.
Ciertamente, 15 de los 19
secuestradores y asesinos en masa del 11 de septiembre de 2001 eran sauditas,
razón por la cual, desde luego, bombardeamos Afganistán. Los sauditas reprimen
a su minoría chiíta de la misma forma en que hoy desean destruir a la minoría
alawita- chiíta de Siria. ¿Y así creemos que Arabia Saudita quiere democracia
para Siria?
Después tenemos al Hezbolá
chiíta, milicia-partido en Líbano, mano derecha chiíta de Irán y simpatizante
del régimen de Bashar Assad. Durante 30 años Hezbolá ha defendido a los chiítas
oprimidos del sur de Líbano contra las agresiones de Israel. Se han presentado
como defensores de los derechos de los palestinos en Cisjordania y Gaza, pero
ahora que enfrentan el lento colapso de su inescrupuluso aliado en Siria les
robaron la lengua. Ni ellos ni su principesco líder, Sayed Hassan Nasrallah,
han dicho palabra sobre las violaciones y asesinatos masivos de sirios a manos
de los soldados de Bashar y la milicia shabiha.
Tenemos también a los héroes
de Estados Unidos: la Clinton, el secretario de Defensa, Leon Panetta, y el
mismo Obama. Clinton lanzó una enérgica advertencia a Assad. Panetta, el mismo
que mintió repetidamente a las últimas fuerzas estadunidenses en Irak con el
viejo cuento sobre el nexo entre Saddam y el 9/11, anuncia que las cosas se
precipitan y están fuera de control en Siria. Esta ha sido la situación durante
al menos seis meses. ¿Recién se está dando cuenta? Obama dijo la semana pasada
que dado el arsenal de armas nucleares que tiene el régimen, seguiremos
dejándole claro a Assad que el mundo lo está observando.
Ahora bien, ¿no fue un
periodicucho llamado El Águila Siberiana el que, temeroso de lo que
Rusia pudiera hacer en China, declaró que estaba observando al zar de Rusia?
Ahora llegó el turno de Obama de enfatizar la ínfima influencia que él tiene en
los conflictos del mundo. Bashar Assad debe estar temblando de terror dentro de
sus botas.
¿En realidad querrá la
administración estadunidense abrir los archivos de las atrocidades de Bashar
Assad para verlos a plena luz? Hace pocos años el gobierno de Bush enviaba musulmanes
a Damasco para que los torturadores de Bashar Assad les arrancara las uñas para
obtener información, los mantenía presos por pedido de Washington en el mismo
agujero infernal que los rebeldes hicieron volar en pedazos la semana pasada.
Las embajadas occidentales, con mucho rigor, enviaban a estos torturadores
preguntas para hacer los interrogatorios a las víctimas. Assad, ustedes saben,
era nuestro bebé.
Está además esa nación vecina
que nos debe tanta gratitud: Irak. La semana pasada se perpetraron en un día 29
ataques con bomba en 19 ciudades, con saldo de 111 civiles muertos y 235
heridos. El mismo día, el baño de sangre sirio se consumó con más o menos el
mismo número de bajas inocentes. Pero Irak ya está muy abajo, en la plana en
que se da prioridad a Siria; bajo el doblez, como decimos los periodistas,
porque, desde luego, le dimos su libertad a Irak. Una democracia Jefersoniana,
etcétera, etcétera. ¿No es cierto? Así que esta matanza ocurrida al este de
Siria no tuvo mucho impacto, ¿verdad? Nada de lo que hicimos en 2003 tiene que
ver con el actual sufrimiento en Irak, ¿correcto?
Y hablando de periodismo,
¿quién en el noticiero World News de la BBC decidió que los preparativos para
los olímpicos debían tener precedencia sobre los abusos en Siria toda la semana
pasada? Era natural que los diarios británicos y la BBC inglesa abrieran con la
noticia local de las Olimpiadas, pero es una decisión lamentable que la emisión
mundial de la BBC diera mayor importancia al paso de la llama olímpica que a los
niños muertos en Siria, incluso cuando cuentan con un valiente reportero que
envía sus despachos desde Alepo.
En el siguiente rubro incluyo
a nosotros, los amados liberales que velozmente atiborramos las calles de
Londres para protestar por las matanzas israelíes de palestinos, con mucha
razón, por supuesto. Cuando nuestros líderes políticos se complacen en condenar
a los árabes por sus salvajadas, pero son demasiado tímidos para decir una
palabra de tibia crítica cuando el cobarde ejército israelí comete crímenes contra la
humanidad, o bien observa cómo sus aliados hacen lo mismo en Líbano, la gente
común debe recordar al mundo que no son tan cobardes como sus políticos. Pero
cuando el conteo de muertes en Siria alcance 15 mil o 19 mil, tal vez 14 veces
el número de fatalidades resultantes del feroz ataque de Israel contra Gaza en
2008 y 2009, con la salvedad de los sirios expatriados, apenas y un solo
manifestante sale a la calle a condenar estos crímenes contra la humanidad.
Las atrocidades de Israel no
han tenido esta magnitud desde 1948. Con razón o sin ella, el mensaje que
enviamos es simple: exigimos justicia y el derecho a la vida para los árabes
que son víctimas de matanzas cometidas por Occidente y sus aliados israelíes,
pero no nos importa cuando están siendo asesinados por otros árabes.
Todo este tiempo nos olvidamos
de la gran verdad: que todo esto es un intento por aplastar a la dictadura
siria, no por nuestro amor a los sirios ni por nuestro odio para nuestro otrora
amigo Bashar Assad, ni por nuestra indignación contra Rusia, cuyo lugar en el
templo dedicado a los hipócritas está claro cuando vemos cómo reacciona a todos
los pequeños Estalingrados que hay por toda Siria.
No, todo esto tiene que ver
con Irán y nuestro deseo de destruir a la república islámica y sus infernales
planes nucleares –si es que existen–, lo cual no tiene nada que ver con los
derechos humanos o con el derecho a la vida o la muerte de los bebés sirios. Quelle
horreur!
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca
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