Juan Preciado
Cada que llega la temporada de lluvias, al unísono
comienzan las declaraciones que aseguran: las inundaciones en la ciudad son
resultado, no de las deficiencias en el sistema del alcantarillado, ni de la
basura que tapa las -de por sí insuficientes- coladeras, sino a las lluvias
atípicas que suceden, ¡oh paradoja!… cada año.
Si pensamos que alguien que no sabe diferenciar típico
y atípico es el responsable del sistema de aguas de la ciudad, comenzamos a entender la raíz del problema.
Toda el agua que llega en la temporada es enviada directamente al desagüe; se
entubaron los ríos que llegaban a la ciudad con el objeto, no de aprovechar el
agua, si no para vaciar ahí los desechos de la ciudad. Terrible y equívoca
solución. El resultado de entubar es que, en temporada de lluvias, la
ciudad se inunda con aguas negras, mientras el agua potable escasea el resto
del año.
El acceso al agua potable nos muestra la desigualdad
social que prevalece en tan progresista ciudad. Agua turbia, llena de residuos,
que no sirve para consumo humano, ni siquiera para lavar ropa al oriente de la
ciudad; abundante agua, cristalina, para regar parques y jardines o dejarla
correr en constantes fugas, al poniente de la ciudad, en las zonas de mayor
poder adquisitivo. Y sólo por casualidad, las inundaciones siempre suceden al
oriente, hacia donde se dirigen los desechos de la inmensa capital.
Por el rumbo de Santa Fe llegan a la capital del país
el río Becerra y el río Tacubaya. El río Becerra llega con agua de aceptable calidad
que se contamina de desechos antes de ser entubada. Una vez entubada, tiene que
cruzar toda la ciudad para salir por el túnel emisor oriente, con la cauda de
desechos que se agreguen en su recorrido. Algo absurdo. Las únicas plantas de
tratamiento de agua en la ciudad, se encuentra dentro de los inmensos
“desarrollos de lujo” de uso mixto que por doquier se construyen en la
atiborrada ciudad de México.
Por la zona de San Bartolo Ameyalco, al sur de la
ciudad, llegan el río Magdalena y el río Eslava. Zona de grandes contrastes
socioeconómicos, presenta el modelo a seguir por la administración local en lo
que se refiere a justicia social. Para los menos favorecidos, escasez de agua;
en la misma zona, fraccionamientos de lujo se benefician de la llegada de ambos
ríos para, entre otras cosas, poder llenar las albercas. Cualquier otra cosa
que se diga respecto al actual enfrentamiento entre las “autoridades” y los
pobladores de San Bartolo Ameyalco, es, como siempre, un embuste. Paréntesis: Padeciendo
a nuestras “autoridades”, es de risa
saber que, autoridad proviene de “auctoritas” una palabra que, entre otras
cosas, designaba una realidad creadora, así como progreso; habrá que buscarles
otro nombre.
El problema del agua de la ciudad de México es una
bomba de tiempo con muchos billetes de por medio. Si la solución de la
administración local tiende hacia la tramposa e inútil privatización, se
perderá muchísimo dinero, muchísima agua y será mejor pensar en irse a vivir a
otro lado. ¿Por qué privatizar la solución a un problema que está al alcance
del gobierno de la ciudad resolver? ¿Por qué buscar la solución donde no la
hay, inventando excusas como la falta de dinero para justificar la búsqueda de
inversión privada? Para encontrar respuesta a un problema que suponemos
irresoluble o para encontrar lógica a la absurda solución propuesta, Sherlock
Holmes, el personaje inventado por Arthur Conan Doyle nos da la pista: Follow
the Money.
Y entonces caemos en cuenta de lo obvio: detrás de la
intentona de encargar a particulares lo que es responsabilidad del gobierno,
hay mucho dinero en juego. Y lo anterior es válido, tanto para el sistema de
aguas de la ciudad de México, como para la CFE o la anunciada inversión
extranjera en PEMEX. Sabemos que abrir cualquier responsabilidad del gobierno
local y federal a la inversión privada, significa cobrar elevadas comisiones
por concesionar el gran negocio a los amigotes; lo de siempre, negocio redondo
para unos cuantos.
La venta de agua embotellada a un elevado precio, es
el inicio de la privatización.
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