lunes, 9 de abril de 2012

El que mucho habla poco dice y peor aún… menos hace


Como el candidatito se da aires de cosmopolita y hombre de mundo, pone de ejemplo a Europa y Estados Unidos, eso siempre apantalla.

Juan Preciado

Los espartanos eran temidos como guerreros y como interlocutores.  Se cuenta que estando sitiada la ciudad, los sitiadores enviaron un mensaje al general espartano exigiendo su rendición: “Si entramos en la ciudad, no dejaremos piedra sobre piedra”, a lo que el espartano respondió: “Sí”.

A este modo de hablar, diciendo mucho con pocas palabras, se le llama lacónico. La palabra proviene del griego, laconio o lacedemonio se nombraba al habitante de lacedemonia, región griega cuya ciudad más importante fue Esparta.

Los políticos mexicanos pueden presumir de utilizar muchas palabras y no decir absolutamente nada.

Si una candidata dice que “fortalecerá el lavado de dinero…” nos dice a las claras que no tiene idea de qué habla, no sabe lo que está diciendo. Y esto es sintomático. En un anuncio de radio, esta señora nos dice que quiere una policía que cumpla con su deber, y que este deber es cuidar a los ciudadanos y bla, bla, bla. El trabajo de producción entrega una voz que grita, con efecto de estadio, para dar a entender que se dirige a la multitud. El sonsonete de la señora nos recuerda un estilo de discurso político decimonónico.

Estos efectos nos hablan de que la señora y la persona o el equipo que le fabricó su comercial no están seguros de que la gente la escuche. Y con sus declaraciones, confirmamos que cuando habla ni ella se escucha. También grita quien no tiene argumentos para convencer a sus interlocutores.

Y para rematar, dice que necesita de nuestra ayuda. Si le vamos a ayudar entre todos, pues que no cobre sueldo. Se parece tanto a “la solución somos todos”, que da, lo menos, flojera.

El otro candidato de la derecha (que son 3; bueno, dos y medio) no grita, pero gesticula de manera amenazante, tan amenazante como su postura ante la “reformas estructurales". El movimiento de sus manos habla de alguien que al no tener argumentos –ni teleprompter a la vista- no dudará en utilizar la fuerza pública a la menor provocación. Por ejemplo, cuando de reprimir campesinos levantiscos en Atenco se trate. Nos dice que reforzará, cambiará, mejorará la seguridad para los ciudadanos. Suponemos que, debido a la estrategia escandalosamente fallida que implementó en el estado de México, al menos ya sabe qué no debe hacer.

El candidato pequeño (y lo decimos por su partido, no por sus ideas, que conste) tiene un frenesí privatizador qué da que pensar. Quiere privatizar hasta los suspiros y lo hace, claro, llamando a la incapacidad del gobierno para administrar lo poco que queda del Estado. Curiosa lógica, en vez de pensar en cambiar al Estado; al Estado como institución y al estado de las cosas. Su discurso es igualito al del salinismo, la diferencia es que queda muy poco por privatizar, PEMEX, CFE y la gran idea del sexenio que viene, privatizar el sistema carcelario del país. El argumento es como siempre: banal, debido a la incapacidad del Estado para controlar las cárceles y a sus inquilinos, pues hay que privatizarlas. Como el candidatito se da aires de cosmopolita y hombre de mundo, pone de ejemplo a Europa y Estados Unidos, eso siempre apantalla. Lo que no nos dice, es que el problema carcelario no se resuelve, sino empeora, porque como el negocio es tener gente encerrada, la sobrepoblación va en aumento y se olvidan por completo los procesos de readaptación social y los sistemas de prevención del delito.

El argumento para privatizar PEMEX es en cambio nebuloso, ya que no se puede esgrimir como ejemplo a los países europeos por la sencilla razón de que las empresas petroleras privadas europeas, pertenecen a países que no tienen petróleo. Las empresas de los países poseedores de yacimientos petroleros son empresas estatales, siendo Noruega y Rusia los casos más destacados. Eso sí, nunca menciona –ni él ni nadie- en sus discursos a manera de ejemplo, el sistema escandinavo de protección social. Cuando se trata de seguridad social, el pequeño candidato resbala y no mira con sus ojos de gran mundo a Europa, sino a Chile y a Colombia. Y ve en el sistema policiaco y represor de estos países su modelo a seguir.

Es probable que ni su familia vote a favor de este pequeño candidato, pero como todo en política no es casualidad, su discurso y su campaña tienen la misma función que aquellos periódicos que nadie compra y que nadie quiere que se vendan, sino que permanezcan colgados en los estanquillos propagando embustes en primera plana todo el día, a la vista del mayor número posible de potenciales votantes. O como esos periódicos gratuitos llenos de absurdos y frivolidades que se reparten en cada semáforo de este atribulado país.

No hace otra cosa más que introyectar en la población aquello que será lugar común y moneda de cambio durante los próximos años, si no tenemos cuidado por quién votamos, si no hacemos un esfuerzo por desenmascarar y evidenciar la trampa en el discurso de aquellos que hablan -utilizando sus propias palabras y a la escucha de su manido discurso- como emisarios del pasado.


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