viernes, 20 de abril de 2012



Escándalo y descaro
  
Las elecciones de 1988 son recordadas por el escandaloso y descarado fraude electoral (ambos adjetivos describen bien el sexenio y la personalidad del  entonces declarado ganador). México venía del peor sexenio hasta ese momento: devaluación, inflación y terremoto sobrepasaron un estado que sólo existía, para variar, en las pantallas de televisión. Como podemos colegir, al hoy difunto expresidente se le rindieron honores a la voz de “pon tu barba a remojar”.

El aparato gubernamental  sirvió para digamos, nada,  durante la crisis humanitaria ocasionada por el terremoto. Lo único que se les ocurrió fue organizar el mundial de futbol  al año siguiente. La sonora rechifla con dedicatoria materna que recibió el preciso durante la inauguración es uno de mis mejores recuerdos de ese evento deportivo. Y para mostrar que México se dirigía sin freno a una democracia sin adjetivos, el brasileño que fungía en ese entonces como presidente de la FIFA recibió la misma rechifla y la recibió con la misma cara de contrariedad. Seguramente él fue el inventor de la frase “Y yo por qué”.

La tecnología no daba para más, así que la intención del voto se inducía y el fraude se predisponía en el populacho teleadicto por medio del conteo de acarreados en los mítines. El número de asistentes, reales o ficticios, tenían la función que ahora desempeñan las encuestas de opinión. Y como en esos años el país era libre y soberano, hasta los muertos votaron por seguir siéndolo.

El primero en cerrar campaña en el Zócalo de la ciudad de México fue el candidato del partido azul. Asistieron poco más de 100 mil personas -cito de memoria-. Este candidato se sumó a la causa del candidato despojado, por lo que en menos de un año murió en un percance que tenía la marca de la casa: el accidente carretero.

El siguiente candidato en cerrar campaña fue el ganador de la izquierda, 250 mil asistentes.

El tercero y último candidato en cerrar campaña fue el declarado ganador por fraude ante  350 mil personas. Eso fue lo que dijeron. Un periódico deportivo resumió la comedia con el siguiente encabezado: “Apoteósico”. Como podemos recordar, el mal gusto y la estridencia son una constante en la clase política mexicana y en sus lacayos. Curiosamente fue la única plaza que se llenó durante su malograda campaña. Después, los merolicos al servicio de la clase política repetían sin cesar que “las plazas llenas no ganan elecciones”.  Lo mismito que dijeron de las encuestas de opinión en 2006.

Como broma de mal gusto, después del fraude electoral y de unos cuantos ajustes de cuentas, el candidato “ganador” de las elecciones de 1988 le regaló al país dos elefantes blancos: el IFE y la CNDH. Hoy sabemos que el IFE sirve sólo para desviar recursos hacia esos negocios particulares llamados partidos políticos. Tanto fue el presupuesto para estas elecciones, que les alcanzó para hacer precampañas.  

Escándalo y descaro se nos presentan ahora como en esos años.

Recientemente, un video circula con éxito en las redes sociales. Se trata de unos niños que recrean lo que se supone es el diario vivir para muchos en este país. Y digo se supone no porque el video parezca sobrado en sus dramatizaciones, sino todo lo contrario, le falta y mucho. Los empresarios que lo financiaron tienen una visión muy ligera, superficial, cortoplacista y frívola de los problemas que a diario más de uno de nosotros tiene que sufrir. Y tienen una visión muy clara de la frivolidad, desinformación y susceptibilidad para el escándalo del mexicano promedio. El video confía en que sus potenciales espectadores cuentan con un perfil intelectual bastante bajo.

No es casualidad que el  candidato que es presa de un irrefrenable frenesí privatizador mencione como logro de su envenenado partido el que ahora la educación preescolar sea obligatoria.

El video esta realizado con niños porque se dirige a niños, aunque estos niños ronden los 40 años.

Regresando a la factura deficiente y frívola del video, es sintomático que no se muestre ningún niño haciendo el papel de empresario favorito del sexenio. No hay niños en el papel de empresario-político. No vemos ninguna secuencia que muestre a, digamos, un empresario convertido en gobernador llevando agua para su molino, o un niño empresario evadiendo el pago de impuestos. No hay niños enfermos en una camilla o en el piso –pero eso si, bien firme- fuera del área de hospitalización debido a que, gracias al seguro popular, hay sobrecupo hospitalario, sin medicinas y sin presupuesto. Acto seguido, debería mostrarse a niños partidos políticos embolsándose el dinero que no llega a los servicios de salud. Si el video tuviera como origen de su denuncia el espíritu libre, sin intención de  reivindicar ninguna posición de privilegio, se hubiera mostrado a muchos niños empresarios colocando en la silla presidencial a un niño presidente, por ejemplo. Y afrontando las consecuencias de semejante desatino.

Lo que hace llorar de risa, pena o ambas es la reacción ante el video de la clase política. Los niños políticos salieron del video y denunciaron su indignación por ser utilizados y mostrados en el mismo. No le hace que este país sea número uno en trafico de infantes para explotación sexual, no importa que este país sea destino predilecto para un turismo sexual que prostituye  a niños y adolescentes, no importa que en este país millones de niños vivan en la pobreza, lo que de verdad escandaliza es un video de denuncia a medias, de denuncia “bienpensante”; ahí sí, pobrecitos niños, los pusieron de diputados y policías. Qué mala gente.

Escándalo, descaro e irresponsabilidad. Y esto apenas comienza.

Por: Juan Preciado. 

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