Decisión
Juan Preciado
Hace
más de dos mil años, Aristóteles advertía que opinión no es igual a
conocimiento. Se dice que opinar es formarse un juicio, pero, en su significado
original, opinión es sinónimo de creencia. Y ya sabemos en qué terminan los asuntos
que se manejan en base a sistemas de creencias. Es pertinente decir lo
anterior, cuando el modelo impulsado por las malhadadas redes sociales, incita la
búsqueda de consenso y desestima la búsqueda de la verdad. Por consenso se
forman juicios y posteriormente se toman decisiones.
Decidir
supone una acción selectiva. Pero las decisiones tienen límites y dependen
entre otras cosas, del nivel energético (entiéndase dinero) del sistema. Una
persona puede decidir comprar cierta marca de ropa, un modelo de automóvil en
específico o definir su lugar de residencia, siempre y cuando posea los niveles
energéticos suficientes. Así que esas decisiones no pueden ser alentadas así
nomás, so pena de exacerbar pensamientos y conductas criminales; la llamada “apología del crimen”.
Y sin embargo, se hace.
Hay
decisiones que son igualmente alentadas, y que son fácilmente verificables. Por
ejemplo, tener perro o gato; percibirse
género masculino, femenino o no binario (más las opciones que se acumulen); evitar cierto tipo de alimentos –entre
más nutritivos, mejor, más notorio-; y decidir si se esta enfermo o no.
De
prohibir y condenar la “auto medicación”, actualmente se ha llegado al punto de
permitir y alentar el “auto diagnóstico”.
Siguiendo
la cháchara de moda, si alguien “se percibe
enfermo”, pues, hay que extenderle un comprobante médico que así lo indique. Lo
malo es que la atención médica jamás se verifica con igual prontitud. Y quizá
la trampa consista en alejar a las personas de los deficientes, falsos e insuficientes
servicios de salud pública ofreciendo como zanahoria, días de descanso.
Una
enfermedad (infirmitas, falta de
firmeza o de fuerza) es una condición que modifica el estado normal de salud (intacto en su primera acepción) que
tiene su origen en factores externos o internos. Esto último suele expresarse
también como alteraciones físicas o mentales. Una persona que no presenta un
cuadro de alteración adverso, respecto a una condición favorable anterior, no
puede ser calificada de enferma o contagiada.
Percibir
enfermedades (o cualquier otra cosa) imaginarias, es, de hecho, una enfermedad mental
-una falta de firmeza interior - muy común en nuestros días y que, debido a los
deficientes programas de salud, no se somete a tratamiento alguno.
Y
así nos va.