martes, 16 de junio de 2020


Caja negra
Juan Preciado
Al aparato que registra la actividad de los instrumentos de viaje de un vehículo automotor, lo llamamos “caja negra”. Se le llama así, por un concepto de física, dónde se estudia la entrada y salida de un sistema, sin importar qué sucede dentro. Otra famosa caja negra se utiliza para diseñar circuitos electrónicos, donde a una entrada determinada, se le solicita una salida específica, y a partir de ahí, se comienza con el diseño de los elementos que deberá contener la proyectada “caja negra” para funcionar según lo requerido.

De manera coloquial, se denomina caja negra a todo sistema del que conocemos su entrada y su salida, pero desconocemos que sucede dentro. Si es un circuito eléctrico, electrónico o un programa de software, podemos comenzar con el análisis; para todo lo demás, se comienza con los chismes.

La mente humana se dedica a completar, a través del estudio, la investigación o la imaginación, produce la pieza que falta en cualquier ámbito. Las ilusiones ópticas, funcionan precisamente por esa tendencia de la mente, y es por eso que el arte figurativo tiene tanto éxito. Quién ve cine en tercera dimensión o juega con estereogramas, sabe que el cerebro, por si solo, comienza el trabajo de reconstrucción para obtener las imágenes tridimensionales. La música digital funciona de y por la misma manera; toda grabación de sonido digital es una muestra del original, y cuando se escucha música digital, el cerebro completa lo que falta de la misma manera que éste reproduce el movimiento de las 24 imágenes por segundo que se proyectan en una sala de cine.


“Recuerdo por la noche todas las acciones realizadas a lo largo del día para ejercitar la memoria. Estos son los ejercicios del ingenio, los ejercicios de la mente”
Marco Tulio Cicerón


Cuando la gente adulta comienza a olvidar sucesos de su vida, las lagunas de memoria son restituidas por fantasías normalmente edulcoradas a beneficio del olvidadizo. Nadie va a usar la propia fantasía para menosprecio de sí mismo y menos delante de los demás. Con el chisme pasa exactamente lo mismo. Cuando se desconocen los hechos, las lagunas de conocimiento se rellenan con ficciones. El chismorreo no es invención ni es privativo de las redes sociales, éstas solamente lo han institucionalizado, es decir, éstas desempeñan una función (la diseminación de chismes) que es de interés público. La palabra chisme señala  una cosa desagradable, que generalmente enemista a la gente. Nosotros sabemos desde siempre, que los chismes hechos para separar personas, unen en camaradería a todo aquel que deseé creerlo y trasmitirlo. Por eso los embustes y las tonterías de las redes sociales primero gustan y después se comparten.

Tenemos una entrada, enfermos; tenemos una salida, cadáveres; la caja negra es el hospital del sector público. Lo que sucede en la caja negra, es fuente de interminables habladurías, suposiciones e invenciones. Obviamente, tal como sucede con el chisme, la situación no es invento moderno, desde siempre la gente tiene terror (tristemente con mucha razón) a ingresar a un hospital del sector público, porque ahí “lo matan a uno”. La ineficiencia del sistema engordó las arcas – ¡qué casualidad! - del amigote propietario de una red de hospitales accesibles con mucho dinero o a través de la segunda gallina de los huevos de oro, el seguro de gastos médicos mayores. 


"Ordenaba a sus secuaces que sembraran confiadamente la calumnia, que mordieran con ella, diciéndoles que cuando la gente hubiera curado su llaga, siempre quedaría la cicatriz"
Plutarco


Un andamiaje de chismes y presupuestos logra que las empresas gasten –malamente, absurdamente- más dinero pagando seguro de gastos médicos (del tamaño que sea) para sus empleados, en vez de inscribirlos como se debe, en la seguridad social. Lo mismo sucedió hace 30 años, con el ataque frontal a las escuelas públicas para beneficio de las instituciones de educación privada. La estrategia siempre es destruir lo público, para beneficiar amistosos negocios privados, que vienen a “subsanar” las carencias que fueron criminalmente provocadas.

Y en esas estábamos cuando llegó a nuestro país el microscópico terror chino. Si antes, a la vista de todos, sucedían hechos atroces dentro de los hospitales, ¿qué barbaridades se están cometiendo en estos aciagos días en nombre de la salud pública, ahora que el manto opaco del sistema los cubre, de tal manera que las víctimas son reducidas a cenizas sin explicación alguna y sin que los deudos puedan tener certeza de su identidad?

Ahora que el contacto humano pretende ser abolido, la solidaridad diezmada, cualquiera puede ser un miserable portador de muerte (en un país convertido desde hace mucho en fosa común); ahora que cualquiera es sospechoso de insidia y con tiempo improductivo de sobra, lo único que queda es el chisme.

Y así nos va…

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