viernes, 25 de julio de 2014

El mexicano desobediente

Juan Preciado

El mexicano no es obediente, es sumiso.. También es mezquino: Prepotente con los de abajo y servil con los de arriba. Es por lo anterior que, a la menor provocación y generalmente por causas fútiles, rompe las reglas, no respeta acuerdos e infringe las leyes básicas de convivencia. El señor que desgobierna la ciudad de México (al menos parece que, un café con leche, si lo sabe preparar) de manera arbitraria y poco pensada se ha dedicado a colocar parquímetros en la ciudad. El pretexto es evitar que gente sin escrúpulos haga negocio con la vía pública. Eso dice la fantasía, la realidad muestra que estos señores siguen robando la vía pública. Los parquímetros están tan bien pesados (como la línea 12 del metro, por ejemplo) que uno puede colocar monedas para un máximo de 3 horas. Después hay que salir y colocar más monedas para otras 3 horas. En colonias donde abundan las oficinas, ¿era mucho pedir  aparatejos que cubrieran al menos la jornada laboral?

Pero el mexicano sumiso, acepta la instalación de esos cachivaches. Incluso la gente que habita en esas colonias, acepta gustosa que le den un papelucho para que se le permita estacionarse en la vía privatizada. Mes a mes sube la gasolina, y mes a mes los impuestos se pierden en una nómina de burócratas tan inservibles como los programas de control ambiental. Y el mexicano, no dice, no hace nada. Cuando se tenga que pagar tenencia para poder transportarse en bicicleta, tampoco dirá nada, sumiso,  pagará por el derecho de circular en una ciudad que no está preparada para permitir el tránsito eficiente de ningún vehículo, con o sin motor.

La palabra “Misa” viene del latín, “Missa”, que significa despido. Al término de la celebración litúrgica cristiana, el oficiante terminaba la celebración con la fórmula “Ite missa est”. “Missa” se emparenta con una palabra cuyo significado es enviar o arrojar.
Sumiso es aquel que es arrojado o enviado por debajo. Es el que esta subyugado. Es decir, el que está atado al “iugum”, que es el palo que sirve para unir dos bueyes. Quién esta subyugado esta “dominado” de manera violenta. Y es por esto que obedece, no por su conciencia cívica.

Esa dominación de manera violenta hace que los individuos desarrollen rencor social, un rencor indiferenciado resultado de no poder identificar a un culpable. La violencia intraespecífica que presentan los habitantes de nuestra ciudad, es el resultado de lo anterior. Basta con una persona se ponga detrás de un volante para transformarse en un energúmeno, peor resulta si al individuo lo ponemos detrás de un manubrio: obtenemos un buscapleitos sobre ruedas.

De manera sumisa, se acepta que unos policías con un criterio de la misma calidad de sus pertrechos, cierren de manera absurda calles y avenidas, bajo cualquier pretexto: un desfile para solicitar atención al campo; una carrera de 10 kilómetros patrocinada por una famosa marca de ropa deportiva; la misma carrera pero ahora patrocinada por la cafetería que abre sucursales hasta en el baño de mujeres; y un largo etcétera.  Nadie protesta por lo anterior aunque se desquicie la ciudad mientras duran los eventos y durante un par de horas mas. Pero, las cosas no se pueden quedar así, es por eso que los habitantes mancillados a la menor provocación se pasan la luz del semáforo en rojo; dan vueltas prohibidas; se quedan a la mitad de un crucero para estorbar el paso; en un estacionamiento público ocupan dos lugares; acechan a los peatones y a quién tiene la mala idea de trasladarse en bicicleta cualquier otro día que no sea domingo.

Es increíble que a nadie se le ocurra tirar a la basura la bola de cachivaches que utilizan los incivilizados para apartar lugares de estacionamiento en las calles de la ciudad.

Es increíble que se respete más a esos trebejos que a los señalamientos de tránsito o a cualquier norma elemental de convivencia social. Sumisos ante la arbitrariedad y no obedientes de las leyes. Bonita fórmula.


Y así nos va.

martes, 22 de julio de 2014

El tormento de Gaza y los crímenes de Israel son nuestra responsabilidad



Noam Chomsky

A las tres de la madrugada del 9 de julio, en medio del más reciente ejercicio de la barbarie israelí, recibí la llamada telefónica de un joven periodista palestino en Gaza. Al fondo podía escuchar los gritos de su hijo pequeño en medio de las explosiones y el rugir de los jets que disparaban contra cualquier civil que se moviera, y también contra hogares.

Este joven acababa de ver estallar por los aires a un amigo suyo, quien circulaba en un vehículo claramente marcado como de prensa. Alcanzaba a escuchar los gritos que provenían de la casa vecina, tras la explosión, pero no pudo salir por temor a convertirse en blanco.

Se trata de un barrio tranquilo. No hay objetivos miliares... a excepción de los palestinos, quienes son el blanco de la maquinaria de alta tecnología que Israel posee gracias a que Estados Unidos se la proporciona.
Mi amigo dijo que 70 por ciento de las ambulancias fueron destruidas, y que de todos los muertos y heridos cerca de dos tercios son mujeres y niños. Muy pocos activistas de Hamas han sido víctimas de los bombardeos. Siempre son las víctimas acostumbradas.

Es importante entender lo que es la vida en Gaza cuando Israel se comporta de manera moderada entre una crisis y otra. Una buena representación de esto la reportó el representante de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, Mads Gilbert, el valiente físico experto de nacionalidad noruega, quien ha trabajado mucho tiempo en Gaza y vivió la cruel y asesina operación Plomo endurecido. En todos aspectos, la situación es desastrosa.
Sólo en lo que respecta a los niños, Gilbert reporta: “Los niños palestinos en Gaza sufren inmensamente. Gran cantidad padece desnutrición por las condiciones impuestas por el gobierno israelí, debido al bloqueo al territorio palestino de Gaza. La anemia es común en todos los mayores de dos años, a los que afecta en 72.8 por ciento. Desnutrición, baja talla y bajo peso afecta, respectivamente, a 34.3, 31.4 y 31.45 por ciento de todos los niños del territorio. Estos índices empeoran, según cada nueva medición.

Cuando Israel se porta bien al menos dos niños palestinos son asesinados cada semana, y este patrón se ha mantenido durante los últimos 14 años.

La causa de fondo es la ocupación criminal de los territorios palestinos y todas las medidas que se adoptan en Gaza para que su población sobreviva apenas, mientras los palestinos de Cisjordania son obligados a mantenerse dentro de cantones inaccesibles, todo lo cual pone a Israel en una violación flagrante del derecho internacional y resoluciones explícitas del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, por no hablar de una mínima decencia humana.

Y así continuará mientras Israel sea apoyado por Washington y tolerado por Europa, para nuestra vergüenza eterna.


(Traducción: Gabriela Fonseca)

jueves, 17 de julio de 2014

La verdadera historia oculta de Gaza que los israelíes no están contando esta semana

Ni cohetes de Hamás ni amenaza yihadista global: la clave es la posesión de la tierra palestina
The Independent

OK, así pues hasta esta tarde el balance de dos jornadas de intercambio letal se eleva a 40-0 a favor de Israel. Veamos ahora la historia de Gaza que no oirá contar a nadie en las próximas horas.
Se trata de la tierra. Los israelíes de Sderot sufren el fuego de cohetes lanzados por los palestinos de Gaza y ahora los palestinos están recibiendo su merecido. Claro. Pero, un momento: ¿cómo es que todos esos palestinos —millón y medio en total— han acabado hacinados en Gaza? Bueno, pues resulta que sus familias vivieron una vez en lo que ahora se llama Israel. Y que fueron expulsados —o huyeron para salvar la vida— cuando se creó el Estado de Israel.
Y resulta también que —se aconseja aquí tomar aire con una profunda inspiración— las personas que vivían en Sderot a principios de 1948 no eran israelíes sino árabes palestinos. Su aldea se llamaba Huj. Tampoco eran enemigos de Israel. Dos años antes, esos mismos árabes habían escondido del ejército británico a combatientes de la Haganah judía. Sin embargo, cuando el 31 de mayo de 1948 el ejército israelí se plantó en Huj expulsó a todos los habitantes árabes de la población, ¡a la Franja de Gaza! Y se convirtieron en refugiados. David Ben Gurion (el primer Primer Ministro de Israel) lo llamó una "acción injusta e injustificada". Una pena. A los palestinos de Huj nunca se les permitió regresar a sus hogares.
Y hoy, más de 6.000 descendientes de los palestinos de Huj —ahora Sederot— viven en la misérrima Gaza entre los "terroristas" que Israel proclama querer destruir y que disparan cohetes contra lo que otrora fue Huj. Interesante historia.
Y lo mismo cabe decir por lo que respecta al derecho de autodefensa de Israel. Lo hemos vuelto a oír hoy mismo. ¿Qué pasaría si los ciudadanos de Londres fueran bombardeados como lo son los ciudadanos israelíes? ¿Acaso no devolverían el golpe? Bueno, sí, pero los británicos no tenemos a más de un millón de antiguos habitantes del Reino Unido encerrados en campos de refugiados en unos pocos kilómetros cuadrados alrededor de Hastings.
La última vez que se utilizó este argumento falaz fue en 2008, cuando Israel invadió Gaza y mató al menos a 1.100 palestinos (tipo de cambio: 1.100 contra 13). ¿Qué pasaría si a Dublín la atacaran con cohetes?, preguntó entonces el embajador de Israel. Ahora bien, en la década de 1970 la ciudad británica de Crossmaglen, en Irlanda del Norte, sufrió el ataque de cohetes lanzados desde la República de Irlanda pero no por ello la RAF se vengó bombardeando Dublín y matando a mujeres y niños irlandeses. En Canadá, en 2008, los partidarios de Israel blandieron el mismo argumento falaz. ¿Qué pasaría si a la gente de Vancouver o Toronto o Montreal la atacasen con cohetes disparados desde sus propios suburbios? ¿Cómo se sentirían? Sin embargo, los canadienses no han empujado a campos de refugiados a los habitantes originales del territorio canadiense.
Y ahora vámonos a Cisjordania. Al principio Benjamin Netanyahu dijo que no podía hablar con el "Presidente" palestino Mahmoud Abbas porque no representaba también a Hamas. Luego, cuando Abbas formó un gobierno de unidad [con Hamas], Netanyahu dijo que no podía hablar con Abbas porque se había aliado con la "terrorista" Hamas. Ahora dice que sólo se puede hablar con Abbas si rompe con Hamas, aunque si lo hace dejará de representar a Hamas.
Mientras tanto, el gran filósofo israelí de izquierdas Uri Avnery —90 años de edad y por fortuna tan recio como siempre—, ha llamado la atención sobre la última obsesión de su país: el peligro de que Isis lance un asalto hacia el oeste desde su “califato” sirio-irakí y llegue hasta la ribera oriental del río Jordán.
"Y Netanyahu dijo", según Avnery, que "si no son detenidos por una guarnición israelí permanente estacionada allí (en el río Jordán), llegarán hasta las mismas puertas de Tel Aviv". La verdad, por supuesto, es que la aviación israelí aplastaría a Isis en el mismo instante en que osara cruzar la frontera con Jordania desde Irak o Siria.
La importancia de eso, sin embargo, es que si Israel mantiene su ejército en el Jordán (para proteger a Israel de Isis), un futuro Estado "Palestino" no tendrá fronteras y será un enclave dentro de Israel rodeado por todas partes por territorio controlado por los israelíes.
"Igual que un bantustán sudafricano", dice Avnery. En otras palabras, jamás existirá un Estado palestino "viable". Después de todo, ¿acaso no es Isis lo mismo que Hamas? Por supuesto que no.
Pero no es eso lo que le oímos decir a Mark Regev, portavoz de Netanyahu. No, lo que le dijo a Al Jazeera fue que Hamas era "una organización terrorista extremista no muy diferente de Isis en Irak, Hezbollah en el Líbano, Boko Haram ..." Basura. Hezbolá es una milicia chií que en Siria combate a muerte contra los musulmanes sunitas de Isis. Y Boko Haram —a miles de kilómetros de Israel— no es una amenaza para Tel Aviv.
Pero usted ya ha captado el concepto. Los palestinos de Gaza —y, por favor, olviden para siempre a los 6.000 palestinos cuyas familias son oriundas de Sederot— están aliados con las decenas de miles de islamistas que amenazan a Maliki en Bagdad, a Assad de Damasco o al presidente Goodluck Jonathan en Abuja. Más interesante aún: si Isis se dirige hacia las lindes de Cisjordania, ¿por qué el gobierno israelí sigue construyendo allí colonias para los civiles israelíes de forma ilegal y en tierras árabes?
Todo esto no tiene que ver solamente con el vil asesinato de tres israelíes en la Cisjordania ocupada o con el vil asesinato de un palestino en la Jerusalén Este ocupada. Tampoco con la detención de numerosos militantes y políticos de Hamas en Cisjordania. Tampoco con los cohetes. Como de costumbre, el meollo del asunto es la tierra.

miércoles, 16 de julio de 2014

Heriberto


Enrique López Aguilar

En el mundo de la dirección orquestal existe un número abundante de nombres célebres; dentro de ese repertorio nominal, hay dos prestigios que me resultan incomprensibles: el de Toscanini y el de Von Karajan. Dejo a otros la reflexión acerca de por qué es fascinante la velocística y aplanada versión que de la Quinta de Beethoven hizo el italiano (indicio de otras cosas que deshizo): hoy trataré de vislumbrar la fama del director austriaco.

Actualmente, hay un amplio abanico de directores y estilos interpretativos, los cuales van desde la llamada dirección filológica (investigación alrededor de partituras históricas –ediciones y manuscritos originales– e instrumentos de época), como en los casos de Jordi Saval, John Eliot Gardiner o Harnoncourt, hasta la dirección “romántica” tradicional, como la realizada por Barenboim. Para efectos del gusto musical, no se trata de optar por uno solo de los estilos interpretativos, aunque haya quienes así lo prefieran, sino de apreciar los avances musicológicos y la profundización en las calidades del texto que supone la versión ofrecida por cada director. En el caso de Von Karajan, cuya fama comenzó a expandirse a comienzos de los años setenta, éste supo vender al público la imagen del Herr Direktor, no exenta de pintoresquismo, como el de dirigir de memoria y con los ojos cerrados (vacuidades que, de otra manera, también ofrecería Leonard Bernstein). Además de eso, su constante presencia en las grabaciones de Deutsche Grammophon, al frente de la Orquesta Filarmónica de Berlín, ayudaron a consolidar lo que se conoció como el “sonido Karajan” y el ascenso del mito: dar un apellido reconocible hasta para quienes nunca fueron melómanos, hacer de sus discos un punto de referencia para casi toda la música mal llamada “clásica” y creer que él era el director por antonomasia.
¿Quién fue Herbert von Karajan (Salzburgo, 1908-Anif, 1989)? Perteneció a una familia salzburguesa acomodada, de origen griego, cuyo ascenso social pasó del estatus de migrante –a mediados del siglo XVIII –, al de familia ennoblecida a finales del mismo siglo, luego de instalarse en Sajonia, donde trabajó al servicio de Federico Augusto I: para 1792, los Karajanis no sólo agregaron el von a su apellido, sino que lo germanizaron al transformarlo en Karajan. Heribert (quien cambió su nombre por Herbert), comenzó sus estudios musicales en 1916. En 1929 debutó como director en Salzburgo y desde 1933 su carrera tuvo un impulso significativo al inscribirse como miembro del Partido Nazi (Aufnahmegruppe der 1933er, nachgereichte). Sin embargo, Adolf Hitler recibió con desdén al joven director después de que éste se equivocó al dirigir Die Meistersinger von Nürnberg para los reyes de Yugoslavia, en junio de 1939: al dirigir sin partitura, Karajan se perdió y, en medio de la confusión, Hitler dijo a Winifred Wagner: “Herr von Karajan jamás dirigirá en Bayreuth mientras yo viva”, y así fue. Terminada la guerra, no volvió a mencionar ese incidente. Después de la muerte de Wilhelm Furtwangler, en 1954, comenzó a dirigir la Orquesta Filarmónica de Berlín, con la que produjo una gran cantidad de cintas, acetatos y cedés.

No consta que el nazismo de Von Karajan haya incluido su participación en crímenes de guerra, pero aprendió a convertirse en un pequeño Führer dentro de su modestoReich , lo cual le dejó una muy buena cantidad de euros, contabilizados en su fortuna personal el día de su muerte. Megalómano, superficial y conservador, dirigió la música que él consideraba digna de tal nombre (siempre dejó de lado el atonalismo y la música contemporánea) e hizo creer que su gusto personal era sinónimo de La Música. Quiso dirigir a Bach y Händel, pero sus versiones no son competencia para las de Kart Richter; Solti y Boulez hacen olvidar lo que intentó con Mahler; Karl Bohm hizo versiones históricas con Haydn, Mozart, Beethoven y Brahms, con quienes Karajan fue torpe y grandilocuente; y si alguna vez se atrevió con Shostakovich y Sibelius, su dirección se vuelve insignificante frente a Rostropovich y Paavo Berglund. En ese sentido, Karajan no dejó huella alguna dirigiendo a Bruckner ni a otros muchos, ni se interesó por autores como Carl Nielsen.


El fenómeno del “sonido Karajan” recuerda el del “sonido beatle”, creado por Phil Spector, aunque con ventaja para éste: el trabajo de los ingenieros de sonido en la consola de grabación. Ya cumplidos cien años del nacimiento de Von Karajan, es un buen momento para agradecer que nos haya dejado desde 1989. A la música le va mejor sin él.