miércoles, 16 de mayo de 2012

Galimatías



-Cuando yo uso una palabra -dijo Humpty Dumpty- esa palabra significa exactamente lo que yo decidí que signifique, ni más ni menos.
-El asunto es -dijo Alicia- si se puede hacer que las palabras signifiquen cosas tan distintas.
-El asunto -replicó Humpty Dumpty- es el saber quién manda. Eso es todo.
Lewis Carroll,  Alicia a través del espejo.

Juan Preciado

Quien habla feo, piensa feo, quien habla absurdos, piensa absurdo. Esto lo saben muy bien mis amigos escritores. Aunque parece obvio, no es algo que se recuerde cuando se intenta hacer un análisis de las diversas situaciones que nos toca vivir o de las noticias que recibimos a diario. Por ejemplo, ¿qué tiene dentro de la cabeza aquel que mata a lo tonto –por usar palabras dignas de su investidura- algo tan bello como un elefante? Porque, el reyecito no se va a comer al elefante, ni él ni su tribu, ¿o si? Si alguien siente placer o cualquier otro tipo de retribución anímica matando o destruyendo algo hermoso, ¿qué nombre debe recibir?

Regresando al pensamiento que se evidencia detrás de la palabra, escuchaba yo a un candidato presidencial -que debido a la discreción que siempre trato de guardar no diré su nombre, sólo diré que es mujer- dar una lista de beneficios que íbamos a obtener si votábamos por ella. Prometía cosas evidentemente absurdas, ya que, según el presidente actual, ya las tenemos. Prometió democracia, cuando el presidente nos asegura que vivimos dentro de un sistema democrático que causa envidia en toda el África subsahariana. Prometió brindar servicio médico a la gente, cuando ya nos dijeron que gracias a eso que llaman “seguro popular” la cobertura médica en el país es del 100%. Con tanta promesa dentro de su ser, un día se puso mística y nos preguntó a todos si creíamos en “el misterio público”. En otro spot, nos dice de manera grave: “Quiero que la policía cumpla con su deber” y “Quiero que la policía te inspire seguridad y no temor” y, nuevamente, “el presidente” nos dice una y otra vez que todo eso, ya lo tenemos y desde hace tiempo. Uno de los dos miente, seguro.

Lo que nosotros creemos que son yerros, son muestra de un estilo de comunicación que evidencia, entre otras cosas, el sinsentido en el que se ha convertido la vida política mexicana, con actores incluidos por supuesto. No pueden ser errores, ya que sólo dicen lo que quieren y el mensaje absurdo es fiel a lo planeado.

Un infomercial del Gobierno Federal habla de la simplificación administrativa que tendrán las importaciones. Al final del infomercial –palabra tan fea como sus intenciones-, una niña pregunta al padre si no extrañará su lugar de trabajo, puesto que no tendrá que estar ahí, de sol a sol, realizando trámites aduaneros y llenando formas, ya que ahora todo será mas fácil. Y el padre responde: -Con tanto tiempo que pasaba ahí [en el lugar de trabajo], a los que extrañaba era a ustedes.

Un diálogo entre sordos. Tal diálogo se establece entre la clase política mexicana y los ciudadanos. Les pregunta uno por el clima y ellos terminan por condenar el aborto. Si pedimos respuesta al porqué en este país se asesina impunemente a mujeres y niñas, acaban hablando de moda, minifaldas y horarios de trabajo inadecuados. Si replicamos que este país no genera trabajos con horario para gente bonita, ellos nos hablan de idiosincrasia.

Es sintomático que en este país, el preciso anterior –me refiero claro, a la lengua más floja del Bajío- haya necesitado de un traductor que nos explicara lo que el señor tenía en la cabeza, nomás que bien desordenado.

Durante ese esperpento llamado “precampañas”, escuchábamos en anuncios bastante cursis todas las bondades que obtendríamos por votar por los precandidatos de X partido, para volverlos candidatos. Además de ser una manera muy eficiente de tirar dinero, o depositarlo en la bolsa de los amigotes, son ejemplo de los mensajes desarticulados que, intencionalmente, la clase política dirige hacia nosotros.

Al final, y no al principio del comercial, nos dicen que ese anuncio está dirigido a los miembros y simpatizantes del partido X. Aunque igual de ridículo, deberían informar en todo caso antes de que comiencen a enlistar bondades y cualidades del partido X. Así, sí uno no es miembro, adherente, ni simpatizante, procede a apagar el radio, contar hasta 60 y volverlo a encender.

Cuando una sociedad se enferma, lo primero que se corrompe es el lenguaje. Y así estamos. El lenguaje del sistema nos dice a las claras que lo que ellos hacen, no nos importa, aunque lo hagan gracias a nuestro dinero. Y sus acciones, que más nos vale no preguntar. El lenguaje es fuente de deshumanización, de descivilización, debido a que se convierte en un vehículo de manipulación, encubrimiento y mentira. Por eso, usar o decir absurdos, incoherencias o frases cínicas, es todo menos inocente. Y a fin de cuentas es el sistema de poder y no otra cosa, quien define qué se dice y cómo se dice.

Y la intención es siempre la misma, meter la mano en nuestros bolsillos.

México, el país de las maravillas.


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