miércoles, 11 de enero de 2012

Merolicos de cuello blanco


Juan Preciado

Lo que más llama la atención en esta guerra de comerciales que apenas comienza, es la ingente cantidad de políticos en competencia, haciendo gala de innumerables y en la mayoría de los casos, insospechadas virtudes.

La publicidad es un arte que tiene como base de trabajo la engañifa.  Vender lo que no es como si lo fuera. No por nada las campañas políticas son en realidad publicidad mal hecha: venden mentiras esperpénticas y el producto que publicitan es malísimo.

Actualmente, vender a los electores un candidato a un puesto de elección popular o publicitar los asombrosos –y ficticios, claro- logros de la administración pública, resulta lo más parecido a vender chochitos curatodo, un cuerno de unicornio o de plano la piedra filosofal. Algo que no existe, o que no sirve para nada, que no vale nada y que al final lo único que se logra si caemos en el engaño es perder nuestro dinero.  

Es un axioma dentro del mundo de la publicidad que la gente feliz no compra. Es por esto que políticamente hablando, todos somos potenciales y ávidos consumidores.  Y debido a la bajísima calidad de la mercancía, se utiliza como método de promoción la estridencia, el grito pelado, lo grotesco, tal como lo hace el merolico que intenta vender la calaca bailarina. Y tal como lo hace el merolico, el político necesita paleros,  cómplices que le ayuden a convencer a la gente sobre la conveniencia y utilidad de comprar… una calaca bailarina.

Una vez instalado en el puesto y ya con las manos y las uñas metidas en el presupuesto, el político gasta y gasta el dinero en, por ejemplo, la calaca bailarina del bicentenario,  a un costo tan criminal y absurdamente elevado que necesita nuevamente la ayuda de sus paleros para convencernos de que todos queríamos y necesitábamos la calaca bailarina; y lo elevado de su costo obedece a su utilidad por supuesto.

Si los logros de la administración local o federal son tan grandes, tan buenos, ¿por qué no son así de evidentes?  ¿Por qué necesitan de anuncios machacones que pasan a toda hora? ¿Por qué necesitan para publicitarse páginas completas en los diarios? ¿O cómo es que viviendo en el paraíso no nos damos cuenta ni lo apreciamos?

Cuando en política se gasta tanto dinero en publicidad, las cosas no van bien. Y sobre todo, no hay buenas intenciones.

Un insigne político, que además de merolico resultó un dotado saltimbanqui (pasa de un partido a otro, del tricolor al amarillo y del amarillo al azul), nos dice en un comercial que la delegación Miguel Hidalgo ostenta “el primer lugar en la reducción del delito” y “el primer lugar en escuelas públicas de calidad”. Nomás que no nos dice contra qué o quiénes compitió para obtener  ese primer lugar, ni quién fue el árbitro, ni que parámetros se utilizaron para realizar la medición. Total: miente, miente que al final algo queda.  La verdadera noticia es que presumiblemente hay un primer lugar en escuelas públicas sin calidad. Y cuando habla de reducción del delito nos recuerda el asaltódromo en que se ha convertido la zona de Polanco-Irrigación. Las imágenes son bonitas, nomás que de inicio no son las de la delegación mencionada, y cuando muestra las imágenes de esa delegación, podemos colegir que esas imágenes fueron tomadas en el pasado, ya que la fuente de petróleos actualmente –y desde hace al menos 2 años- parece zona de guerra y el comercial no lo muestra. Tampoco muestra el desastre que es actualmente el entronque Palmas-Reforma, un desastre que tiene 3 años y no termina aún. Pero claro, sabemos que el chiste es que nunca termine para poder seguir engordando el cochinito.

Otro preclaro “servidor público” nos dice que gracias a las obras emprendidas en la ciudad, los tiempos de traslado se han recortado X cantidad de minutos en promedio.  En este caso lo que no se sabe es si son traslados a pie, en bicicleta o en algún otro medio de transporte reservado para quién lo pueda pagar,  de otra manera y ateniéndonos a las leyes de la física (que sabemos, son inmutables) es imposible que transitar actualmente por un eje vial mutilado de tres carriles sea más rápido que hacerlo cuando tenía seis.

Otro quiere ser presidente y testigos jurados afirman que la economía del país creció cuando este personaje se desempeñaba como secretario de hacienda. Curioso, en esa época, una y otra vez escuchábamos otro anuncio donde se afirmaba que la mala pata -económicamente hablando- del país “viene de fuera”.  Y no hace mucho, el mismo personaje afirmaba que ganando seis mil pesotes al mes una familia podía tener casa, vestido y sustento.

Un caso de abominable desvergüenza resulta ser el comercial que dice con voz engolada “en Chihuahua tenemos un plan integral de seguridad y lo estamos cumpliendo”. Seguramente quién mando hacer el comercial no sabe a qué estado de la república pertenece ciudad Juárez.

Llama la atención en esta guerra de comerciales que apenas comienza, la ingente cantidad de merolicos en competencia, haciendo gala de innumerables y en la mayoría de los casos, insospechadas virtudes.

Si nos atenemos al torrente de comerciales y publicidad impresa, la paradoja es la siguiente: tenemos cientos y cientos de políticos talentosísimos, políticos que ya quisiera tener cualquier país de primer mundo, dispuestos a enderezar el rumbo de este país que por otro lado nos dicen, anda bien derechito.

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