Todo vuelve al más infantil de todos los lugares comunes:
que Estados Unidos e Israel temen que las armas químicas caigan en manos
peligrosas. Tienen miedo, en otras palabras, de que esas armas vayan a dar al
arsenal de esos mismos rebeldes, en especial islámicos, a los que Washington,
Londres, París, Qatar y Arabia Saudita dan respaldo.
Robert Fisk
¿Hay forma de escapar del teatro
de las armas químicas? Primero, la inteligencia militar israelí dice que las
fuerzas de Bashar Assad han usado/probablemente han usado/pudieran haber
usado/podrían usar armas químicas. Luego Chuck Hagel, secretario estadunidense
de Defensa, se aparece en Israel para prometer aún más poder de fuego para el
excesivamente armado ejército de Israel
–sin mencionar en absoluto las más de 200 cabezas nucleares israelíes– y luego
se imbuye de toda la inteligencia israelí sobre el uso probable/posible de
armas químicas por Siria.
Y luego el buenazo de Chuck
regresa a Washington para decir al mundo que esto es asunto serio. Necesitamos
todos los hechos. La Casa Blanca dice al Congreso que las agencias de
inteligencia estadunidenses, probablemente las mismas de la inteligencia israelí
porque por regla general dicen disparates en tándem, tienen grados variantes de
confianza en esa evaluación. Pero la senadora Dianne Feinstein, presidenta del
comité de inteligencia del Senado –la misma que defendió las acciones de Israel
en 1996, cuando masacró a 105 civiles, la mayoría niños, en Qana, Líbano–,
anuncia que está claro que en Siria se han cruzado líneas rojas y deben tomarse
medidas para prevenir su uso en mayor escala. Y a continuación sale a relucir
el más antiguo de los lugares comunes vigentes en la Casa Blanca, hasta ahora
usado exclusivamente con respecto al probable/posible desarrollo de armas
nucleares iraníes: Todas las opciones están sobre la mesa.
En cualquier sociedad normal se
encenderían las luces rojas, en especial en las salas de noticias del mundo.
Pero no: nosotros los escribas recordamos al mundo que Obama dijo que el uso de
armas químicas en Siria sería un cambio en el juego –al menos los
estadunidenses admiten que es un juego– y nuestros informes confirman que en
realidad nadie ha confirmado.
Se usaron armas químicas. En dos
estudios canadienses de televisión se me acercan productores mostrando ese
mismo encabezado. Yo les digo al aire que haré pedazos la evidencia y de pronto
la nota es retirada de los dos programas. No porque no quieran usarla –lo harán
más tarde–, sino porque no quieren que nadie dé a entender que son pamplinas.
CNN no tiene esas inhibiciones.
Cuando a su reportero en Ammán le preguntan por el uso de armas químicas,
responde: “No tanto como el mundo quisiera saber… la sique del régimen de
Assad…” Pero, ¿alguien lo ha intentado? ¿O simplemente ha hecho una pregunta
obvia que un agente de inteligencia sirio me planteó la semana pasada: si Siria
puede causar un daño infinitamente más grave con sus bombarderos MiG (cosa que
sí hace), para qué querría usar armas químicas? Y ya que tanto el régimen como
sus enemigos se han acusado mutuamente de usarlas, ¿por qué Chuck no tiene
tanto miedo de los rebeldes como de la dictadura de Assad?
Todo vuelve al más infantil de
todos los lugares comunes: que Estados Unidos e Israel temen que las armas
químicas caigan en manos peligrosas. Tienen miedo, en otras palabras, de que
esas armas vayan a dar al arsenal de esos mismos rebeldes, en especial
islámicos, a los que Washington, Londres, París, Qatar y Arabia Saudita dan
respaldo. Y si esas son las manos peligrosas, es de suponerse que las armas del
arsenal de Assad están en buenas manos. Así ocurrió con las armas químicas de
Saddam Hussein… hasta que se le ocurrió usarlas contra los kurdos.
Ahora sabemos que ha habido tres
incidentes específicos en los que supuestamente se ha usado gas sarín en Siria:
en Alepo, cuando ambos bandos se acusaron (de hecho los videos provenían de la
televisión estatal siria); en Homs, al parecer en muy pequeña escala, y en las
afueras de Damasco. Y, si bien la Casa Blanca parece haberlo pasado por alto,
tres niños refugiados sirios fueron llevados a un hospital en la ciudad de
Trípoli, en el norte de Líbano, con quemaduras profundas y dolorosas.
Pero hay algunos problemas. Los
proyectiles de fósforo pueden infligir quemaduras profundas, y tal vez causar
defectos de nacimiento. Pero los estadunidenses no sugieren que el ejército
sirio haya usado fósforo (que de hecho es un químico); después de todo,
soldados estadunidenses usaron esa misma arma en la ciudad iraquí de Faluya,
donde de hecho hay ahora una explosión de defectos congénitos.
Supongo que nuestro odio al
régimen de Assad se vería mejor reflejado por el horror a los informes de
torturas cometidas por la policía secreta siria contra los detenidos. Pero
también en eso hay un problema: hace apenas 10 años, Estados Unidos sometía
hombres inocentes, incluso un ciudadano de Canadá, a Damasco para ser
interrogado o torturado por esos mismos policías secretos. Y si mencionamos las
armas químicas de Saddam, hay otro inconveniente: los componentes de esas viles
armas fueron producidos por una fábrica de Nueva Jersey y enviados a Bagdad por
Estados Unidos.
Desde luego, no es esa la nota en
nuestras salas de prensa. Entremos a un estudio de televisión y todos están
leyendo periódicos. Entremos en la redacción de un periódico y todos están
viendo la televisión. Es ósmosis. Y los encabezados son todos los mismos: Siria
usa armas químicas.
Así funciona el teatro.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya