viernes, 28 de agosto de 2020

 

Religión de la salud

Juan Preciado



Giorgio Agamben* llama al estado ideológico actual “la religión de la salud”, donde lo único que importa es sobrevivir –que pareciera obvio, no es lo mismo que vivir- a toda costa. No importa el precio que cada uno esté dispuesto a pagar, porque ese precio ha sido pactado anteriormente; a fin de cuentas, los mecanismos de obediencia tienen años de haber sido implantados y mantenidos eficazmente por la industria de adoctrinamiento de masas. Cada uno debe mantener su privilegiada posición de ser la reserva biológica del sistema.

En la zona euro todos vuelven la mirada –unos de manera franca, otros con miedo o con reserva- a la historia inmediata anterior al pacto que logró trasladar las guerras desde el corazón de Europa hacia regiones del planeta racialmente aceptables. (De no adoptar el mismo enfoque racial que determinó el lanzamiento de dos bombas atómicas, no es posible comprender por qué fueron lanzadas a un país derrotado y que jamás estuvo ni siquiera cerca de ser un factor determinante para definir a los ganadores de la guerra).

Parece que los países de siempre (a excepción de Alemania, por ahora) presentan facilidad para suspender, bajo cualquier pretexto, las garantías individuales. Se compara el actual “despotismo tecnológico sanitario” con el nacimiento del franquismo, el fascismo y el nazismo en Europa. Desgraciadamente, nosotros no tenemos semejante ventaja cultural proclive a la sensatez y al estudio, porque  nuestro país jamás ha dejado de ser una colonia. La urgencia social de reproducir sin ton y son las pautas de conducta relativas a un estado de excepción  que comenzaron a implementarse en España e Italia a principios de este año, son un buen ejemplo desde dónde y hacia dónde se dirige la voluntad social en nuestro país.

 

¿Cuál es la medida de la maldad? ¿Cómo puede ser bueno despreocuparse de los que han muerto? ¿En qué hombre se ha engendrado ésta idea?

¿Qué prueba de fuerza es matar de nuevo al que está muerto?

Sófocles, “Atígona”.


Volvemos a preguntarnos, ¿qué atrocidades puertas adentro se perpetran en un sistema de salud criminalmente desvencijado, de siempre ineficaz, torpe e insensible,  ahora que nadie puede objetar el maltrato y la ignominia a la que los enfermos y difuntos son sometidos, bajo el paraguas protector del miedo socialmente alimentado y un sistema que de siempre criminaliza cualquier disidencia? ¿En qué momento el sistema nacional de salud se convirtió en una fábrica de cenizas anónimas?

La actual atestación de la religión de la salud consiste en creer o no en la realidad palmaria de un virus infeccioso. El lenguaje desenmascara la manera de afrontar la realidad. Nunca ha estado en duda su existencia, sino la pertinencia de las acciones tomadas por gobiernos urgidos de legitimidad. Pero de siempre ha sido más fácil desbaratar una creencia. Años hace que antes de emitir una opinión, el “yo creo” reemplazó al “yo sé”. El realismo fantástico ha sentado sus reales en nuestra sociedad, gracias  a la ilusión popular de que las cosas pueden suceder por el simple hecho de desearlo.

Todos los días, por todos lados, se actualizan las cifras de muertos, contagios, enfermos, hospitalizados.

¿Por qué, en todos estos meses, no se nos han mostrado tablas comparativas de mortalidad mensual y anual, del año 2020 contra años anteriores? Información referente al número de defunciones por enfermedades respiratorias y en nuestro país, decapitaciones y demás asesinatos, por ejemplo. Todo mundo habla de ciencia, pero el método científico no aparece por ningún lado.

El famoso “distanciamiento social” nos recuerda, si somos críticos, que las masa, la gente, la muchedumbre, es fácilmente manipulable, dirigible sí, pero últimamente, había tenido el mal gusto de asociarse, organizarse y protestar para evitar se tomaran medidas –por ejemplo en Francia e Italia- semejantes a las medidas que la “pandemia”  ha permitido implementar y regularizar.

La gran mayoría de las restricciones que tienen que ver con el alejamiento de los centros de enseñanza, de cultura, el consumo a distancia y el obligado sedentarismo, no desaparecerán. Llegaron para quedarse.

Parece que el objetivo es eliminar la participación de la sociedad en cualquier cosa que pueda convertirse en organización y actividad política. El aislamiento -y la esperada abulia- social se convierte en el modelo idóneo de participación cívica.

Y así nos va.

 

 * Giorgio Agamben lleva al menos 25 años y 14 libros denunciando las nuevas formas de control político, principalmente aquellas que perfilan al estado actual como un "biopoder". (Como sucede en nuestro país, los equipos biométricos son los encargados de asociar lo que se asume como perfil biológico de las personas con un número de recaudación fiscal).

Citamos a continuación datos que proporcionó el 27 de abril de 2020 a un diario alemán, dado que sus opiniones y análisis han provocado su exclusión del espectro informativo, como lo dijo en una entrevista que le realizó la radio pública de Suecia, "Por lo que a mí respecta, los grandes periódicos de Italia se niegan pura y simplemente a publicar mis opiniones".

"Cito las palabras del informe: «En marzo de 2019 hubo 15 189 muertes por enfermedades respiratorias y el año anterior hubo 16 220. Por cierto, se observa que esta cifra es superior al número correspondiente de muertes por Covid (12 352) declaradas en marzo de 2020». Pero si esto es cierto y no tenemos motivos para dudarlo, sin querer minimizar la importancia de la epidemia debemos preguntarnos si puede justificar medidas de limitación de la libertad que nunca se habían tomado en la historia de nuestro país, ni siquiera durante las dos guerras mundiales. Surge la duda legítima, en lo que respecta a Italia, de que al propagar el pánico y aislar a la gente en sus casas, se haya querido descargar sobre la población las gravísimas responsabilidades de los gobiernos que primero desmantelaron el servicio sanitario nacional".