lunes, 25 de agosto de 2014

¿Bombardeos? ¿Hablar de Dios? Obama sigue el guión de los yihadistas


Repetidamente se nos invita a observar en nuestras pantallas de televisión los aviones y drones haciendo blanco en las supuestas posiciones de los combatientes del Isil e imaginar su muerte dentro de la bola de fuego que calcina sus vehículos. El que no podamos ver sus rostros no lo hace menos obsceno.

Robert Fisk

El califato tiene productores teatrales bastante estrictos. Han escrito un sórdido y salvaje guión. Nuestro trabajo es responder cada una de sus frases. Nos comprenden lo suficiente para saber qué diremos. Así que decapitaron a James Foley y amenazan con hacer lo mismo con uno de sus colegas. ¿Qué es lo que hacemos? Exactamente lo que predije hace 24 horas: convertir la muerte de Foley en una nueva razón para seguir bombardeando el califato del Isil.

¿Y qué más nos provocaron hacer, o al menos al presidente estadunidense de vacaciones? Una guerra en estrictos términos religiosos, que es exactamente lo que ellos querían.

Barack Obama, antes de volver al campo de golf, informó al mundo que ningún Dios justo permitiría (al Isil) hacer lo que el grupo hace a diario.

Ahí lo tienen: Obama convirtió la barbarie del califato en una batalla interreligiosa entre dioses rivales; el nuestro (occidental) y el de ellos (el Dios de los musulmanes, claro). Esto es lo más que Obama se ha acercado a rivalizar con la necia reacción de George W. Bush cuando, al referirse al 9-11, afirmó que nos batiríamos en una cruzada.

Ahora, claro, Obama no se refirió al Dios musulmán de la misma forma en que Bush no tenía la intención de mandar a miles de guerreros cristianos a caballo a las tierras bíblicas de Medio Oriente. De hecho, Bush sólo envió guerreros en tanques y helicópteros.

Obama mencionó también que las víctimas del califato son “musulmanas en su inmensa mayoría, con lo que dio a entender que el califato ni siquiera es musulmán, pese a que su entusiasmo por intervenir en Irak a principios de este mes no fue por ayudar a esos miles de pobres musulmanes, sino porque le preocupaba que cristianos y yazidíes fueran perseguidos. Y, desde luego, existía el peligro potencial de que hubiera víctimas estadunidenses, hecho que los hombres de Abú Bakr Bagdadi comprendieron muy bien. Por eso asesinaron al pobre James Foley. No porque fuera periodista, sino por ser estadunidense; uno de los estadunidenses a los que Obama prometió defender en Irak.

Independientemente de si a Obama se le olvidó que había rehenes de nacionalidad estadunidense en Siria, el intento de rescate llevado a cabo por el ejército de Estados Unidos al menos prueba que sabían que Foley estaba en Siria. Pero, ¿por qué el Isil está en Siria? Pues para derrocar al gobierno de Assad, claro, que es lo mismo que nosotros intentamos hacer, ¿cierto?

¿Qué demonios hizo que Obama creyera que puede decir a los musulmanes lo que un Dios justo puede o no puede hacer? El presidente que lamentó la guerra de Bush en Irak, pero que no se da cuenta de que millones de musulmanes en Irak no creen que un Dios justo acepta la invasión estadunidense a su país en 2003, o que decenas de miles de iraquíes han sido asesinados por las mentiras de Bush y de Blair.

Quedé anonadado cuando escuché a Obama decir: Algo en lo que todos nosotros (sic) podemos estar de acuerdo es que un grupo como el Isil no tiene cabida en el siglo XXI.

Es el mismo discurso pedante que el viejo bribón de Bill Clinton usó para dirigirse al Parlamento jordano después del impopular tratado del rey Hussein con Israel; cuando afirmó que todos los grupos musulmanes que se opusieron al acuerdo estaban formados por hombres del pasado.

Por alguna razón, en verdad creemos que los musulmanes de Medio Oriente necesitan que les contemos su historia y les expliquemos qué los beneficia o los perjudica.

Los musulmanes que están de acuerdo en que el asesinato de Foley fue un repugnante crimen contra la humanidad fueron insultados por un cristiano que les dijo que un Dios justo aprobaría o desaprobaría. Y quienes apoyaron el asesinato estarán aún más convencidos de que Estados Unidos es, muy justificadamente, enemigo de todos los musulmanes.

En cuanto al siniestro verdugo británico John, me inclino a pensar que vivió entre Newcastle, Tyne o Gateshead, pues dado que he pasado tiempo en Tyne creí haber escuchado una pizca del acento característico de esa región.

Pero John bien puede ser francés, ruso o español. No es que algo de pronto lo volviera; se trata de un fenómeno que afecta a muchos otros jóvenes, y miles harán lo mismo que él.

¿Cómo fue que, por ejemplo, un australiano permitió que su hijo posara con la cabeza decapitada de un soldado sirio? (Un militar que servía en el ejército de Assad, cuyo gobierno juramos derrocar).

¿Y cómo han respondido nuestros servicios de seguridad a esto? Con sus tonterías habituales, dando a entender que el simple hecho de ver vía Internet esa horrenda ejecución podría constituir un crimen terrorista. ¿Qué clase de idiotez es esta?

Personalmente, encuentro igualmente ofensivo filmar –para luego mostrar por televisión– el asesinato en masa de seres humanos mediante bombardeos. Pero aún así los mostramos, ¿no es así? Repetidamente se nos invita a observar en nuestras pantallas de televisión los aviones y drones haciendo blanco en las supuestas posiciones de los combatientes del Isil e imaginar su muerte dentro de la bola de fuego que calcina sus vehículos. El que no podamos ver sus rostros no lo hace menos obsceno. Claro, sus actividades son lo opuesto a aquello por lo que luchaba Foley, pero ¿en verdad todos son milicianos? Aún no hemos escuchado esa aberrante maldición lingüística: daño colateral, pero estoy seguro de que pronto lo haremos.

¿Qué harán nuestros jefes de seguridad? ¿Convertir en crimen terrorista ver los videos de las acciones militares estadunidenses? Lo dudo, a menos que en las filmaciones se muestre el sangriento asesinato de muchos civiles. Entonces sí que podrían argumentar, con justa razón, que al verlos se alienta el terrorismo. Y entonces tendríamos que dejar de cubrir las guerras.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

martes, 12 de agosto de 2014

Una buena persona


Juan Preciado

Son de las cosas que dejan un pésimo sabor de boca. Un payaso, al servicio del sistema de poder (a través de la industria de adoctrinamiento de masas, no del sistema político, aclaro) muere de asfixia y se presume suicidio. Bueno, no nos interesan los detalles, para eso están los panfletos semanales y los diarios de superficialidades. Las declaraciones vertidas por la gente que tiene la oportunidad –y la obligación, recordemos que para eso les pagan- de hablar o escribir en los medios de propagación de embustes, mal llamados “de comunicación”, nos muestran la perversión del sistema, su discurso desarticulado–así tienen la cabeza- y sus desafortunadas consecuencias.

Resulta que, de las últimas declaraciones que podemos leer o escuchar, debemos asumir que el payaso “era un gran ser humano”, para después enterarnos que era un asiduo paciente de clínicas para rehabilitar adictos a drogas como la cocaína. De acuerdo, luego entonces, ¿dónde nos perdimos?

En un país como el nuestro, donde se cortan cabezas como si fueran margaritones gracias a los usos y costumbres de los señores que se encargan de llevar la droga al país vecino del norte, un consumidor  final y por lo tanto, cómplice de todos los delitos ocasionados por su miserable adicción, de ninguna manera puede ser calificado como “gran ser humano” o “buena persona”. Esto claro, desde la óptica de quién no se nutre del sistema, ni monetariamente ni anímicamente gracias a una dudosa “diversión”.  ¿Se puede sentir simpatía por aquellas personas que son el sostén y causa del negocio que impide, entre otras cosas, que los mexicanos que viven en las ciudades de la frontera norte, puedan salir tranquilamente de su casa sin peligro de ser secuestrados, asesinados o extorsionados de mil y un formas? ¿Se puede calificar como un gran ser humano a una cualquiera de las personas que no son más que cómplices de un negocio que arruina la vida diaria de miles de conciudadanos?

Todo lo anterior debe ser una broma de pésimo gusto, proveniente de un país que se especializa en ellas, algo parecido a la propuesta que días atrás hiciera un señor embajador: propone que se dé el premio nobel de la paz al ejército israelí.

La industria del espectáculo hace honor a su carácter trivial y al significado original de la palabra. Ya lo habíamos dicho en otra ocasión: trivial hace referencia, entre otras cosas, a aquello que tienen características de burdel y lupanar. 
De ningún modo es casualidad que en nuestro país, los miembros de la industria del espectáculo den tan pobre espectáculo; son los principales consumidores de drogas en México y siempre ha servido como casa citas para el poder político. Y que nos lo digan los dizque legisladores que fueron captados haciendo una burda parodia de su cargo y de lo que ellos consideran debe ser la “diversión”.

La palabra diversión proviene de “diverso” y esta palabra hace referencia a aquello que marcha contra corriente, incluso “volver la espalda”. Y lo que estos señores y muchísimas personas más hacen, es llamar “diversión” a aquello que va en contra de la palabra misma, ya que todos acaban haciendo lo mismo. Gracias a la industria de adoctrinamiento de masas, todos quieren lo mismo para acabar haciendo lo mismo; solamente por eso, no puede llamarse diversión a las obscenidades repetitivas y rutinarias que realizan a la primera oportunidad. Diversión se refiere a aquello que hacemos para salir de la rutina; y no hay nada más rutinario en nuestro país que comportarse como idiota cada vez que hay oportunidad.


Lo trivial no puede ser divertido y debería preocuparnos que la realidad de este país sea un amasijo de trivialidades.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Pesadilla en Gaza


NOAM CHOMSKY *

Entre todos los horrores desplegados en la más reciente ofensiva israelí en Gaza, el objetivo de Tel Aviv es simple: volver, a la chita callando, a la norma.

En Cisjordania, la norma es que Israel continúe su construcción ilegal de colonias e infraestructura para poder integrar a su territorio cualquier cosa que pueda ser de valor, mientras confina a los palestinos en cantones inviables y los sujeta a represión y violencia.

En Gaza, la norma es una existencia miserable bajo un sitio cruel y destructivo, que Israel administra para permitir apenas la subsistencia, pero nada más.

La más reciente escalada israelí fue disparada por el brutal asesinato de tres muchachos de una comunidad de colonos en Cisjordania ocupada. Un mes antes, dos chicos palestinos fueron muertos a tiros en la ciudad de Ramalá, en esa misma zona. Ese hecho despertó poca atención, lo cual es entendible, puesto que es rutina.

“El desdén institucionalizado por la vida de los palestinos en Cisjordania explica no sólo por qué recurren a la violencia –escribe Mouin Rabbani, analista de Medio Oriente–, sino también el más reciente ataque israelí a la franja de Gaza.”

En una entrevista, el defensor de derechos humanos Raji Sourani, que ha permanecido en Gaza durante los años de brutalidad y terror israelí, señaló: “La frase que con más frecuencia escuchaba cuando la gente empezaba a hablar de un cese el fuego era: ‘todos dicen que es mejor para nosotros morir y no regresar a la situación que teníamos antes de esta guerra. No queremos eso de nuevo. No tenemos dignidad ni orgullo; sólo somos blancos fáciles, y muy baratos. Si la situación no mejora en verdad, es mejor morir’. Hablo de intelectuales, académicos, personas comunes y corrientes. Todos lo dicen”.
En enero de 2006, los palestinos cometieron un crimen grave: votaron por quien no debían en una elección libre cuidadosamente vigilada, y entregaron el control del parlamento a Hamas.

Los medios proclaman constantemente que Hamas está dedicado a la destrucción de Israel. En realidad, los líderes de Hamas han dejado en claro en repetidas ocasiones que aceptarían una solución de dos estados, de conformidad con el consenso internacional que ha sido bloqueado por Estados Unidos e Israel durante 40 años.

En contraste, Israel, fuera de unas cuantas palabras vanas, está dedicado a la destrucción de Palestina, y se aplica en ese cometido.

El crimen de los palestinos en enero de 2006 fue castigado de inmediato. Estados Unidos e Israel, con la vergonzosa adhesión de Europa, impusieron severas sanciones a la población errante e Israel incrementó su violencia.
Rápidamente, Estados Unidos e Israel empezaron planes para un golpe militar que derrocara al gobierno electo. Cuando Hamas tuvo el descaro de revelar los planes, los ataques israelíes y el sitio se volvieron mucho más severos.

No debería haber necesidad de revisar el deplorable historial de lo ocurrido desde entonces. El sitio implacable y los salvajes ataques son acentuados por episodios de cortar el césped, para tomar prestada la alegre expresión con que designa Israel sus periódicos ejercicios de tirotear a los peces en el estanque como parte de lo que llama guerra de defensa.

Una vez que cortan el césped y los desesperados pobladores buscan reconstruir algo después de la devastación y los asesinatos, se acuerda un cese del fuego. El más reciente se estableció después del asalto israelí de octubre de 2012, llamada operación Pilar de Defensa.

Aunque Israel mantuvo el sitio, Hamas observó la tregua, como concede Tel Aviv. Las cosas cambiaron en abril de este año, cuando Fatah y Hamas forjaron un acuerdo de unidad que instauró un nuevo gobierno de tecnócratas, sin afiliación a ninguno de los dos partidos. Naturalmente, Israel estaba furioso, y más aún cuando hasta el gobierno de Obama se unió a Occidente en indicar aprobación. El acuerdo de unidad no sólo socava la aseveración de Israel de que no puede negociar con una Palestina dividida, sino también amenaza el objetivo de largo plazo de separar Gaza de Cisjordania y proseguir sus políticas destructivas en ambas regiones.

Algo tenía que hacerse, y la ocasión se presentó el 12 de junio, cuando los tres jóvenes israelíes fueron asesinados en Cisjordania. En un principio el gobierno de Netanyahu sabía que estaban muertos, pero fingió que lo ignoraba, lo cual dio la oportunidad de lanzar una incursión en Cisjordania, con Hamas por objetivo.

El primer ministro Benjamin Netanyahu afirmó tener cierto conocimiento de que Hamas era el culpable. También resultó mentira.
Una de las principales autoridades sobre Hamas, Shlomi Eldar, informó casi de inmediato que muy probablemente los asesinos procedían de un clan disidente de Hebrón que desde hace mucho tiempo ha sido una espina en el costado de Hamas. Eldar añadió: Estoy seguro de que no recibieron luz verde de la dirigencia de Hamas; sólo les pareció que era momento de actuar.
Sin embargo, la escalada de 18 días después del secuestro logró minar el temido gobierno de unidad, e incrementó drásticamente la represión israelí. Israel también llevó a cabo docenas de ataques en Gaza, y el 7 de julio dio muerte a cinco miembros de Hamas.

Al final Hamas reaccionó disparando sus primeros cohetes en 19 meses, lo cual dio pretexto a Israel para lanzar su operación Borde Protector el 8 de julio.

Al 31 de julio se había dado muerte a unos mil 400 palestinos, en su mayoría civiles, entre ellos cientos de mujeres y niños. Y a tres civiles israelíes. Grandes áreas de Gaza habían quedado reducidas a escombros. Cuatro hospitales habían sido atacados; cada ataque fue un crimen de guerra más.
Funcionarios israelíes exaltan la humanidad del que llaman el ejército más ético del mundo, que informa a los habitantes de que sus hogares serán bombardeados, práctica que es sadismo disfrazado santurronamente de piedad, en palabras de la periodista israelí Amira Hass: Un mensaje grabado demanda a cientos de miles de personas que dejen sus hogares ya elegidos como blancos, por otro lugar igualmente peligroso ubicado a 10 kilómetros de distancia.

De hecho, no hay lugar en la prisión de Gaza que esté a buen resguardo del sadismo israelí, que puede incluso exceder los terribles crímenes de la operación Plomo Fundido de 2008-09. Las terribles revelaciones suscitaron la reacción acostumbrada del presidente más moral del mundo, Barack Obama: gran simpatía por los israelíes, acerba condena de Hamas y llamados a la moderación a ambas partes.

Cuando los ataques actuales se detengan, Israel espera quedar libre para continuar sin interferencia sus políticas criminales en los territorios ocupados, con el apoyo estadunidense que ha disfrutado en el pasado. Y los pobladores de Gaza quedarán en libertad de regresar a la norma en su prisión gobernada por Israel, en tanto en Cisjordania los palestinos podrán observar en paz cómo Israel desmantela lo que quede de sus posesiones.

Tal es el desenlace probable si Estados Unidos mantiene su apoyo decisivo y virtualmente unilateral a los crímenes israelíes y su rechazo al consenso internacional que desde hace tanto tiempo existe en torno a un acuerdo diplomático.

Pero el futuro sería muy distinto si Washington retirara ese apoyo. En ese caso sería posible avanzar hacia lasolución duradera en Gaza a la que ha convocado el secretario de Estado John Kerry, la cual ha suscitado condena histérica en Israel porque la frase podría interpretarse como un llamado a poner fin al sitio y a los ataques constantes israelíes. Y –horror de horrores– la frase podría incluso interpretarse como un exhorto a aplicar el derecho internacional en el resto de los territorios ocupados.

Hace 40 años Israel tomó la fatídica decisión de elegir la expansión sobre la seguridad, rechazando un tratado total de paz ofrecido por Egipto a cambio de la evacuación del Sinaí egipcio ocupado, donde Israel emprendía proyectos intensivos de colonización y desarrollo. Desde entonces Tel Aviv se ha adherido a esa política.

Si Estados Unidos decidiera unirse al mundo, el impacto sería grande. Una y otra vez Israel ha abandonado planes anhelados si Washington se lo demanda. Así son las relaciones de poder entre los dos gobiernos.

¿Podría cambiar la política estadunidense? No es imposible. La opinión pública ha tenido un giro considerable en años recientes, en particular entre los jóvenes, y no puede ignorarse por completo.

Durante algunos años ha habido buen fundamento para las demandas públicas de que Washington observe sus propias leyes y reduzca la ayuda militar a Israel. La ley estadunidense estipula que no se puede brindar asistencia en seguridad a ningún país cuyo gobierno siga una pauta consistente de graves violaciones de los derechos humanos reconocidos internacionalmente.
Israel, sin duda, es culpable de esa pauta consistente, y lo ha sido por muchos años. El senador Patrick Leahy, de Vermont, autor de esa disposición legal, ha mencionado su aplicabilidad potencial a Israel en casos específicos, y con un bien dirigido esfuerzo educativo, de organización y de activismo, es posible impulsar con éxito tales iniciativas.

Eso podría tener un impacto muy significativo por sí mismo, y a la vez daría una plataforma para acciones ulteriores con el fin de obligar a Washington a volverse parte de la comunidad internacional y observar las normas del derecho internacional.
Nada podría ser más significativo para las trágicas víctimas de tantos años de violencia y represión en Palestina.

* Noam Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts en Cambridge, Mass, EU.

(©) 2014 Noam Chomsky
Distributed by The New York Times Syndicate

Traducción: Jorge Anaya

lunes, 4 de agosto de 2014

Cansado de los crímenes de guerra, el mundo empieza a volverse contra Israel


Políticos y medios ya no temen ser tildados de antisemitas

ROBERT FISK

Disfracen la situación todo lo que quieran, pero la verdad duele. El mundo comienza a volverse contra Israel.

Hubo un tiempo en que nuestros políticos y medios tenían un terror visceral a que alguien los llamara antisemitas, cuando de cubrir guerras en Medio Oriente se trataba.

Tan corrosivo y sin escrúpulos era este ataque en contra de nuestra crítica honesta a Israel, que tan sólo la tímida mención de la palabra desproporcionado –como cuando se refiere uno a la diferencia que existe entre el número de muertos árabes e israelíes– provocaba acusaciones de nazismo de todos los simpatizantes de Israel. Quienes apoyaban a los palestinos, en cambio, se ganaban el sobrenombre de pro palestinos, lo cual, en muchos casos, se consideraba sinónimo de pro terroristas.

Así fue hasta el actual baño de sangre en Gaza, que está siendo cubierto de manera sumamente gráfica por periodistas, al grado de que incluso nuestros amos y medios están pasando por una nueva experiencia: el no tener miedo de ser llamado antisemita y empezar a temer a su propio público lector y televidente: la gente común, enardecida por los crímenes de guerra cometidos contra mujeres y niños en Gaza, exigen saber por qué, aún ahora, los magnates televisivos y los políticos rehúsan tratar como seres humanos inteligentes, morales y decentes a los miembros de su propia audiencia.

Con todo, cada vez que un niño empapado en sangre aparece en la pantalla los comentaristas se afirman que las partes juegan al culpable. ¿Jugar al culpable? ¿Creen que esto es un maldito partido de futbol? ¿No es más bien una maldita tragedia?

Funciona así: civiles mueren. Los reporteros lo llaman el resultado de fuego de tanques (Hamas no tiene tanques). Israel afirma que se trató de un disparo fallido de un cohete de Hamas. Hamas acusa a Israel del ataque. Esto es jugar al culpable, porque nadie en realidad puede ser culpable, y el resultado es que deja de importarnos la responsabilidad y nos resignamos.

Tampoco debemos olvidarnos de cuando las bombas estadunidenses mataron civiles en Trípoli en 1986, recuerdo que entonces la culpa fue de un disparo fallido de un misil antiaéreo libio. También hay que recordar que cuando la OTAN atacó el distrito de Shuala, Bagdad, y mató a civiles en 2003, la culpa fue de un “disparo fallido de un misil antiaéreo iraquí, desde luego.
Varios estadunidenses me han pedido que enfatice este punto. Son los mismos que siempre se quejan de que 100 por ciento del Senado de su país está en favor del apoyo a Israel. Esto suena un poco como las votaciones de 98 por ciento con que los dictadores árabes obtienen sus presidencias, excepto en el caso de la cámara estadunidense ¡Esta cifra es real!

Pero el mundo se está volviendo contra Israel, como bien dicen los ministros europeos, con muchísimo tacto, a los israelíes. Y el mundo se vuelve también en contra de nuestros políticos y amos de los medios, quienes insisten en insultar al público.

¿Cuántas veces más espera el New York Times que sus lectores toleren editoriales pusilánimes como el de la semana pasada? Hubo ataques mortíferos en Gaza, según el diario. El total de muertos fue de al menos 750, en su gran mayoría palestinos. Y luego el absurdo total: hubo acusaciones mutuas –entre Israel, Hamas o algún aliado de Hamas– sobre la autoría de los ataques. Por tanto, afirmó el Times, lo que importa ahora realmente es la forma de detener la carnicería. Así está bien: el juego de la culpa implica que nunca nadie tenga la culpa.

En Francia ha habido repudio popular a la forma en que el gobierno ha reaccionado al calvario de Gaza. François Hollande pidió a Israel corregir su puntería un poquito. Criticó la agresión de Hamas y las represalias israelíes. Pero luego un furioso Benjamin Netanyahu vociferó contra el Elíseo y lo obligó a cambiar de tonada. Hollande repitió su mantra habitual de Israel tiene derecho a adoptar medidas para proteger a su pueblo. Sin embargo, los miembros de la Asamblea Francesa, asqueados por el castigo colectivo infligido a los palestinos que Hollande reviró e hizo un llamado urgente para poner fin a la escalada de violencia. ¡Qué alivio!

En Irlanda, que tradicionalmente es pro palestina, desgraciadamente el Irish Times ha repetido la misma cantaleta que sus tocayos de Nueva York. El día después de que Israel bombardeó una escuela de la ONU y mató a 19 civiles, publicó en su primera plana la declaración de cese el fuego de Israel que daba detalles sobre la tregua y luego mencionó que no hubo reacción alguna de Hamas a dicho llamado. Y sólo después de ello informó a sus lectores de los 19 civiles muertos.

Un lector fustigó al periódico en una carta y lo acusó de balancear la información de manera tal que los palestinos parecieran tan culpables como los israelíes. Un desinterés de ese tamaño en realidad es una forma de apatía moral, señaló de manera muy acertada. El mundo debería al menos agradecer a los periodistas de Gaza, aunque todos sus jefes de redacción estén prófugos.

© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca