lunes, 9 de julio de 2012

Sin vergüenza.



Juan Preciado.

El pretexto siempre es la pobreza, la falta de educación, de oportunidades, etc. En realidad, lo que siempre falta es la dignidad, el pundonor, la vergüenza.

Llamamos sinvergüenza a quién comete actos ilegales en provecho propio; y que además lo hace sin remordimiento, con cinismo, no importando quién ni cuantos lo señalen como delincuente, estafador o corruptor. Calificamos como desvergonzado al que hace alarde con descaro de sus faltas, de sus tropelías, de sus vicios.

Giorgio Agamben define la vergüenza como la respuesta a aquello que no podemos asumir. Por eso al referirnos a la clase política mexicana no podemos mas que decir: no tienen vergüenza.

Se asumen sin ningún problema como mentirosos, embusteros, cómplices, delincuentes, corruptos, canallas, mezquinos. Y el mexicano promedio hace lo mismo.

Cinismo

Al poder en turno, y a sus operadores, no les avergüenza entregar limosna a la gente con tal de garantizar su permanencia al frente del changarro. Sin vergüenza afirman que ellos no hicieron lo que está videograbado, que ellos no hicieron aquello que se evidencia en los tumultos que se forman en los supermercados provocados por su contraparte, los otros sinvergüenzas que por unas migajas hoy se quedaron sin mañana. Y ambos hacen ostentación cínica de sus faltas, de su mezquindad.

No hay pobreza que justifique la desvergüenza. El problema es que el mexicano promedio ha aprendido a comportarse a través del miserable ejemplo que le da el poder en turno. Sospechosos de delitos son todos. El mexicano de a pie ha aprendido a comportarse a través de las viñetas que le presenta la televisión, a través de la apología de la violencia, del delito, de la marrullería y del desenfreno –siguiendo a Platón- que éstas le ofrece día con día. No hay nada que el sistema de poder no intente controlar, no hay ningún mensaje desarticulado.

El mexicano sabe que el mexicano hace trampa. Se escandaliza –desvergonzadamente- de la trampa ajena mientras ignora la propia.

El IFE, esa vergüenza nacional –para quien tenga vergüenza- afirma machaconamente, que en estas elecciones “hemos consolidado nuestra democracia electoral”. ¿Qué significa esta afirmación? Si nos atenemos a la realidad objetiva, significa que el señor titular del IFE ha aceptado como valido un sistema electoral corrupto, mentiroso, escandalosamente ineficiente y de pilón carísimo. Lo asume y por eso no siente vergüenza. Los señores del IFE se están llevando carretadas de dinero a los bolsillos, cuando son incapaces de contar sin equivocarse del 1 al 100. Y lo hacen de manera desvergonzada. Sin remordimiento se asumen inútiles, incapaces y ávidos de dinero. Si uno ingresa a la página de internet que muestra los resultados del los comicios, puede observar casillas electorales con una votación mayor al 100%. Se reportan casillas con 300 votantes que al mismo tiempo entregaron más de mil votos.

¿Cómo es esto posible?

Ahora, presentan la farsa del conteo distrital sin modificar ninguno de estos errores. Hay casillas en las que se infló la votación en 1000%. ¿Cómo es esto posible? Es decir: ¿cómo se puede hablar de una jornada ejemplar y de tonterías y sinvergüenzadas por el estilo,  cuando la realidad, su propia realidad –el PREP- los contradice? Es la burla de la burla.

Del otro lado, en el colmo de la desvergüenza, nos enteramos de la compra y coacción del voto gracias a una sarta de desvergonzados que exigen al sistema de poder que los corrompe, y se corrompe a través de ellos, que cumpla con lo prometido: unas migajas, unos cuantos despojos, unas sobras para que estos artífices de la corrupción puedan sentir la satisfacción que siente el psicópata cuando destruye una vida. Estos sinvergüenzas destruyeron la suya y la de miles, miles de personas cuya única falta es tener la desgracia de compartir con ellos y con la clase política mexicana, un territorio plagado de sinvergüenzas.

No me puedo asumir como cómplice de la estafa mayúscula en que han convertido la “democracia” mexicana. Y es por esto que siento una profunda vergüenza.

Reconozco -y agradezco infinitamente- que soy afortunado al poder  sentir vergüenza en medio de este desvergonzado manicomio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario