viernes, 30 de marzo de 2012

Tele-embustes


En su libro “Homo Videns, la sociedad teledirigida” Giovanni Sartori da cuenta del siguiente experimento: en Inglaterra se propagó una información que era evidentemente falsa: más de la mitad de la gente que leyó la noticia, pudo detectar la falsedad; cerca del cincuenta por ciento de los que la escucharon por radio se dieron cuenta del engaño; en cambio, entre aquellos que la vieron por televisión, menos del 30% pudieron darse cuenta del engaño. De esto, se confirma que la televisión es el medio más eficaz para propagar mentiras, embustes y campañas políticas.

Desde tiempo atrás, se considera que la radio es un medio para ciegos; la televisión lo es para sordos. Y así trata el sistema a sus preclaros televidentes. La televisión tiene el peligrosísimo defecto de legitimar cualquier discurso, por muy absurdo que este pueda ser. No por nada, a la jerarquía católica se le queman las habas por tener su propio canal de televisión.  Huelga decir que, para la “industria del  espectáculo” la propaganda oficial es el mejor de los negocios. Hemos escuchado mil y un promesas de campaña,  mil y un noticias falsas, da pena y vergüenza que esta estrategia –la propagación de falsedades a través del televisor- siga funcionando.

Además, como ya lo hemos mencionado, el mexicano no tiene memoria, ni personal y menos política. Prácticamente desde los años ochentas, escuchamos el mismo cuento, las mismas frases. Y el objetivo es el mismo: reclutar adeptos entre la bola de aturdidos.

Palabras huecas

1980 fue el año en que se estrenó una frase como lema de campaña del, en ese entonces, futuro presidente. Esta frase se consolidó como el lugar común del sistema político mexicano cuando de pagar los platos rotos se trata: “La solución somos todos”. Esa misma cantaleta escuchamos cuando nos quieren hacer participes de desgracias que no provocamos nosotros, sino el “mandatario” en turno: todos debemos “colaborar”, “cooperar” – que curioso cooperar es justo la palabra que utiliza el saltimbanqui del semáforo, por algo será-, “sumar esfuerzos”, etc.

Otra forma de socializar las pérdidas es la siguiente: cuando un político mexicano es reconocido por ratero, ignorante e incapaz, se nos quiere compartir su prestigio afirmando que: “insultan a los mexicanos” o “atentan contra el país”. En este caso habría que aclararle al politicastro en cuestión que no nos insultan a nosotros y menos al país, se dirigen a él.

Pero si se trata de repartir ganancias económicas, ya no contamos todos, nomás unos cuantos; y que lo diga la revista Forbes…

Cómo se parece ese sexenio al actual: con su guerra sucia; la devaluación  de la moneda del 866%; alza en el precio de los combustibles; el enriquecimiento inexplicable del círculo de amigotes del preciso y el jefe de la policía en total desprestigio.  Palabra que para nosotros significa mucho, para ellos nada.

Perlas declarativas del sexenio: “No pago para que me peguen”, “el orgullo de mi nepotismo”, “Defenderé al peso como un perro”. Por cierto, seis años atrás, un escritor que con el tiempo y por arte de magia –o de sus palabras al servicio del sistema- alcanzo fama y “prestigio”, invitaba a votar al grito de “el alumno del asesino de masas o el fascismo”, cuando todavía mandaba en el país el asesino de masas.

El siguiente sexenio fue el de la debacle total, una devaluación record de la moneda del 1443% con todo y terremoto, pero al gran devaluador lo que le preocupaba era “la renovación moral” de la sociedad y la “simplificación administrativa”. El presidente en turno nos quería convencer que todo era culpa del movimiento de la tierra, como hace poco nos querían convencer de que la crisis económica “vino de fuera” y la culpa de todo era una falsa epidemia de influenza AH1N1. Está claro que los métodos engaña-bobos no han cambiado, sólo cambia el declarante.

En gran defensor de la democracia se convirtió el que llegó a la presidencia a través de un fraude electoral, tal como ocurre actualmente. En los años posteriores a las elecciones de 1988 fue creado –y cómo no iba a ser- el desgraciado Instituto Federal Electoral, “un organismo ciudadano, para ciudadanos”, palabras más huecas que la ideología del partido azul. Ese año también se inventó el accidente carretero como medio para deshacerse de políticos francamente incómodos. “Compatriotas” nos llamaba, de manera ridícula, aquel que inició el desmantelamiento del país. Según su visión del mundo, generada por su genio económico, Telmex no era una empresa rentable, por eso decidió regalarla a un señor de apellido Slim. Y sólo por mencionar una empresa entre las cientos que fueron rematadas a personajes tan capaces para administrarlas que las quebraron en menos de 6 años. Cualquier parecido con el discurso, y situación actual, de PEMEX, CFE, servicios médicos y Mexicana de Aviación es sólo una broma de mal gusto cortesía de la terca realidad.

Después de dos magnicidios y varios accidentes fatales con la marca de la casa, comenzamos a escuchar constantemente que “él sabe cómo hacerlo”. Sólo los ingenuos pensaban que ese “saber hacer” se iba a convertir en bien social y no lo que auguraba: el inmenso fraude llamado ROBAPROA. Tan grande fue el fraude que el ejecutor confesó después “no traigo cash”.

Y bueno, ya ni perder el tiempo repasando los absurdos y dislates de la lengua más floja del bajío…

Hagamos memoria, veremos que ni siquiera son originales los mediocres que pretenden gobernar este país. Como si de una película serie B se tratara, podemos decir de este sexenio (y si no tenemos cuidado, también del siguiente): Esta película ya la ví.

Por: Juan Preciado. 

lunes, 26 de marzo de 2012

¿Cuántos más?


Un hombre que dispara y da muerte a tres niños judíos en Francia es un "terrorista", pero un soldado estadounidense que dispara y mata a 16 afganos sólo es "un pobre loco"; en Miami, un estadounidense mata a un joven de 17 años sospechoso de ser afroamericano y se puede ir tranquilamente a su casa después de ser interrogado.



David Brooks

Trayvon Martin acababa de cumplir 17 años cuando fue muerto a tiros en Sanford, Florida, un suburbio de Orlando. Murió por ser un joven afroestadunidense o, como dicen aquí, su crimen fue caminar siendo negro.
Su asesino, un voluntario de seguridad de la colonia, George Zimmerman, no fue arrestado, tras declarar a la policía que había disparado en un acto de autodefensa. La víctima estaba desarmada.

El sospechoso era el joven afroestadunidense. Iba caminando en una colonia enrejada de casas, de regreso de una tienda donde compró un bolsita de dulces Skittles y una lata de té helado. Iba hablando con su novia por celular y de repente le dijo que lo estaban siguiendo. Ella le aconsejó que corriera, él dijo que caminaría más rápido, y perdió contacto. En las grabaciones de personas que llamaron a la policía se escuchan gritos de auxilio y después dos disparos. Zimmerman afirmó después que él fue quien pedía ayuda, pero los padres de Martin reconocieron la voz de su hijo.

Al dar vueltas en su camioneta para vigilar la colonia, Zimmerman vio a un joven afroestadunidense con una sudadera negra con capucha. Informó a la policía que había un hombre negro sospechoso. La policía dijo que enviaría una patrulla y que lo dejara de seguir. No les hizo caso. Lo siguió, se bajó de la camioneta con su pistola, lo correteó y le dio un tiro fatal.

Cuando llegó la policía a la escena no examinaron a Zimmerman por drogas o alcohol. Esos exámenes fueron reservadas sólo para la víctima, una vez que llegó a la oficina del forense como cuerpo no identificado. Sus angustiados padres no sabían dónde estaba; informaron a las autoridades de la desaparición del joven y lo encontraron luego de llamar desesperadamente a los hospitales locales.

Zimmerman fue interrogado y después se fue a su casa, con la ley de su lado. En Florida, una ley promulgada por el ex gobernador Jeb Bush, llamada defiende tu terreno (Stand your Ground), permite que un ciudadano utilice una arma en autodefensa según su criterio, si piensa que es necesario para evitar la muerte o daños físicos. Para los críticos es un permiso de disparar primero y hacer preguntas después. Según reporta ProPública, 23 estados más tienen leyes modeladas sobre la de Florida.

La policía explicó que si arrestara a Zimmerman se expondrían a una demanda legal en su contra; esa ley de autodefensa implica que los fiscales tienen que comprobar lo opuesto a lo que declara el que la invoca. No importaba que Martin fuera un estudiante de segundo año de preparatoria conocido por su buen humor, ni que no tuviera historial criminal, mientras Zimmerman había sido arrestado otras veces y vecinos se habían quejado de su actitud agresiva y racista.

Todo esto sucedió hace casi un mes (el 26 de febrero) y, sólo por la persistencia de los padres de Martin, el asunto empezó a captar mayor atención en todo el país. Se involucraron organizaciones de derechos civiles y los medios empezaron a fijarse en el caso. Poco a poco se volvió un asunto nacional, con miles de manifestantes expresando su furia por varias ciudades, huelgas de estudiantes en Florida y otros lugares y más de un millón de firmas recaudadas para pedir el arresto de Zimmerman. Los miembros del equipo de basquetbol profesional Heat de Miami se tomaron una foto vestidos con sudaderas negras con capucha para sumarse a las expresiones de protesta.

La semana pasada el Departamento de Justicia anunció que abrió una investigación, y los fiscales en Florida ya han convocado, por fin, un gran jurado para presentar cargos.

Todo culminó con esta declaración del presidente Barack Obama hace unos días: si yo tuviera un hijo, se parecería a Trayvon.

Esto ha llegado a tal nivel no sólo por la tragedia protegida por una ley, sino porque el caso es un asunto a la vez muy personal para millones de afroestadunidenses y latinos, por su tinte tan racial y la experiencia tan cotidiana para tantos (aunque el padre de Zimmerman asegura que su hijo es mitad latino; supuestamente la madre es peruana).

Charles Blow, columnista del New York Times, escribió: “como padre de dos adolescentes negros, este caso me pega en casa. Este es el temor que me abruma cada vez que mis hijos salen al mundo: que un arma y un dedo cosquilloso los encuentre ‘sospechosos’… Ésta es la carga de los jóvenes negros en Estados Unidos y de quienes los aman”. Describe que uno de los testigos del incidente fue un niño afroestadunidense de 13 años, que cuenta con tristeza al final lo que vio: yo sólo creo que a veces la gente cae en el estereotipo, y yo pertenezco al estereotipo de la persona que fue tiroteada.
Por eso en las manifestaciones muchos vistieron una playeras negras con capucha (un hoodie) y llevaban Skittles y té helado, coreando: yo soy Trayvon Martin.

Por eso este caso expone de nuevo la profunda injusticia del racismo que continúa presente en este país, a pesar de los enormes avances y el hecho de que el presidente es afroestadunidense.

Pero también revela lo que ocurre en una cultura donde las armas son más protegidas que los menores de edad. Marian Wright Edelman, fundadora del Children’s Defense Fund, reporta que 5 mil 740 menores de edad fueron muertos por armas en 2008 y 2009 (las cifras más recientes), más que el total de muertes de soldados en Irak y Afganistán. Agrega que los menores de edad afroestadunidenses representaban 45 por ciento de los muertos por armas de fuego en esos dos años, a pesar de que sólo representan 15 por ciento de esa población total; de hecho, el homicidio por armas fue la principal causa de muerte de adolescentes negros entre 15 y 19 años (en los blancos fueron los accidentes de automóvil). Desde 1979, 116 mil 385 menores de edad han muerto por arma de fuego en este país.

Datos de los 23 países de más altos ingresos revelan que 87 por ciento de todas las muertes por armas de fuego de menores de 15 años ocurrieron en Estados Unidos; la tasa de homicidios por armas en los de 15 a 24 años fue 42.7 por ciento más alta que la tasa general en los otros países. Como nación tenemos que aspirar y actuar para hacernos líder mundial en proteger a niños contra las armas, en lugar de ser líderes mundiales en menores de edad víctimas de las armas, afirmó Wright Edelman.

¿Cuántos Trayvon se necesitarán para eso?

martes, 20 de marzo de 2012

La masacre en Afganistán no fue locura


Robert Fisk

Empieza a cansarme este cuento del soldado demente. Era predecible, por supuesto. No bien el sargento de 38 años que masacró el domingo pasado a 16 civiles afganos, entre ellos nueve niños, cerca de Kandahar, regresó a su base, ya los expertos en defensa y los chicos y chicas de los centros de pensamiento anunciaban que había enloquecido. No era un perverso terrorista sin entrañas –como sería, desde luego, si hubiera sido afgano, en especial talibán–, sino sólo un tipo que se volvió loco.

Esa misma tontería se usó para describir a los soldados estadunidenses homicidas que perpetraron una orgía de sangre en la ciudad iraquí de Haditha. Con la misma palabra se describió al soldado israelí Baruch Goldstein, quien masacró a 25 palestinos en Hebrón, algo que hice notar en este mismo periódico apenas unas horas antes de que el sargento enloqueciera de pronto en la provincia de Kandahar.

Al parecer enloqueció, anunciaron periodistas. Un hombre “que probablemente había sufrido algún colapso (The Guardian)”, un soldado rufián (Financial Times) cuyo disturbio (The New York Times) fue sin duda (sic) perpetrado en un rapto de locura (Le Figaro).

¿De veras? ¿Se supone que creamos eso? Claro, si hubiera estado loco por completo, nuestro sargento habría matado a 16 de sus compañeros estadunidenses. Habría asesinado a sus camaradas y después prendido fuego a los cuerpos. Pero no, no mató a estadunidenses; escogió matar a afganos. Hubo una elección. ¿Por qué, entonces, mató a afganos?

Existe una pista interesante en todo esto, la cual no hubiera aparecido en los informes de los medios. De hecho, la narración de los hechos ha sido curiosamente lobotomizada –censurada, incluso– por quienes han tratado de explicar la atroz masacre en Kandahar. Recordaron la quema de ejemplares del Corán –cuando soldados estadunidenses en Bagram los arrojaron a una hoguera– y las muertes de seis soldados de la OTAN, dos de ellos estadunidenses, que vinieron después. Pero vuélenme en pedazos si no olvidaron –y esto se aplica a todas las notas informativas sobre la reciente matanza– una declaración notable y sumamente significativa del comandante en jefe del ejército estadunidense en Afganistán, el general John Allen, hace exactamente 22 días. De hecho, fue una declaración tan inusitada que recorté las palabras en mi periódico matutino y puse el recorte en mi maletín para referencia futura.

Allen dijo a sus hombres: Ésta no es la hora de la venganza por las muertes de los soldados estadunidenses muertos en los disturbios del jueves. Les advirtió que debían resistir cualquier urgencia que sientan de devolver el golpe, luego de que un soldado afgano dio muerte a los dos estadunidenses. “Habrá momentos como éste en que estarán ustedes buscando el significado de estas muertes –continuó–. Momentos como éste, en que sus emociones serán gobernadas por la rabia y el deseo de desquite. Ésta no es la hora de la venganza; es la hora de mirar al fondo de su alma, de recordar su misión, recordar su disciplina, recordar quiénes son ustedes.”

Fue un llamado extraordinario, viniendo del comandante en jefe de Estados Unidos en Afganistán. El general se vio precisado a decir a su ejército, supuestamente bien disciplinado, profesional, de élite, que no cobrara venganza en los afganos a los que supuestamente está ayudando/protegiendo/educando/adiestrando, etc. Tuvo que decir a sus soldados que no cometieran asesinatos.

Sé que los generales decían esas cosas en Vietnam. Pero, ¿en Afganistán? ¿Han llegado las cosas a ese extremo? Me temo que sí. Porque, por mucho que me disgustan los generales, he tratado con muchos de ellos en persona y, en general, tienen una idea bastante acertada de lo que ocurre en sus filas. Y sospecho que el general John Allen ya había sido advertido por sus oficiales de que sus soldados estaban furiosos por las muertes que vinieron después de la quema de los ejemplares del Corán y tal vez habían decidido emprender una escalada de venganza. Por eso trató de un modo tan desesperado –en una declaración tan impactante como reveladora– de prevenir una masacre exactamente como la que ocurrió el domingo pasado.

Sin embargo, ese mensaje fue borrado por completo de la memoria de los expertos cuando analizaron esa matanza. No se permitió en sus relatos ninguna alusión a las palabras del general Allen, ninguna referencia, porque, desde luego, eso habría sacado a nuestro sargento del grupo de los enloquecidos y le habría dado un posible motivo para la masacre. Como de costumbre, los periodistas tuvieron que meterse a la cama con los militares para procrear un demente y no un asesino. Pobre tipo: andaba mal de la cabeza. No sabía lo que hacía. No es extraño que lo hayan sacado de Afganistán tan rápido.

Todos hemos tenido nuestras masacres. Ahí está My Lai, y nuestro propio My Lai británico, en una aldea malaya llamada Batang Kali, donde los guardias escoceses –envueltos en un conflicto contra despiadados insurgentes comunistas– asesinaron a 24 indefensos trabajadores del hule, en 1948. Claro, se puede aducir que los franceses en Argelia fueron peores que los estadunidenses en Afganistán –se dice que una unidad francesa de artillería desapareció a 2 mil argelinos en seis meses–, pero eso es tanto como decir que somos mejores que Saddam Hussein. Cierto, pero vaya parámetro de moralidad.

De eso se trata todo esto. Disciplina. Moralidad. Valor. El valor de no matar en venganza. Pero cuando uno va perdiendo una guerra que finge estar ganando –me refiero a Afganistán, por supuesto–, supongo que eso es esperar demasiado. Parece que el general Allen perdió su tiempo.

© The Independent
Traducción: Jorge Anaya

viernes, 9 de marzo de 2012

¿Es Homs un eco de lo que ocurrió en Srebrenica?




“Qué raro es el que insistamos tanto en hacer pública nuestra impotencia ante la situación en Siria mientras que no cesamos de amenazar a Irán por su programa de armas nucleares, reales o mitológicas, cuando Irán no está cometiendo matanzas”

Robert Fisk

No hay paso para la Cruz Roja. No aún. Quizá en unos días, cuando el área haya sido asegurada. Los hombres y niños son separados de las mujeres. Ríos de refugiados: mujeres, niñas, niños pequeños y los viejos, entre los que hay sólo unos cuantos varones. Se habla de hombres que son hechos abordar camiones que se los llevan a un destino desconocido. Devastación. No hay periodistas ni libertad de movimiento para miembros de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Este lugar se llamaba Srebrenica.

Los paralelismos son seductores, peligrosos, aterradores; y con frecuencia, imprecisos. Nasser fue el Mussolini del Nilo para (el entonces primer ministro Anthony) Eden, en 1956. Saddam fue el Hitler del Tigris para Bush y Blair en 2003. Hacerle frente a tiranos –a excepción de nuestros tiranos”– ha sido la gran cosa. Cuando no los enfrentamos siento un poco de náuseas y empiezo a hacer preguntas incómodas. Me viene a la mente por qué nos quedamos sin hacer nada cuando Hafez Assad asesinó a sus opositores sunitas islámicos en Hama, en 1982. También pienso en Srebrenica, desde luego. Y ahora Homs. En Libia, mientras Kadafi avanzaba hacia Bengasi todo fue ¡bombas fuera! Durante Homs, nuestros muchachos permanecieron dispersos y el llamado a las armas nunca se escuchó.

Sí, los fantasmas de Srebrenica se mueven por nuestro planeta tan rápidamente que no nos percatamos de ellos. Son espectros muy veloces cuyas sombras oscurecen las prisiones de Libia y los poblados de Siria. Quizá los fantasmas de Hama visitaron Srbrenica antes de su caída, en 1995. Llegaron a esa localidad árabe hace años, cuando aún tenía generadores que funcionaban con chirriantes molinos de río; cuando las Brigadas de la Defensa de Siria luchaban en los túneles subterráneos de la ciudad, hace 30 años y perseguían a niñas islamitas suicidas que llevaban granadas atadas al cuerpo. Los asesinatos masivos son una especie de rueda rotatoria. Ahora los vemos, ahora no. Y después nos preguntamos: ¿cómo pudimos permitir que sucediera algo así?
En Hama murieron quizá 10 mil. En Srebrenica más de 8 mil. ¿Y en Homs? Bueno, si toda Siria ha perdido a 8 mil en un año, el sacrificio de Homs debe ser mucho menor. Pero las estadísticas de Naciones Unidas no parecen incluir a los miles de caídos en el ejército sirio. Soldados del gobierno también fueron asesinados en Homs, como lo fueron en Hama. No había muchos serbios en Srebrenica. Desde luego, Bengasi pudo ser el nuevo Srebrenica si la OTAN no hubiese bombardeado los tanques de Kadafi que estaban a punto de llegar a la ciudad, el año pasado. Hasta los sirios se burlaron de la campaña en Bengasi de Kadafi llamada Zenga, zenga, que significa callejón por callejón, en una traducción aproximada. Ahora las fuerzas del gobierno sirio están haciendo su propio zenga, zenga.

Existen otros paralelismos entre Srebrenica y Homs. En Srebrenica, el comandante musulmán local, Naser Oric, quien fue misteriosamente rescatado antes de la ofensiva serbia, se dedicó a matar a civiles serbios de la ciudad desde 1990. En Homs, los hombres armados cometieron sus propios asesinatos sectarios. Las organizaciones no gubernamentales se retiraron de Baba Amr durante el sitio y contaban horrendas historias de como los soldados del Ejército Libre de Siria alardeaban de haber degollado a sus enemigos. En Srebrenica, los serbios decían combatir a terroristas islámicos –una de las declaraciones favoritas de los señores Karadzic y Mladic– y eran también terroristas aquellos contra quienes los baazistas sirios decían estar luchando.

Esos son los aterradores espejos de Srebrenica y Homs, que fue con los que comencé estas reflexiones: la Cruz Roja sin poder entrar, sin periodistas, hombres y niños separados de las mujeres, las refugiadas y sus historias sobre hombres asesinados, varones abordo de camiones. El fracaso de la comunidad internacional.

De hecho, también hay muchas diferencias; las suficientes para retirar el pie del acelerador de la indignación por un momento. En Srebrenica, los cristianos mataban a los musulmanes porque eran musulmanes. En Homs, los musulmanes matan a los musulmanes porque un bando está a favor de los chiítas alawitas y el otro apoya a los sunitas. LA ONU concedió a Srebrenica el estatus de refugio seguro. El batallón holandés de Naciones Unidas (que está entre las unidades militares más patéticas del mundo) estaba en la zona y miraba cómo los serbios secuestraban hombres. Ni la ONU ni la OTAN han bendecido a Homs con una protección defectuosa.

Más bien todo lo contrario. Nuestros valientes líderes han perdido mucho tiempo diciéndonos que rechazan de manera absoluta, total y completa intervenir militarmente en Siria. Y qué raro es el que insistamos tanto en hacer pública nuestra impotencia ante la situación en Siria mientras que no cesamos de amenazar a Irán por su programa de armas nucleares, reales o mitológicas, cuando Irán no está cometiendo matanzas. El derecho a proteger de Occidente no es gratuito. Si las víctimas están demasiado cerca de las divisiones que existen en Medio Oriente, entonces sí son dignas de nuestro celo guardián.

A los ciudadanos sirios les damos nuestra compasión a paletadas. Hay indignación. Homs, la ciudad mártir, suena bien, sobre todo porque hace honor a la verdad. Pero sentir pena sale barato, la conmiseración es fácil, el dolor es en realidad un analgésico para las conciencias culpables. Los sirios serán dejados a su suerte, como lo fueron los bosnios musulmanes hace ya tantos años. Mientras tanto, esas sanciones de usos múltiples muerden con dientes de hule a los regímenes que culpamos de todos los horrores. Sólo el cielo sabe –ascendamos brevemente a las alturas del poder y el silencio– lo que ocurriría si israelíes y estadunidenses deciden atacar a Irán mientras que nosotros desperdiciamos nuestra protección en la gente de Homs, Idlib o Deraa.
Al Qaeda sirve para todo propósito. El régimen sirio dice que Al Qaeda lo ataca. Los estadunidenses sospechan que esto es verdad, al menos en lo que respecta a atentados suicidas en Damasco, Alepo y Deraa; incluso Al Qaeda lo admite. De la misma forma, los serbios afirmaron que combatían al extremismo islámico en el corazón de Europa. El fantasma de Bin Laden es útil para todos, excepto las víctimas.

Eventualmente llegaremos a Homs, por supuesto, cuando esté rota y aplastada y su gente admita calladamente los horrores que han padecido. Estuve brevemente en Hama durante los combates de 1982 y regresé poco después. Lo más que logré que me dijera un atemorizado comerciante que llevaba maíz en una carretilla fueron estas tres palabras: Dios sabe todo. Ergo Homs, supongo.

© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca

miércoles, 7 de marzo de 2012

¿Qué intenciones tiene Irán?

Los europeos consideran a Israel como la mayor amenaza a la paz mundial. En el mundo árabe, Irán no es del agrado de nadie pero sólo una minoría muy pequeña lo considera una amenaza. Más bien, se calcula que Israel y Estados Unidos son las amenazas preminentes. La mayoría piensa que la región sería más segura si Irán tuviera armas nucleares. En Egipto, en vísperas de la primavera árabe, 90 por ciento tenía esta opinión, de acuerdo con encuestas de la Institución Brookings y Zogby International.

Noam Chomsky*
El número de enero-febrero de la revista Foreign Affairs ofrece un artículo de Matthew Kroenig titulado Tiempo de atacar a Irán; por qué un ataque es la opción menos mala, junto con comentarios sobre otras formas de contener la amenaza iraní.

Los medios resonaron con advertencias sobre un posible ataque israelí contra Irán mientras Estados Unidos vacilaba, manteniendo abierta la opción de la agresión, con lo que sistemáticamente se viola la carta de Naciones Unidas, fundamento del derecho internacional.
Conforme aumentan las tensiones, los escalofriantes ecos de los preparativos para las guerras de Afganistán e Irak están en el aire. La febril retórica de la campaña de las elecciones primarias en Estados Unidos refuerza el resonar de los tambores de guerra.

Se le suelen atribuir a la comunidad internacional –nombre clave de los aliados de Estados Unidos– las preocupaciones por la inminente amenaza de Irán. Los pueblos del mundo, sin embargo, tienden a ver las cosas de otra manera.

Los países no alineados, movimiento de 120 naciones, han apoyado vigorosamente el derecho de Irán a enriquecer uranio, opinión que compartían la mayoría de los estadunidenses (encuestados por WorldPublicOpinion.org) antes de la inmensa ofensiva propagandística lanzada hace dos años.
China y Rusia se oponen a la política de Estados Unidos en Irán, como también India, que anunció que no acataría las sanciones estadunidenses y aumentaría el volumen de su comercio con Irán. Turquía ha seguido una línea similar.

Los europeos consideran a Israel como la mayor amenaza a la paz mundial. En el mundo árabe, Irán no es del agrado de nadie pero sólo una minoría muy pequeña lo considera una amenaza. Más bien, se calcula que Israel y Estados Unidos son las amenazas preminentes. La mayoría piensa que la región sería más segura si Irán tuviera armas nucleares. En Egipto, en vísperas de la primavera árabe, 90 por ciento tenía esta opinión, de acuerdo con encuestas de la Institución Brookings y Zogby International.

Los comentaristas occidentales han hablado mucho de que los dictadores árabes supuestamente apoyan la posición estadunidense sobre Irán, mientras pasan por alto el hecho de que la gran mayoría de la población está en contra, postura tan reveladora que no necesita comentarios.
En Estados Unidos, algunos observadores también han expresado desde hace tiempo sus preocupaciones por el arsenal nuclear de Israel. El general Lee Butler, ex jefe del comando estratégico de Estados Unidos, declaró que las armas nucleares de Israel eran peligrosas en extremo.

En una publicación del ejército de Estados Unidos, el teniente coronel Warner Farr advirtió que “un objetivo de las armas nucleares israelíes, que no suele decirse pero que es obvio, es ‘utilizarlas’ en Estados Unidos”, presuntamente para asegurar un apoyo continuo de Washington a las políticas israelíes.

Una preocupación primordial en estos momentos es que Israel trate de provocar alguna acción de Irán, que a su vez incitara un ataque de Estados Unidos.

Uno de los principales analistas estratégicos de Israel, Zeev Maoz, en Defensa de Tierra Santa, un análisis exhaustivo de la política de seguridad y exterior de Israel, llega a la conclusión de que el saldo de la política nuclear de Israel es decididamente negativo, dañino para la seguridad del Estado. Él más bien insta a Israel a buscar un tratado regional de proscripción de armas de destrucción masiva y crear una zona libre de ellas, como lo pedía ya en 1974 una resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas.

En tanto, las sanciones de Occidente contra irán ya están teniendo los efectos acostumbrados, causando escasez de alimentos básicos, no para el clero gobernante sino para la población. No es de extrañar que la valerosa oposición iraní también condene las sanciones.

Las sanciones contra Irán podrían tener el mismo efecto que sus predecesoras contra Irak, que fueron condenadas por genocidas por los respetables diplomáticos de Naciones Unidas que las administraban y que finalmente renunciaron como una forma de protesta.
En Irak, las sanciones devastaron a la población y reforzaron a Saddam Hussein, con lo que probablemente le evitaron la suerte corrida por la galería de otros tiranos apoyados por Estados Unidos y Gran Bretaña, dictadores que prosperaron prácticamente hasta el día en que varias revueltas internas los derrocaron.

Existe una discusión poco creíble sobre lo que constituye exactamente la amenaza iraní, aunque tenemos una respuesta autorizada, proporcionada por las fuerzas armadas y los servicios secretos de Estados Unidos. Sus presentaciones ante el Congreso han dejado en claro que Irán no representa ninguna amenaza militar.

Irán tiene una capacidad muy limitada de desplegar sus fuerzas y su doctrina estratégica es defensiva, destinada a disuadir una invasión el tiempo necesario para que la diplomacia haga sentir sus efectos. Si Irán está desarrollando armas nucleares (lo cual todavía no está determinado), eso sería parte de su estrategia de disuasión.

El concepto que tienen los analistas israelíes y estadunidenses serios es expresado claramente por Bruce Riedel, veterano con 30 años de antigüedad en la CIA, quien en enero declaró que si yo fuera un asesor de seguridad nacional iraní, querría tener armas nucleares como factor de disuasión.

Otra acusación que Occidente presenta contra Irán es que la república islámica está tratando de ampliar su influencia en los países vecinos, atacados y ocupados por Estados Unidos y Gran Bretaña, y que apoya la resistencia a la agresión israelí en Líbano y a la ocupación ilegal de territorios palestinos, que cuentan con el apoyo de Estados Unidos. Al igual que su estrategia de disuasión de posibles actos de violencia por parte de países occidentales, se dice que las acciones de Irán son amenazas intolerables para el orden global.

La opinión mundial concuerda con Maoz. Es abrumador el apoyo a la idea de establecer una zona libre de armas de destrucción masiva en el Medio Oriente. Esa zona abarcaría Irán, Israel y, de preferencia, a esas otras dos potencias nucleares que se han negado a ingresar en el tratado de no proliferación nuclear, Pakistán e India, países que, al igual que Israel, desarrollaron sus respectivos programas con ayuda estadunidense.

El apoyo a esta política en la conferencia de revisión del tratado de no proliferación nuclear, en mayo de 2010, fue tan fuerte que Washington se vio obligado a aceptarla formalmente, pero con condiciones: la zona no entraría en efecto antes de lograr un arreglo de paz entre Israel y sus vecinos árabes; el programa de armas nucleares de Israel estaría exento de las inspecciones internacionales; y ningún país (entiéndase Estados Unidos) podría ser obligado a proporcionar información sobre las instalaciones y las actividades nucleares israelíes, ni información relativa a transferencias anteriores de tecnología nuclear a Israel.

En la conferencia de 2010 se convocó a una sesión para mayo de 2012, para avanzar en el establecimiento de la zona libre de armas de destrucción masiva en Medio Oriente.
Sin embargo, con toda la alharaca en torno de Irán, hay muy poca atención a esa opción, que sería la forma más constructiva de manejar las amenazas nucleares en la región: para la comunidad internacional, la amenaza de que Irán alcance la capacidad nuclear; para la mayor parte del mundo, la amenaza planteada por el único Estado de la región que tiene armas nucleares y un largo historial de agresiones y la superpotencia que lo patrocina.

No se puede encontrar ninguna mención al hecho de que Estados Unidos y Gran Bretaña tienen una responsabilidad única de dedicar sus esfuerzos a esa meta. Al tratar de darle una tenue cobertura legal a su invasión de Irak, esos países invocaron la resolución 687 de Naciones Unidas (1991), diciendo que Irak la estaba violando por construir armas de destrucción masiva.
Podemos pasar por alto esa declaración, pero no el hecho de que la resolución explícitamente compromete a los países signatarios a establecer una zona libre de armas de destrucción masiva en el Medio Oriente.

El libro más reciente de Noam Chomsky es Making the Future: Occupations, Interventions, Empire and Resistance, recopilación de sus artículos para The New York Times Syndicate.
* Chomsky es profesor emérito de Lingüística y Filosofía en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, en Cambridge, Massachusetts.

Noam Chomsky*
El número de enero-febrero de la revista Foreign Affairs ofrece un artículo de Matthew Kroenig titulado Tiempo de atacar a Irán; por qué un ataque es la opción menos mala, junto con comentarios sobre otras formas de contener la amenaza iraní.
Los medios resonaron con advertencias sobre un posible ataque israelí contra Irán mientras Estados Unidos vacilaba, manteniendo abierta la opción de la agresión, con lo que sistemáticamente se viola la carta de Naciones Unidas, fundamento del derecho internacional.
Conforme aumentan las tensiones, los escalofriantes ecos de los preparativos para las guerras de Afganistán e Irak están en el aire. La febril retórica de la campaña de las elecciones primarias en Estados Unidos refuerza el resonar de los tambores de guerra.
Se le suelen atribuir a la comunidad internacional –nombre clave de los aliados de Estados Unidos– las preocupaciones por la inminente amenaza de Irán. Los pueblos del mundo, sin embargo, tienden a ver las cosas de otra manera.
Los países no alineados, movimiento de 120 naciones, han apoyado vigorosamente el derecho de Irán a enriquecer uranio, opinión que compartían la mayoría de los estadunidenses (encuestados por WorldPublicOpinion.org) antes de la inmensa ofensiva propagandística lanzada hace dos años.
China y Rusia se oponen a la política de Estados Unidos en Irán, como también India, que anunció que no acataría las sanciones estadunidenses y aumentaría el volumen de su comercio con Irán. Turquía ha seguido una línea similar.
Los europeos consideran a Israel como la mayor amenaza a la paz mundial. En el mundo árabe, Irán no es del agrado de nadie pero sólo una minoría muy pequeña lo considera una amenaza. Más bien, se calcula que Israel y Estados Unidos son las amenazas preminentes. La mayoría piensa que la región sería más segura si Irán tuviera armas nucleares. En Egipto, en vísperas de la primavera árabe, 90 por ciento tenía esta opinión, de acuerdo con encuestas de la Institución Brookings y Zogby International.
Los comentaristas occidentales han hablado mucho de que los dictadores árabes supuestamente apoyan la posición estadunidense sobre Irán, mientras pasan por alto el hecho de que la gran mayoría de la población está en contra, postura tan reveladora que no necesita comentarios.
En Estados Unidos, algunos observadores también han expresado desde hace tiempo sus preocupaciones por el arsenal nuclear de Israel. El general Lee Butler, ex jefe del comando estratégico de Estados Unidos, declaró que las armas nucleares de Israel eran peligrosas en extremo.
En una publicación del ejército de Estados Unidos, el teniente coronel Warner Farr advirtió que “un objetivo de las armas nucleares israelíes, que no suele decirse pero que es obvio, es ‘utilizarlas’ en Estados Unidos”, presuntamente para asegurar un apoyo continuo de Washington a las políticas israelíes.
Una preocupación primordial en estos momentos es que Israel trate de provocar alguna acción de Irán, que a su vez incitara un ataque de Estados Unidos.
Uno de los principales analistas estratégicos de Israel, Zeev Maoz, en Defensa de Tierra Santa, un análisis exhaustivo de la política de seguridad y exterior de Israel, llega a la conclusión de que el saldo de la política nuclear de Israel es decididamente negativo, dañino para la seguridad del Estado. Él más bien insta a Israel a buscar un tratado regional de proscripción de armas de destrucción masiva y crear una zona libre de ellas, como lo pedía ya en 1974 una resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas.
En tanto, las sanciones de Occidente contra irán ya están teniendo los efectos acostumbrados, causando escasez de alimentos básicos, no para el clero gobernante sino para la población. No es de extrañar que la valerosa oposición iraní también condene las sanciones.
Las sanciones contra Irán podrían tener el mismo efecto que sus predecesoras contra Irak, que fueron condenadas por genocidas por los respetables diplomáticos de Naciones Unidas que las administraban y que finalmente renunciaron como una forma de protesta.
En Irak, las sanciones devastaron a la población y reforzaron a Saddam Hussein, con lo que probablemente le evitaron la suerte corrida por la galería de otros tiranos apoyados por Estados Unidos y Gran Bretaña, dictadores que prosperaron prácticamente hasta el día en que varias revueltas internas los derrocaron.
Existe una discusión poco creíble sobre lo que constituye exactamente la amenaza iraní, aunque tenemos una respuesta autorizada, proporcionada por las fuerzas armadas y los servicios secretos de Estados Unidos. Sus presentaciones ante el Congreso han dejado en claro que Irán no representa ninguna amenaza militar.
Irán tiene una capacidad muy limitada de desplegar sus fuerzas y su doctrina estratégica es defensiva, destinada a disuadir una invasión el tiempo necesario para que la diplomacia haga sentir sus efectos. Si Irán está desarrollando armas nucleares (lo cual todavía no está determinado), eso sería parte de su estrategia de disuasión.
El concepto que tienen los analistas israelíes y estadunidenses serios es expresado claramente por Bruce Riedel, veterano con 30 años de antigüedad en la CIA, quien en enero declaró que si yo fuera un asesor de seguridad nacional iraní, querría tener armas nucleares como factor de disuasión.
Otra acusación que Occidente presenta contra Irán es que la república islámica está tratando de ampliar su influencia en los países vecinos, atacados y ocupados por Estados Unidos y Gran Bretaña, y que apoya la resistencia a la agresión israelí en Líbano y a la ocupación ilegal de territorios palestinos, que cuentan con el apoyo de Estados Unidos. Al igual que su estrategia de disuasión de posibles actos de violencia por parte de países occidentales, se dice que las acciones de Irán son amenazas intolerables para el orden global.
La opinión mundial concuerda con Maoz. Es abrumador el apoyo a la idea de establecer una zona libre de armas de destrucción masiva en el Medio Oriente. Esa zona abarcaría Irán, Israel y, de preferencia, a esas otras dos potencias nucleares que se han negado a ingresar en el tratado de no proliferación nuclear, Pakistán e India, países que, al igual que Israel, desarrollaron sus respectivos programas con ayuda estadunidense.
El apoyo a esta política en la conferencia de revisión del tratado de no proliferación nuclear, en mayo de 2010, fue tan fuerte que Washington se vio obligado a aceptarla formalmente, pero con condiciones: la zona no entraría en efecto antes de lograr un arreglo de paz entre Israel y sus vecinos árabes; el programa de armas nucleares de Israel estaría exento de las inspecciones internacionales; y ningún país (entiéndase Estados Unidos) podría ser obligado a proporcionar información sobre las instalaciones y las actividades nucleares israelíes, ni información relativa a transferencias anteriores de tecnología nuclear a Israel.
En la conferencia de 2010 se convocó a una sesión para mayo de 2012, para avanzar en el establecimiento de la zona libre de armas de destrucción masiva en Medio Oriente.
Sin embargo, con toda la alharaca en torno de Irán, hay muy poca atención a esa opción, que sería la forma más constructiva de manejar las amenazas nucleares en la región: para la comunidad internacional, la amenaza de que Irán alcance la capacidad nuclear; para la mayor parte del mundo, la amenaza planteada por el único Estado de la región que tiene armas nucleares y un largo historial de agresiones y la superpotencia que lo patrocina.
No se puede encontrar ninguna mención al hecho de que Estados Unidos y Gran Bretaña tienen una responsabilidad única de dedicar sus esfuerzos a esa meta. Al tratar de darle una tenue cobertura legal a su invasión de Irak, esos países invocaron la resolución 687 de Naciones Unidas (1991), diciendo que Irak la estaba violando por construir armas de destrucción masiva.
Podemos pasar por alto esa declaración, pero no el hecho de que la resolución explícitamente compromete a los países signatarios a establecer una zona libre de armas de destrucción masiva en el Medio Oriente.
El libro más reciente de Noam Chomsky es Making the Future: Occupations, Interventions, Empire and Resistance, recopilación de sus artículos para The New York Times Syndicate.
* Chomsky es profesor emérito de Lingüística y Filosofía en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, en Cambridge, Massachusetts.