lunes, 31 de octubre de 2011

Terrorismo estatal e impunidad





CARLOS FAZIO

La violación masiva de derechos humanos por integrantes de las fuerzas armadas y la Policía Federal –a través de prácticas como la tortura, la desaparición forzada de personas y la ejecución sumaria extrajudicial– tiene una lógica y un responsable. El 21 de septiembre pasado, durante un encuentro con la comunidad mexicana en Los Ángeles, California, Felipe Calderón dijo de manera textual: Y eso, amigas y amigos, empezó a crecer como un cáncer, como una plaga, como una plaga que se mete a una casa, que si uno no la corta a tiempo, se mete en todas las coladeras, en todas las recámaras, en todos los baños. Y esa plaga, amigas y amigos, esa plaga que es el crimen y la delincuencia, es una plaga que estamos decididos a exterminar en nuestro país, tómese el tiempo que se tenga que tomar y los recursos que se necesiten (fuente: Presidencia de la República).

De propia voz, la lógica de Calderón es la del exterminio de presuntos delincuentes. Sin límite de tiempo y utilizando los recursos que sean necesarios. Pero Calderón, al fin abogado, debería al menos respetar la Constitución. Y el Congreso debería obligarlo a que la cumpla; a que no se incline ante la fuerza y defienda, pura y simplemente, el poder civil, del cual presuntamente es el representante, así sea de manera espuria.

La obediencia a órdenes superiores, si esas órdenes violan las normas de la guerra, es considerada también un acto criminal. Los soldados, marinos y policías deberían saber que la responsabilidad de las atrocidades es individual, recae sobre quien las cometió. Para la justicia, en especial desde los juicios de Nüremberg, el soldado o policía que recibe órdenes de violar los derechos humanos o las normas de guerra no es un simple súbdito vinculado de manera servil a la obediencia de un mando superior, sino un ciudadano, un ser racional capaz de decidir, responsable de sus actos. Su responsabilidad –que no tiene parangón, dada su función pública, con la de un civil que comete los mismos delitos– se ve acrecentada porque la comunidad le delegó el cometido de garantizar el respeto de la ley. De allí que los militares y policías mexicanos violadores de derechos humanos deberían mirarse en el espejo argentino, donde las condenas a cadena perpetua impuestas a 11 represores el 27 de octubre hacen justicia a las víctimas de la guerra sucia de la dictadura militar.

Conviene recordar que, más allá de la función de obtener información, la práctica de la tortura cumple un papel demostrativo, simbólico, al igual que las acciones de los comandos paramilitares y grupos de limpieza social. Mediante el uso de la tortura se busca quebrar al prisionero, provocando su muerte moral o física, para demostrar la fuerza del Estado, lo que también opera como mensaje de advertencia y amenaza a toda la población. La experiencia histórica demuestra que la tortura sistemática es el primer paso para la institucionalización del terrorismo de Estado. Y hoy, cuando la tortura reaparece en México de la mano de los “operativos conjuntos” ordenados por el jefe del Ejecutivo, ésta es consentida por los otros poderes del Estado y aplicada sin mayores preocupaciones para su ocultamiento.

A manera de ejemplo, en el marco de las acciones del Ejército en Chihuahua y Michoacán, o de la Marina, en el caso Beltrán Leyva en Morelos, quedó exhibida la voluntad de difundir entre la población la arbitrariedad que ha adquirido el poder de coacción de las fuerzas armadas, un poder casi sin límites ni condicionamientos morales. Una violencia gratuita, además, que no guarda relación entre los objetivos a lograr en el marco de un (pregonado) estado de derecho –donde la misión debería ser disuadir o capturar criminales– y el grado de brutalidad empleado. Las torturas, mutilaciones, asesinatos y desapariciones no mantienen una relación proporcional al fin que el Estado declara perseguir de manera pública –la lucha contra la delincuencia–, volviéndose pura exhibición del poder absoluto, autocrático, del titular del Ejecutivo, a no ser que el Congreso, el Poder Judicial y la clase política parlamentaria avalen también el exterminio de presuntos criminales.

Si bien la responsabilidad de los integrantes de las fuerzas armadas en las violaciones de la ley y los derechos humanos no es homogénea, todos sus miembros conocen la existencia de tales prácticas ilegales degradantes, y al permanecer en la institución las aceptan y toleran. A la vez, la total impunidad de militares y policías es posible por la complicidad o tolerancia de amplios sectores de la clase política, en llamativo contraste entre el discurso en defensa de la legalidad y la integridad del Estado que realizan los gobernantes y los medios de difusión masiva conservadores y el virtual silencio que mantienen respeto de la ilegalidad estatal.

La retórica del enemigo interno a exterminar (Calderón dixit), que proporciona una falsa legitimidad basada en un seudopatriotismo –que exalta como héroes y representantes de la nación a militares y policías violadores de derechos humanos–, no está exenta de responsabilidades políticas. Una responsabilidad extensiva a los grupos económicos propietarios de los medios de difusión masiva, que aceptan ser vehículos de la propaganda de guerra oficial, y que al preparar a la opinión pública para justificar esa participación aun en condiciones ilegales y anticonstitucionales (incluida la práctica de la tortura como mal necesario y el accionar de escuadrones de la muerte) legitiman la violencia estatal indiscriminada y alientan que la legalidad pueda ser violada sin consecuencias. Con un riesgo adicional: el recurso a la violencia ilegal por parte del Estado abre camino al golpismo.

martes, 25 de octubre de 2011

Ni lo ven ni lo oyen


Junto al delirio de poder –y dinero- que lo convirtió en un delincuente cómodamente libre en el país de la impunidad, Salinas de Gortari ostenta un marcado – y ganado a pulso- complejo de inferioridad intelectual. En este magnífico artículo, Gabriel Zaid  nos recuerda que el ahora prolífico “escritor” e “intelectual” del priísmo, colocó los cimientos de lo que ha sido el país a partir de su sexenio: un verdadero desastre.

Gabriel Zaid

Desesperado porque le hagan un poquito de caso, Carlos Salinas de Gortari está en campaña de "Aquí 'toy". (No se olviden de mí, ahora que vamos a recuperar la presidencia. El PRI necesita “intelectuales de peso”.) Ha publicado dos libros de a kilo, como si el gramaje diera peso a los argumentos, y ahora ("Contra la historia oficial", Reforma, 25 de abril 2011) se vale de un artículo mío ("De las finanzas a Los Pinos", Reforma, 27 de febrero 2011). Pretende refutarlo con un informe de Dante Delgado Rannauro como presidente de la Comisión Especial para Determinar las Causas del Bajo Financiamiento para el Desarrollo y del Elevado Monto de la Deuda Pública y sus Instrumentos, Precisar Responsabilidades y Proponer Acciones Correctivas, con Objeto de Alentar el Crecimiento del Mercado Interno y Promover el Desarrollo del País (sic) del Senado de la República (Gaceta del Senado No. 120, 16 de abril 2010, pp. 18 a 48).
¿Cuál historia oficial? En México: Un paso difícil a la modernidad (p. 379) dice que "al término de mi gobierno, sólo entregamos alrededor de 500 mil plazas en la burocracia, nivel muy reducido para un país con más de 90 millones de habitantes". Luego (mencionándome) desmiente a "algunos [que] han hablado de varios millones de burócratas, aunque sin citar fuentes". Me extraña que no conozca la fuente: Carlos Salinas de Gortari, Sexto informe de gobierno 1994, Anexo estadístico, p. 37, tabla "Personal ocupado en el sector público por actividad económica", cuyo primer renglón (1980) da un total de 3.15 millones, cantidad que sube a 4.07 millones en 1992 (último renglón). ¿Cuáles son, entonces, los "datos duros" que me exige para no "repetir los estereotipos de la historia oficial"? ¿Cuál es la verdadera historia oficial? ¿Medio millón o cuatro millones de burócratas?
A pesar de que aclaré esto en su momento ("Por qué no habrá empleos", Reforma, 30 de noviembre 2003), repite la mentira en su segundo libro, con la misma cara dura con que dijo: "Ni los veo ni los oigo". En ambos libros y en el artículo insiste en lavarse las manos por el desastre económico que dejó. Según él, todo fue culpa del presidente Zedillo (sin reconocer, cuando menos, que se equivocó al designarlo). Y recurre al sambenito de la frase "el error de diciembre" que inventó para quemarlo. Pero la crisis cambiaria con que arrancó el sexenio de Zedillo fue el estallido de errores acumulados en el sexenio de Salinas. Sin duda, el efímero secretario de Hacienda de Zedillo manejó ineptamente el cohete que le dejaron. Pudo haber hecho malabarismos para que el estallido se retrasara unas semanas, quizá unos meses. Pero la decepción y desconfianza ante los cuentos de hadas salinistas iba a estallar de cualquier manera.
El peligro fue señalado desde principios del sexenio salinista por Anne Krueger (The Mexican program of trade and exchange rate reforms, 1989), que llegó a ser la número dos del FMI, y en un trabajo posterior (Nominal anchor exchange rate policies as a domestic distortion, 1997) dice que lo más notable de la crisis de 1994 fue que no hubiera estallado antes (pág. 29).
Para fines del sexenio, el error de Salinas ya estaba en los libros de texto como un ejemplo de lo que no hay que hacer. En Macroeconomics, sexta edición (pp. 608-609), Rudi Dornbusch y Stanley Fischer explican a los estudiantes cómo se produjo la crisis mexicana de 1982 y cómo en 1992 "muchos observadores estaban conscientes de qué destructivo sería repetir el ciclo." Pero en México se arguía que el déficit reflejaba una fuerte inversión que generaría los ingresos necesarios para pagar los préstamos. "Según este esquema, en unos pocos años el déficit en cuenta corriente se reduciría, y mientras tanto era financiable sin mayores riesgos. Una bonita explicación, ¿por cuánto tiempo?". En la novena edición (p. 506) añaden: Intencionalmente, hemos dejado lo anterior sin cambios, fuera de subrayar la frase "A good story, but for how long?". Según nuestras notas, fue escrita el 14 de octubre de 1992. La crisis de 1994 "era predecible y fue predicha" (was both predictable and predicted).
Sebastián Edwards y Moisés Naím compilaron un libro sobre la crisis (Mexico 1994: Anatomy of an emerging-market crash). Son de especial interés las opiniones de Rudi Dornbusch (que trabajó como asesor en el equipo de Salinas), Robert L. Bartley (editor de The Wall Street Journal y amigo de Salinas) y Francisco Gil-Díaz (subsecretario de Salinas).
Para Dornbusch (pp. 125-140), "La responsabilidad es totalmente (squarely) del ex presidente Carlos Salinas y su obsesiva preocupación por la inflación". "La depreciación cambiaria se mantuvo muy por debajo de la inflación; lo cual ayudaba a frenar la inflación, pero significaba una posición comercial cada vez menos competitiva. "En 1993, una devaluación era posible; y ciertamente el presidente Salinas consideró esa opción en la primavera de ese año (o al menos así lo dijo en privado)". Pero se confió, y ya venían las elecciones de 1994. "Las reservas bajaron hasta niveles inmanejables, las deudas se dolarizaron, los vencimientos se acortaron. Había que seguir tocando la música para que nadie se diera cuenta del emperador que está desnudo. Naturalmente, todas las medidas que trataron de prolongar un año más una estrategia moribunda ayudan a entender la severidad de la crisis que siguió". (p. 131).
Para Bartley (pp. 141-163): "La emisión de tesobonos resultó un error desastroso". Pagaban menos que los cetes pero estaban garantizados en dólares [para inspirar confianza]. "Una gran cantidad de la deuda en cetes [pesos] fue desplazada por los tesobonos [dolarizados]. La deuda en tesobonos subió de 3.1 millardos de dólares a fines de marzo a 29.2 antes de la devaluación de diciembre". "Al presidente Zedillo -hay que subrayarlo- le dieron una mano de naipes pésima (was dealt an exceedingly bad hand)".
Para Francisco Gil-Díaz y Agustín Carstens (pp. 165-200), que en el sexenio de Zedillo fueron altos funcionarios del Banco de México: "La banca fue privatizada a las carreras, y en muchos casos sin el debido respeto a los criterios de selección adecuada (fit and proper) de los nuevos accionistas y principales ejecutivos". "Se eliminó el encaje bancario" [que dejó todo el crédito en manos de los nuevos banqueros sin experiencia, sin control de la banca central y con una extraordinaria cantidad de dinero para prestar equivocadamente]". "La capacidad de supervisar la banca era débil, y quedó rebasada por el crecido portafolio de los bancos". "México no tenía burós de crédito eficientes". "Hubo una expansión fenomenal del crédito dado por la banca de desarrollo". "Se permitió que los extranjeros compraran instrumentos domésticos de corto plazo" [la entrada sin control de capitales golondrinos, que a la menor inquietud se van]. "Se emitieron tesobonos a corto plazo en pesos indexados al dólar desde fines de 1991".
El informe de la comisión que cita Salinas no está centrado en Zedillo, sino en el desastre bancario. Salinas prefiere no citar que los senadores lo acusan de haber privatizado la banca discrecionalmente, sin haber hecho una subasta pública (p. 42) y señalan que en noviembre de 1994, antes de que tomara posesión Zedillo, el saldo de tesobonos ya había subido a 16,110 millones de dólares (p. 45), quintuplicando la cantidad de marzo.
La administración de la verdad en el sexenio de Salinas alcanzó una rara perfección. Anunció para su sexenio la recuperación del legendario "desarrollo estabilizador": un crecimiento cercano al 6% y una inflación reducida al nivel internacional (Plan Nacional de Desarrollo 1989-1994, p. 56). Multiplicó las declaraciones optimistas y tranquilizadoras. Su renegociación de la deuda externa en 1989 fue una buena cosa, pero la presentó en televisión como una hazaña digna del fervor patrio: México resurgía cantando el himno nacional, mientras ondeaba el pabellón tricolor. A un costo de muchos millones, produjo nuevos libros de texto de la historia oficial que se enseña a los niños, donde México, a través de los siglos, había llegado a su punto culminante en la gloriosa era salinista.
El Grupo Compacto de Salinas discutía en privado, pero una vez adoptada una línea formaba un bloque sin fisuras y procuraba que su decisión se impusiera como la verdad: No hay más línea que la nuestra. Víctor L. Urquidi me contó que, en repetidas ocasiones, privadamente le advirtió al gobernador del banco de México qué peligrosa era la política monetaria que estaban siguiendo, pero fue ignorado olímpicamente. Lo que no me contó fue que al manifestar lo mismo como expositor invitado por el Centro de Investigaciones Econométricas de México, un funcionario del Banco lo vituperó con una falta de respeto que escandalizó a todos. Naturalmente, si algún empresario se atrevía a decir que el peso estaba sobrevaluado, recibía un sofocón. Si el boletín de una casa de bolsa manifestaba alguna duda, los dueños recibían una llamada. Y, si alguien recordaba que ahí estaba todavía la pobreza, era descalificado: "La pobreza es un mito genial". Todos los problemas habían sido resueltos. México era ya un país del Primer Mundo.
Las mentiras se presentaban con tanta seguridad y un aire tan profesional que muchos se las creían. Por ejemplo, la mentira de que la deuda externa había bajado en proporción al PIB. Para entender el tejemaneje de este caso admirable de How to lie with statistics, hay que recordar que la deuda externa está denominada en dólares y el PIB en pesos. Para dividir la deuda entre el PIB, hay que convertir la deuda a pesos o el PIB a dólares. ¿Pero con cuál tipo de cambio? Si el peso se sobrevalúa, resulta que el PIB "crece" (en dólares), aunque la producción real no haya crecido; y así parece que la deuda se reduce en proporción al PIB. Por eso, la proporción disminuyó maravillosamente, aunque, de hecho, la deuda externa total estaba creciendo más que el PIB. En el sexenio, el PIB creció 18% y la deuda externa total 38%. El cuento de hadas era un cuento.
Los años de aquel PRI fueron un festín de cuentas alegres que ocultaba el derrumbe. Se entiende que el PRI de hoy (deseoso de ser visto como una nueva opción) no quiera cargar con ese costo político, y haga como que Salinas sigue en Irlanda, haciendo estudios profundos en la Gaceta del Senado. Ni lo ve ni lo oye.

lunes, 24 de octubre de 2011

Kadafi creía que era de los buenos


Robert Fisk

Lo amamos. Luego lo odiamos. Luego lo volvimos a amar. Blair babeó por él. Luego volvimos a odiarlo. Luego la Clinton babeó en su Blackberry y lo odiamos una vez más. Roguemos que no haya sido asesinado. Murió por heridas sufridas durante su captura. ¿Qué quisieron decir con eso?

El coronel era una demente combinación de Don Corleone y el Pato Donald –lo único verdadero que dijo Tom Friedman sobre Saddam Hussein–, y los que teníamos que observar sus ridículos desfiles y discursos nos mordíamos los labios y escribíamos acerca de tanques, marines y misiles libios a los que supuestamente se debía tomar en serio. Sus hombres rana marchaban haciendo restallar sus aletas bajo el calor en la Plaza Verde y teníamos que hacer como si esa estupidez fuera una amenaza real contra Israel, como Blair se esforzaba por convencernos (no sin éxito) de que los deplorables intentos de Kadafi por crear armas de destrucción masiva habían sido cancelados. Eso, en un país donde no se podía reparar un baño público.

En fin, el caso es que ya se fue el coronel que alguna vez fue amado por la Oficina del Exterior (tras el golpe contra el rey Idris); después protegido como un par de manos seguras, más tarde detestado porque envió armas al ERI, luego amado y así sucesivamente. ¿Se le puede culpar por creer que era de los buenos?

¿Y pereció de ese modo? ¿Abatido cuando trataba de resistir? Si vivimos con la muerte de Ceausescu (y la de su esposa), ¿por qué no con la de Kadafi? Además, la esposa de Kadafi está a salvo. ¿Por qué no había de morir así el dictador? Interesante pregunta. ¿O fue natural morir a manos de sus enemigos, un final honorable para un hombre malo? Me pregunto. Occidente vería con alivio que no hubiera juicios ni discursos interminables del Gran Líder, ni defensas de su régimen. Cero juicios significa cero relatos de rendición, tortura y mutilación de genitales.
Entonces, no recordemos las adulaciones a Kadafi. Hace más de 30 años fui a Trípoli y me reuní con el hombre del ERI que envió el explosivo Semtex a Irlanda y protegió a los ciudadanos irlandeses en Libia, y los libios estaban muy contentos de que me reuniera con ellos. ¿Y por qué no? Era un periodo en el que Kadafi era el líder del tercer mundo. Nos acostumbramos a los modos de su régimen, a su crueldad. Contribuimos a ella, hasta que se volvió normal. Por tanto, era importante concluir la documentación de las crueldades cometidas por nuestra cuenta.

En realidad, sería bueno que se pusiera fin a toda evidencia jurídica de tortura por el régimen de Kadafi por cuenta del gobierno británico, ¿o no? La mujer británica que sabía todo de esas torturas –cuyo nombre no se ha revelado, pero yo lo conozco, así que procuren que no vuelva a portarse mal– ¿estará a salvo de persecuciones (lo que no debería ser)? ¿Y vamos a reconciliarnos con los amigotes de Kadafi ahora que ha partido?

Tal vez. Pero no olvidemos el pasado. Kadafi recordaba el repulsivo régimen italiano en Libia, cuando todo libio tenía que bajarse a caminar por la cuneta si se cruzaba con un italiano, cuando a los héroes libios los colgaban en público y la libertad de Libia se consideraba terrorismo. Los barones del petróleo y los chicos y chicas del FMI no van a recibir mejor trato con la misma esclavitud. Los libios son inteligentes. Kadafi lo sabía, aunque, fatalmente para él, creía que él lo era más. La idea de que ese pueblo tribal se globalizará de la noche a la mañana y se volverá diferente es ridícula.

Kadafi era uno de esos potentados árabes a quienes les queda el apodo de locos, pero que hablan con cierta cordura. No creía en Palestina porque pensaba que los israelíes habían robado demasiada tierra árabe (tenía razón), y en realidad no creía en el mundo árabe: de allí sus creencias tribales. Era, en realidad, una persona muy rara.
Tendremos que esperar para averiguar cómo murió. ¿Fue asesinado? ¿Estaba resistiendo (conducta tribal apropiada)? No se preocupen: la Clinton estará contenta de decir que le dieron muerte.

© The Independent
Traducción: Jorge Anaya

jueves, 20 de octubre de 2011

En buena onda


Pedro Miguel

En buena onda, señor Felipe Calderón: renuncie.

Ahora ya no se trata de que haya ocupado el cargo haiga sido como haiga sido, ni de su ilegitimidad de origen, ni del permanente agravio a la certidumbre democrática que significa su presencia en Los Pinos.

Hace mes y medio, vista desde este espacio, su posible salida del cargo parecía una perspectiva riesgosa. Nadie habló de peligro de ingobernabilidad o desestabilización, porque esas situaciones dejaron ya de ser riesgos para convertirse en tragedias reales; mire nada más cómo está Ciudad Juárez. No: lo temible resultaba que el grupo del que usted forma parte utilizara su abandono del cargo como una forma de recomposición; como una manera de desahogar algunas de las exasperaciones sociales que se han ido acumulando, a lo largo de tres décadas, y en forma muy acentuada durante el último trienio, en el cuerpo social; como un ejercicio de gatopardismo para burlar las demandas populares.

Hoy, eso ya es lo de menos. Es claro que su partida no significaría, por sí misma, un triunfo de las resistencias sociales que afloran y se multiplican en el territorio nacional; pero es claro, también, que otros integrantes de la oligarquía político-empresarial y mediática podrían ejercer el poder presidencial mejor que usted. Dicho de otra manera: es que hasta para depredar se requiere de habilidades, si partimos de la suposición de que ustedes lo que quieren es depredar a México, no destruirlo.

Y usted, señor Calderón, está destruyendo al país.

Prometió empleos, y generó un desempleo sin precedentes. Ofreció vivir mejor y ha provocado inflación, carestía, estrechez, pobreza y miseria. Aseguró que acabaría con la delincuencia organizada, pero la delincuencia organizada está acabando con la nación. Juró que gobernaría con fidelidad a la Carta Magna y ha manchado los actos de gobierno en las aguas negras de la inconstitucionalidad.

Dijo que resolvería los rezagos educativos, y en pago de favores electorales recibidos entregó el sistema de educación pública a las arbitrariedades caciquiles del gordillismo. Esgrimió la promesa de la supresión de la tenencia y elevó todos los impuestos en forma asfixiante.

Formuló un compromiso con la austeridad, y el derroche gubernamental es más obsceno que nunca. Dijo transparencia y generó opacidad. Se comprometió a observar los derechos humanos y ha hundido al país en un horror de desapariciones, tortura, sentencias precocidas contra luchadores sociales. Fanfarroneó con rebasar a López Obrador por la izquierda y se rebasa usted a sí mismo mismo por la ultraderecha, atropellando, en la maniobra, al Estado laico.

Pregonó probidad y dejó las guarderías del IMSS en manos de operadores privados inescrupulosos, con un saldo provisional –¿cuántos faltan, señor Calderón?– de 49 niños muertos. Prometió gobernar y desgobierna: sus maneras de ejercicio del poder han destruido hogares, empleos, empresas, ciudades, regiones, vidas y esperanzas.

A últimas fechas se deja usted ver en público malhumorado, a la defensiva, harto de unas responsabilidades que le quedaron grandes. Pero más malhumorados están los de abajo. A fin de cuentas, usted tiene la vida resuelta: en estos tres años le hemos pagado un dineral, hemos sufragado sus gastos más nimios y todos y cada uno de sus caprichos personales e institucionales, y usted ha podido ahorrar la totalidad de sus percepciones (desorbitadas incluso si damos por buena la cifra oficial y guardamos por un momento nuestras perspicacias), sin contar la pensión vitalicia.

Ya puede irse a recorrer el mundo acompañado de su corte, o ponerse a leer, o bien (una vez que se consiga meter al orden a la delincuencia y restablecer el control del Estado sobre el territorio) viajar por México y conocer –por fin– el país real. Ya puede gozar la satisfacción de estar incluido en la lista oficial de mandatarios, por más que sus verdaderos mandantes hayan sido no tanto los ciudadanos sino los poderes fácticos.

Ha tenido bastante y para el país ya fue demasiado. Si no ha querido o podido tomar una sola medida patriótica, adopte ahora, cuando menos, una decisión sensata. Deje que la camarilla a la que pertenece eche mano de los artículos 84, 85 y 86 constitucionales y a ver qué hace. Ahora todavía puede usted ahorrarle su nombre a la larga lista de Atilas involuntarios y de Nerones por omisión que en el mundo han sido. El país no aguanta mucho más. Por todas partes cunden expresiones de descontento, de rabia, de un rencor que puede volverse –ojalá que no– un estallido incontrolado e incontrolable.

En buena onda.

martes, 18 de octubre de 2011

iJobs y la música




Juan Arturo Brennan
Al menos en esta ocasión, Barack Obama dio en el clavo (me perdonan que no haya escrito en el blanco, pero en este caso me obliga la corrección política) al afirmar que ha resultado cabalmente emblemático de la herencia duradera de Steve Jobs el hecho de que una cantidad sustancial de los habitantes de este interconectado planeta se enteraron de su muerte a través de alguno de los gadgets que él inventó. Claro, como yo soy uno de esos rústicos que mira esa herencia con sentimientos encontrados y un granito de sal, tuve noticia de la muerte del CEO de Apple a través del sencillo y premoderno aparato de radio de mi automóvil.

Señalo aquí mi percepción de que algunos de los grandes logros del trabajo de Jobs y de la omnipresencia de sus inventos no me parecen tan geniales. ¿De veras es indispensable estar conectado en todo momento con todo el mundo? ¿De veras es buena la cantidad avasalladora de información que circula entre sus aparatos, y de veras la necesitamos toda? ¿De veras es saludable que tantísimos adolescentes y no pocos adultos se hayan desconectado de los libros, de la gente de carne y hueso, del mundo real, para crearse un entorno irreal de presencias virtuales y distantes, utilizando sus cada vez más veloces pulgares como una pobre extensión de sus mentes y corazones? ¿De veras podemos llamar progreso al hecho de que millones de habitantes de las grandes y medianas urbes transiten cotidianamente entre sus semejantes con la mirada vidriosa perdida en el espacio, indiferentes a su entorno, con los audífonos tan firme y perpetuamente incrustados en los oídos que a veces parecen una extensión orgánica de sus dueños? En medio de estas y muchas otras especulaciones posibles, es preciso reconocer, sí, que Steve Jobs incidió de manera contundente, espectacular y revolucionaria en la manera como nos relacionamos con la música.

Hoy día, feliz poseedor de un iPod lleno de la música que amo, abundante, portátil, accesible y privada, miro (y ya casi nunca escucho) con nostálgica ternura mi decrépito Discman y mi aún más vetusto Walkman (ambos funcionan todavía) y me admiro de la velocidad y la magnitud de cambio que este elegante y eficaz aparato ha generado en nuestra manera de percibir la música y, sobre todo, interactuar con ella, cosa que antes no era posible. Todavía no domino por completo todas las funciones y posibilidades de ese poderoso software que es iTunes, pero he aprovechado con fruición algunas de ellas para organizar y gestionar mi música (para efectos de disfrute o de trabajo) en maneras que hasta hace poco me eran inimaginables. Y no cesa de asombrarme que el concepto comprar música, que antes involucraba llevar a casa físicamente una modesta cassette, un entrañable LP o un CD de diáfano sonido, se ha convertido en una transacción virtual de bits y bytes a través de la variopinta y controvertida oferta de iTunes Store.

Una consecuencia ciertamente interesante de la existencia del iPod, de iTunes, de iTunes Store y otras interfaces musicales complementarias es el hecho de que estos revolucionarios aparatos y sistemas nos han forzado a los melómanos a realizar una mínima actualización tecnológica para no quedarnos, literalmente, fuera de la música. No he terminado de entender cabalmente la diferencia entre los formatos WAV y mp3, y no he aprendido a comprimir la música (¡pobre música, cómo la maltratamos!) para enviarla por Internet. Pero no deja de divertirme el hecho de que la ubicuidad de los aparatos y sistemas inventados por Steve Jobs ha generado, entre otras cosas, una insólita manera de medir. 

Como la diferencia entre 20, 40 y 80 gigabytes de capacidad de un iPod no me dice nada, pregunto por un parámetro más confiable. La respuesta: Es que a éste le caben 20 mil canciones. Formidable: la canción como novedosa unidad métrica. Reviro: y, ¿a cuántas sinfonías equivale eso? La mirada en blanco y el estupefacto silencio de mi interlocutor me dicen que los melómanos mayores (a falta de un mejor eufemismo) todavía tenemos algunos ases bajo la manga.
Steve Jobs ha muerto. ¿Quién nos sorprenderá ahora con el próximo gadget musical alucinante?


martes, 11 de octubre de 2011

El sexenio sangriento


"Un gobierno integrado con narcos no va a investigar nada, sino intensificar la militarización y la impunidad creando nuevas leyes de seguridad para hacer legal lo ilegal, y acabar con cualquier libertad sindical. El Estado mexicano no va a cambiar de rumbo"



Amalia Rivera, entrevista con James D. Cockcroft


Estados Unidos aprendió bien la lección: sabe que no puede ganar ninguna guerra en ninguna parte del mundo, y que ha perdido su patio trasero más cercano, México, el cual es un estado de derecho fallido que avanza rápidamente hacia la colombianización, y uno de los pocos Estados que aún permiten a EU imponer una nueva ofensiva imperialista para defender sus intereses económicos y geopolíticos en la región. Así lo asegura el internacionalista James D. Cockcroft, fundador de la Coordinadora Internacional de Redes en Defensa de la Humanidad, quien se define orgullosamente como un “gringo antigringo”.

Cockcroft es un apasionado de México que ha dedicado muchos años de su vida a investigar y rescatar “la historia robada por las clases dominantes de ambos países”, según explica. A mediados de los años sesenta difundió en importantes revistas estadunidenses las dificultades económicas que sufrían los mexicanos del valle de Mexicali a causa de la salinidad del río Colorado, con quienes luchó brazo con brazo. Fue defensor de presos políticos en Lecumberri tras la matanza del 2 de octubre de 1968, año en que publica Precursores intelectuales de la Revolución Mexicana, obra que devela la historia escondida de los magonistas y que se ha convertido en libro de texto de muchos profesores y va en su vigesimoquinta edición. La compenetración en la lucha de los de abajo lo llevó a internarse por la senda de las luchas obreras y de los migrantes en su país, y a ser el respetado internacionalista que es hoy.

Además de especialista en temas sobre México, América Latina y el imperialismo, es un escritor prolífico que ha escrito cuarenta y cinco libros, pero también un “poeta maduro que ha acumulado muchas juventudes” y que ha vivido muchas muertes de seres queridos cuya sola mención desata el llanto de este hombre sensible, pero implacable en la defensa de los derechos de los oprimidos.
El bicentenario de la Revolución Mexicana lo llevó a rescatar las enseñanzas del pensamiento y la lucha de Ricardo Flores Magón que vertió en su más reciente libro: Precursores intelectuales en el México del siglo XXI (Jorale Editores, 2010), donde realiza un recorrido relámpago por la historia de México a partir del cual establece un paralelismo entre la realidad nacional actual y la que antecedió a la Revolución de 1910.

La influencia y el pensamiento de Ricardo Flores Magón –explica entusiasmado– siguen en las grandes masas; es como un río secreto que corre en la subconsciencia de los pueblos, no sólo en Baja California, Sonora, sino en todas partes. Los jóvenes presos tras la matanza del 2 de octubre del ’68 respondieron a los reporteros: “Nuestros guías no son otros que los Flores Magón y Ernesto Che Guevara.”

Para el autor, Flores Magón es “la figura social más inteligente e importante de la historia de México, más aún que Benito Juárez”, porque asimila toda esa corriente de abajo, revolucionaria, ésa que no tolera el Estado y por eso lo esconde en la historia oficial y lo desaparece de los libros de texto.

“Es una figura de talla mundial, en muchos sentidos más grande que José Martí, quien es un gran maestro por su humanismo. Flores Magón se anticipó en ideas revolucionarias a figuras tan famosas como Lenin, Trotsky y Rosa Luxemburgo por sus planteamientos sobre el internacionalismo y el imperialismo, la reforma agraria y la opresión y subordinación de la mujer.”

A su paso por México habló en entrevista de la compleja coyuntura por la que atraviesa el país con la llamada “guerra contra el narcotráfico”, que desde su punto de vista no es sino continuación de la guerra sucia de los años setenta. En ese orden de ideas, explica:

-Desde el primer robo de la elección presidencial a Cárdenas en 1988, y luego con el levantamiento zapatista en 1994, y más recientemente en 2006 tras el fraude electoral a AMLO, EU vio que perdía su patio trasero, porque el pueblo mexicano, al igual que sucede en toda nuestra América, como decía José Martí, poco a poco se ha ido levantando. La nueva integración de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, que excluyó a EU y a Canadá, así lo ratifica, por ello Washington lanza esta ofensiva imperialista militar contra el narcotráfico que Calderón obedece parte a parte.

-El ex embajador Carlos Pascual aseguró que esta guerra la diseñaron juntos los dos países.
-Exacto. Es una alianza estratégica contra gobiernos democráticos y antiimperialistas como los de Ecuador, Bolivia, Venezuela, y para reprimir movimientos sociales y de resistencia. El blanco principal es la creciente oposición social y el control de recursos naturales -pasando por el petróleo-, y la mano de obra barata.

-¿Hay peligro de que los narcos participen en las elecciones de 2012?
-¡Siempre han estado ahí! A partir de los años setenta ingresaron a la alta burguesía y con Salinas lograron posiciones más altas. Hoy cooperan con altos oficiales militares y policíacos. Bajo el mando de una tecnocracia autoritaria aliada con narcotraficantes, grandes bancos y trasnacionales, el Estado está cada vez más privatizado, volviéndose un arma de represión y control. México está muy avanzado en el rumbo de la colombianización, aunque con características propias.

-¿Calderón podría ganar la guerra contra el narcotráfico?
-Esta es una guerra entre cárteles, y entre fuerzas armadas y ciertos cárteles. Hasta ahora no la ha dado contra el cártel del Chapo, sino contra el de Juárez. Los Zetas, entrenados por EU como fuerzas especiales militares para combatir al narcotráfico, son hoy un cártel que opera en setenta por ciento del territorio. Este es otro ejemplo de que eu colabora con el crimen, como se vio con el operativo Rápido y Furioso. Pero el Estado mexicano también es culpable de crímenes de lesa humanidad contra su población.

-Dice en su libro que a EU no le interesa ganar la guerra contra las drogas.
-No, porque tiene muchos problemas, que él se ha buscado, y porque es un imperio en declive. Desde los años sesenta comenzó la globalización del narcotráfico que hoy es mundial, y si un país no le sirve al cuartel general del narcotráfico, que está en Washington, otro puede sustituirlo, porque todo el mundo está involucrado. La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) señaló que en 2008 fueron enviados 3 mil millones de dólares del narcotráfico a los mayores bancos estadunidenses, lo cual los salvó del colapso, que fue llamado “rescate estatal”. Si pensamos en la cantidad de dinero que se lava cada año desde por lo menos hace tres décadas, queda claro que esa economía de casino, especulativa, está en Washington. Esta gran capital financiera reinvierte el dinero de la especulación en su propio garage. Además, la crisis mundial económica-financiera persiste para los bancos, y por eso sigue el narcotráfico. Simplemente hay que rastrear el camino del dólar y nos llevará al cuartel general del narcotráfico, que está en EU, donde se queda el ochenta y cinco por ciento de las ganancias del tráfico de cocaína que llegaron de Sudamérica, así que los capitalistas no tienen ningún interés en resolver esto, porque buscan el lucro.

-¿Qué pasará si no se investiga el lavado de dinero que hacen los bancos?
-Un gobierno integrado con narcos no va a investigar nada, sino intensificar la militarización y la impunidad creando nuevas leyes de seguridad para hacer legal lo ilegal, y acabar con cualquier libertad sindical. El Estado mexicano no va a cambiar de rumbo, pero los pueblos sí. La gran marcha de por la justicia y dignidad, con el ejemplo de Javier Sicilia, o movimientos sociales nuevos, como el de los migrantes, de los obreros del SME o de los mineros, estudiantes, mujeres, jóvenes, muestran que México tiene un futuro próspero y más justo.

-Lo que usted denomina juvenicidios, dado el alto número de asesinatos de jóvenes en esta guerra contra el narcotráfico, ¿permitirían enjuiciar a Calderón por crímenes de lesa humanidad?
-Sí, y también a EU, por las armas que entrega al Estado mexicano, así como a los cárteles. El operativo Rápido y Furioso es un ejemplo. México ya es un títere de EU.
El Estado Mexicano ya ha sido condenado por todos los grupos de derechos humanos internacionales, incluso por Amnistía Internacional, porque en los feminicidios, policías, generales y comandantes de las fuerzas armadas están involucrados tanto en Ciudad Juárez como en el sur del país. Todas estas matanzas sistemáticas de mujeres, pueblos originarios, jóvenes, no solamente buscan crear miedo, sino lucro, porque la trata de personas, a diferencia de los estupefacientes, es más lucrativa, pues se puede vender más de una vez. Todo esto es parte del capitalismo bandido que ya no respeta al ser humano.

-Asegura que sigue latente la posibilidad de un golpe de Estado o de una intervención estadunidense.
-La CIA declaró a México y Pakistán como las dos naciones más inestables del mundo, que en cualquier momento podrían convertirse en amenazas que requerirían intervención militar. Sin embargo, la idea del imperio es evitarla, porque aprendió la lección: no puede ganar ninguna guerra en ninguna parte del mundo desde Vietnam, por eso trata de crear ejércitos y fuerzas armadas bajo el mando de su Comando del Norte en México; tiene dos bases mexicanas en la frontera con Centroamérica y sobrevuela a diario el territorio nacional. Felizmente, en otras partes de nuestra América hay acuerdos de seguridad que excluyen al Comando del Norte. Toda esa injerencia directa e indirecta de EU ya está aquí: Barack Obama ha aumentado significativamente el presupuesto para los envíos de agentes de la CIA, la DEA y el FBI, armamento y elementos para capacitar personal mexicano en la guerra contra el narcotráfico, ha creado una fuerza especial que opera en la frontera con México y creció el número de empleados de compañías privadas de seguridad (military contractors) enviados desde EU. Sin embargo, prefiere usar a las fuerzas armadas mexicanas para reprimir los movimientos sociales y mantener un Estado títere que fortalece a Washington.

-¿Cómo podría detenerse la violencia que sacude a todo el país?
-El Estado Mexicano debe ordenar a las fuerzas armadas el regreso a sus cuarteles. Segundo, puede seguir el conflicto, pero sin involucrar al pueblo, ya que en todo caso es una lucha entre cárteles y policías locales. Por otra parte, el Estado, en vez de privatizar todo, debe crear programas y empleos para los jóvenes. Y tercero, tendría que hacer un pacto secreto, como ha habido desde hace décadas en este país. Salinas y otros presidentes podían gobernar con cierta estabilidad mediante pactos secretos con los cárteles. Es mejor hacer ese pacto que la matanza generalizada que se está dando, pero eso no quiere decir que yo esté defendiendo a los cárteles, pues siempre hablo en nombre de los pueblos.
“El colapso de los años recientes muestra que el castillo de arena, creado por los arquitectos del neoliberalismo, reforzado con dólares del narcotráfico y del imperio, empieza a desmoronarse”, escribe en su libro, a lo que agrega: “En México, con excepción de la exportación de drogas, las fuentes del ingreso nacional (venta de petróleo y gas, turismo, remesas de los emigrantes y maquila) han sufrido serios reveses. Por lo que, tal como decía Ricardo Flores Magón, hay que combatir la fuente final de todos estos crímenes: el sistema capitalista neoliberal.”

–¿Es posible una revolución teniendo tan cerca a EU?
–Hace cien años no fue imposible. Los buenos artículos de la Constitución de 1917, como el 27 y el 123 hoy son letra muerta. Cada golpe que da Felipe Calderón a la Constitución es un paso más hacia la dictadura cívico-militar. Y cuando esto ocurre, hay que llamar a una asamblea constituyente, como hicieron hace un siglo los revolucionarios, y como permite el artículo 39. Cuando un pueblo decide, inconscientemente a veces, ya no tener más miedo, sale a las calles y genera las grandes protestas y marchas de dignidad, como la de Javier Sicilia, como las del SME, de los mineros, y eso comienza a darse poco a poco en México. 

lunes, 10 de octubre de 2011

La batalla global por la paz que se libra en la isla Jeju


Noam Chomsky

La isla Jeju, 60 kilómetros al sudeste de las costas de Corea del Sur, ha sido llamada el lugar más idílico del planeta. Esta isla volcánica de 706 millas cuadradas alberga tres sitios designados como Patrimonio Natural del Mundo por la Unesco.

La historia de Jeju, sin embargo, dista de ser idílica. En 1948, dos años antes del estallido de la guerra coreana, los isleños se unieron en un levantamiento para protestar, entre otras cosas, por la división de la península de Corea en norte y sur. El gobierno de Sudcorea, en ese entonces bajo la ocupación de fuerzas militares estadunidenses, reprimió a los insurgentes de Jeju.
La policía y fuerzas militares de Corea del Sur masacraron a los isleños y destruyeron aldeas. John Merrill, historiador coreano, calcula que el saldo fatal quizá haya superado las 30 mil muertes, aproximadamente 15 por ciento de la población de la isla.

Décadas más tarde, una comisión gubernamental investigó el levantamiento en Jeju. En 2005, Roh Moo-Hyun, entonces presidente de Corea del Sur, se disculpó por las atrocidades cometidas y designó a Jeju como Isla de la Paz Mundial.

Hoy en día, la isla Jeju se ve amenazada nuevamente por la militarización y violencia conjunta de Estados Unidos y Corea del Sur: la construcción de una base naval en lo que muchos consideran la costa más hermosa de Jeju.

Durante más de cuatro años, los residentes de la isla y activistas de la paz han tomado parte en una resistencia decidida contra la base naval, poniendo en peligro su vida y libertad.
Lo que está en juego es muy importante también para el mundo. En fecha reciente el diario JoongAng, en Seúl, describió a la isla como la punta de lanza de la línea de defensa del país, una línea imprudentemente localizada a 500 kilómetros de China.
En estas aguas turbulentas, la base de Jeju albergaría hasta 20 barcos de guerra estadunidenses y sudcoreanos, entre ellos submarinos, portaviones y destructores, varios de los cuales estarían equipados con el sistema de defensa Aegis, de misiles balísticos.

Para Estados Unidos, el propósito de la base es proyectar fuerza hacia China y proporcionar una instalación avanzada operacional en el caso de un conflicto militar. Lo último que necesita el mundo es que China y Estados Unidos lleguen al borde de un enfrentamiento.
La protesta que se lleva a cabo actualmente en Jeju cuenta como una lucha crítica contra una guerra potencialmente destructora en Asia, y contra las estructuras institucionales fuertemente arraigadas que están presionando al mundo hacia cada vez más conflictos.

Como es de suponer, China ve la base como una amenaza a su seguridad nacional. En el mejor de los casos, es probable que la base genere un enfrentamiento y una carrera armamentista entre Corea del Sur y China, con Estados Unidos casi inevitablemente involucrado. En caso de no impedir este proyecto peligroso y destructivo, las consecuencias bien pueden extenderse más allá de Asia.
No necesitamos especular sobre cómo reaccionaría Washington si China decidiera establecer una base cerca de las costas de Estados Unidos.

La nueva base en Jeju está localizada en Gangjeong, una aldea agrícola y pesquera que 
renuentemente se ha convertido en el escenario de una épica batalla por la paz.
La resistencia es un movimiento popular que va bastante más allá del debate sobre la militarización de la isla. Los derechos humanos, el medio ambiente y la libertad de expresión también están en juego. Aunque pequeña y remota, Gangjeong es un campo de batalla importante para todos aquellos que creen en la justicia social en el mundo entero.

Corea del Sur inició la construcción de la base en enero, pero las protestas hicieron suspender el trabajo en junio.

Un testigo personal informa que el movimiento de resistencia de los aldeanos ha llevado a detenciones enfocadas contra los que filman, los blogueros, clérigos, activistas en sitios sociales de la Red y, muy especialmente, los líderes del movimiento.

El mes pasado, la policía antimotines dispersó un mitin no violento y arrestó a más de tres docenas de activistas, entre ellos el alcalde de Gangjeon, el líder de uno de los grupos de paz más eficaces en Corea, y a un cura católico.

Los ideales básicos democráticos también están siendo amenazados. En la votación de 2007 para autorizar la construcción de la base, 87 personas, algunas de las cuales fueron sobornadas, decidieron el destino de una aldea de mil 900 habitantes y una isla de más de medio millón de personas.

Se dijo a los isleños que la base militar serviría también como un centro turístico para cruceros —de hecho, que sería la única forma en que tales cruceros podrían anclar cerca de la isla, rindiendo los consiguientes beneficios comerciales. Esta aseveración difícilmente es creíble, si no por otra cosa porque al mismo tiempo, en una playa diferente, un masivo proyecto de expansión está en proceso y podría estar concluido para el verano de 2012. Ya se ha anunciado que este nuevo puerto recibirá a los barcos crucero.

Los aldeanos de Gangjeon saben perfectamente bien lo que el futuro les depara si su llamado por la paz no es escuchado: una gran corriente de sudcoreanos y personal militar extranjero, armas avanzadas y un mundo de sufrimiento llevado a una isla pequeña que ya ha soportado demasiado. La ironía es que las semillas para un conflicto entre las superpotencias están siendo sembradas en una reserva ecológica y una isla de paz.

© 2011 Noam Chomsky