miércoles, 31 de agosto de 2011

Argelia manda mensaje a Occidente




Tal vez para el presidente francés, Nicolas Sarkozy, sea muy fácil abrazar a Kadafi en 2007 y bombardearlo menos de cuatro años después. Pero Argelia no traiciona a sus amigos.

Robert Fisk

Cuando el emir de Qatar visitó al presidente de Argelia, Abdelaziz Bouteflika, a principios del verano, sólo le transmitió un mensaje: que no debía ayudar al régimen de Kadafi. En otras palabras, quedaba prohibido remplazar los tanques del dictador que fueron destruidos por la OTAN con vehículos iguales provenientes del ejército argelino. Se dice, (más bien, lo dicen fuentes militares árabes muy confiables) que Bouteflika prometió todo lo que le pidieron, a sabiendas de que no cumpliría. Las fuentes añaden que el presidente es una fachada del ejército de Argelia tanto como el presidente Assad no es más que una tapadera para el partido Baaz de Damasco. No es casual que mucho del armamento de fabricación rusa que en los últimos meses Kadafi usó en el desierto parecía nuevo. No es posible que estuviera así de flamante después de haberse estado pudriéndose ahí por cinco años.

El papel de Qatar en el conflicto de Libia consta de historias de guerra nunca contadas; había banderas qataríes ondeando la semana pasada en la Plaza de los Mártires, pero también hubo banderas argelinas. A nadie sorprende en el mundo árabe que tantos miembros de la familia de Kadafi hayan aparecido en Argelia. Durante años, los argelinos apoyaron las políticas independientes –aunque delirantes– de Kadafi porque su propia historia les ha enseñando a no aceptar órdenes del extranjero.

En el momento en que los franceses –que han ocupado, colonizado y perseguido a los argelinos por 132 años– bombardearon Libia, la lucha del régimen de Kadafi por sobrevivir se volvió un símil de la lucha del argelino Frente de Liberación Nacional en la lucha que protagonizó de 1954 a 1962 por la independencia del mandato francés. Aunque los libios no han tenido libros de historia serios en las escuelas por más de 40 años, todos conocen las vivencias de su país muy bien. La zona montañosa de Fezán, en Libia, llena de desiertos y montes al sur de las ciudades costeras fue ocupada por las tropas francesas hasta mucho después de terminada la Segunda Guerra Mundial con el fin de proteger la frontera de Argelia, que entonces aún era parte del imperio francés. Esa árida frontera entre Libia y Argelia ha sido camino de contrabandistas durante siglos. Por eso, sacar a la familia Kadafi hacia el exilio seguramente no requirió de una operación militar mayor.

Ciertamente, fue un acto muy típico de la cancillería argelina anunciar la presencia de la familia Kadafi en su territorio nacional. A los argelinos les gusta demostrarle a Occidente, especialmente a los franceses, lo libres que son y el orgullo que sienten por su nación soberana. Aunque dicha nación resultó dañada en los levantamientos islamitas de 1990 a 1998, los argelinos no harán tratos a cambio de favores con los occidentales.

No habrá titulares en los diarios sobre el exilio secreto en Argelia de la familia Kadafi; la nación africana tenía todo el derecho de tratar con solidaridad humanitaria a otros árabes; la OTAN y los opositores libios podrán decir, si quieren, que el asilo ofrecido por Argelia es un acto de agresión.
Por otra parte, la lucha de Kadafi contra sus propios enemigos islamitas, minúscula si se le compara con la feroz guerra que el gobierno argelino mantiene con sus opositores de estilo Al Qaeda, convirtió la dictadura de Kadafi en aliada automática de los sucesivos gobiernos militares democráticos de Argelia.

¿Por qué debía la orgullosa Argelia abandonar ahora a su hermano Muammar, nada más porque los árabes del Golfo y las potencias europeas (algunas de ellas, al menos) decidieron darle la espalda? Tal vez para el presidente francés, Nicolas Sarkozy, sea muy fácil abrazar a Kadafi en 2007 y bombardearlo menos de cuatro años después. Pero Argelia no traiciona a sus amigos.

Así es como se explica, de entrada, la postura de Argelia. Pero existen nexos más oscuros y sangrientos entre los servicios secretos de ambos países norafricanos, que se han valido de la tortura, el asesinato político y matanzas para afianzar su poder sobre el pueblo. Muchas veces los argelinos transmitieron a los lugartenientes de Kadafi los frutos de sus experiencias antiterroristas.
La historia de Argelia contiene más baños de sangre –150 mil muertos, en su mayoría civiles– y no se compara con el menor número de torturas y asesinatos perpetrados en la Libia de Kadafi, pero ambos gobiernos supieron que para conservar el poder debían emplear una terrible mano dura.

Asimismo, Argelia no pretende ser una segunda Libia: el país es más libre y marginalmente más democrática de lo que fue durante la horrenda década de los 90. Las autoridades del país están convencidas además, y con justa razón, de que la revolución Libia obtuvo el apoyo de Occidente porque la tierra de Kadafi es rica en petróleo.

Argelia, a su vez, posee la octava reserva de gas natural más grande del mundo y es el cuarto exportador mundial de este combustible. Bajo su desierto hay más de 12 mil millones de barriles de petróleo y 27 por ciento de sus exportaciones de crudo son compradas por Estados Unidos. Los argelinos saben que si Libia hubiese exportado primordialmente papas, Occidente no hubiera intervenido de la misma forma en que el Irak de Saddam Hussein no habría sido objeto de invasión si su principal recurso fueran espárragos.

Así que si alguien más desafía el mandato de los poderes occidentales, esto no llevará al colapso y a una subsecuente y nueva primavera democrática. Dar asilo a la esposa y familiares de Kadafi es más un gesto para Occidente que para lo que queda de la tiranía elitista de Libia.

© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca

martes, 30 de agosto de 2011

El narcoterrorismo echa raíces

“la estrategia miope del gobierno federal ha sido la de esperar que una alianza centrada en el cártel de Sinaloa se consolide en el país. Decir estrategia es un elogio. Se trata de acciones improvisadas, con unas Fuerzas Armadas que no están preparadas para combatir en teatros de operaciones, sin que se actúe contra la protección de los grupos criminales y sin que se haya hecho algo a largo plazo para la prevención social”


Un “doliente” Felipe Calderón ante la tragedia de Monterrey, donde 52 personas murieron asesinadas tras un ataque al Casino Royale, tiene como antecedente un mandatario cuya popularidad va en picada y un panismo que se halla en riesgo de perder la Presidencia, un territorio nacional controlado en amplias regiones por narcotraficantes y por políticos corruptos, un Estado, pues, declaradamente fallido.
Si no se entiende que el crimen organizado sólo puede existir gracias a la corrupción, que existe sólo gracias a su colusión con autoridades/delincuentes, la foto de un presidente doliente pero completamente ineficaz será portada corriente en todos los medios.

JORGE CARRASCO ARAIZAGA
27 DE AGOSTO DE 2011  

El ataque del jueves 25 al Casino Royale, en el centro de Monterrey, consolidó la transformación del narcotráfico en terrorismo en México a escasos 200 kilómetros de la frontera con Estados Unidos, donde el temor de una mayor violencia narcoterrorista llevó al Pentágono a desplazar de Irak y Afganistán hacia el Comando Norte de Estados Unidos, en Colorado, a militares de alto rango expertos en antiterrorismo.
Altos oficiales de Estados Unidos que participaron en la persecución de Al Qaeda y ahora están involucrados en el combate al narcotráfico, se han dedicado a elaborar material de inteligencia sobre los cárteles mexicanos con un propósito definido: evitar que la violencia se extienda hacia territorio de su país, el principal mercado de drogas ilegales. Contenida aún al territorio mexicano, la violencia puede escalar más por tratarse de una confrontación entre empresas delictivas que buscan afectar sus respectivos intereses económicos y políticos. No sería extraño, advierte el consultor uruguayo Edgardo Buscaglia, que se incrementen los ataques contra objetivos políticos, como lo hizo la delincuencia organizada en Italia, Colombia y Rusia. 


La magnitud del ataque al Casino Royale, con un saldo de 52 muertos, llevó al gobierno de Felipe Calderón a admitir por primera vez la existencia en México de terrorismo vinculado a la delincuencia organizada, a pesar de que, desde el 15 de septiembre de 2008, el primer ataque contra población civil se registró en Morelia, Michoacán, a manos de presuntos zetas. Un segundo acto de terror ocurrió el 15 de julio del año pasado, al estallar un coche bomba en el centro de Ciudad Juárez en plena hora de actividad. La acción fue adjudicada a La Línea, el grupo armado del cártel de Juárez. El atentado en Monterrey quintuplicó el número de víctimas mortales causadas en Michoacán y Chihuahua, aunque en el ataque en Morelia, ocurrido durante la celebración del Grito de Independencia, hubo más de 100 heridos. 


De acuerdo con Buscaglia, el gobierno de Calderón pudo evitar esa nueva agresión: Si después del ataque en Morelia hubiera solicitado a la ONU incluir a los narcotraficantes mexicanos en la lista internacional de terroristas, se habría desplegado una acción internacional para contener a estos grupos. “La omisión y la negligencia son imperdonables” porque gobiernos como los de los tres países mencionados llevaron a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a esos grupos para ser perseguidos internacionalmente, dice desde su condición de asesor de esa organización en delincuencia organizada. A diferencia de la lista que elabora el gobierno de Estados Unidos, la de Naciones Unidas tiene legitimidad. Pero además, facilita recursos y cooperación internacional, con lo que se evita la proliferación de mercenarios estadunidenses, observa el también profesor e investigador que ha trabajado en universidades e institutos de Estados Unidos, de países europeos, de Argentina y de México. Desde el momento mismo del ataque al casino, el gobierno de Calderón, a través del vocero de seguridad nacional, Alejandro Poiré, lo calificó como un acto de terror. Como abogado, el presidente Calderón sabe que cuando menciona actos de terrorismo hace una aseveración jurídica, prevista en convenciones internacionales. Ya no tiene mucho espacio para dejar de ir a la ONU y cumplir con esa acción legal plasmada en una Convención ratificada por el Senado mexicano, dice el experto a Proceso. Tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 por parte de Al Qaeda en Estados Unidos, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó la resolución 1373 en la que, entre otras consideraciones, refiere “la conexión estrecha entre el terrorismo internacional y la delincuencia trasnacional organizada, las drogas ilícitas, el lavado de dinero, el tráfico ilícito de armas y la circulación de materiales potencialmente letales. Además, los Estados miembros de la ONU están obligados a congelar las fuentes de financiamiento de los grupos terroristas y de las instituciones financieras o empresariales que les den servicio, así como actuar contra los funcionarios públicos y políticos que los apoyen.


Delincuencia de alta intensidad
Si México lleva el caso a Naciones Unidas, “lograríamos una cooperación internacional muy amplia”, como ocurrió en el caso de Colombia contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), a las que se les retiraron todos los apoyos en el mundo, empezando por el cierre de las “embajadas virtuales” que tenían en varios países, incluido México.


Pero Buscaglia no ve en Calderón disposición para que el organismo internacional haga esa declaratoria, con la que se tendría la cooperación de las unidades antiterroristas de varios países, no sólo de Estados Unidos: “Tengo la sospecha de que por razones mediáticas no quiere llevar adelante esa acción” por las implicaciones en lo que ha sido su principal acción de gobierno. Estados Unidos “tampoco está muy entusiasmado” en que los narcotraficantes mexicanos sean incluidos en la lista de la ONU porque “tendría una amenaza formalmente declarada en su frontera sur”. Además, estaría obligado a establecer controles fronterizos que causarían impacto económico y social. Ni México ni Estados Unidos han querido dar ese paso formal. Washington prefiere manejar el problema sólo como un asunto que tiene con México. El viernes 26, un día después del atentado en Monterrey, el diario The New York Times publicó que Estados Unidos ha permitido a agentes mexicanos encubiertos perseguir a narcotraficantes mexicanos en territorio estadunidense. Conocida como Operación Boomerang, ese tipo de acciones fue permitido desde hace dos años como consecuencia de la violencia desatada precisamente en el corredor industrial que forman Monterrey y Nuevo Laredo, en Texas. El diario recuerda que hace pocos meses, el gobierno de Calderón aprobó el establecimiento de agentes de la DEA, operativos de la CIA y militares retirados de Estados Unidos en una instalación militar, precisamente en el norte de México, “para ayudar a conducir operaciones de inteligencia y reforzar el trabajo de una “célula de fusión” similar que ya opera en la Ciudad de México y que fue dada a conocer por Proceso en su edición 1776 en noviembre de 2010. Además, ha permitido la participación de elementos de diversas agencias estadunidenses en investigaciones, detenciones y labores de vigilancia en aeropuertos. En su edición del viernes 26, el periódico neoyorquino también mencionó la forma en que está operando el Pentágono: “De manera regular revisa las partes de la responsabilidad militar en la lucha contra las drogas, poniendo particular atención en las lecciones de casi una década de operaciones de contraterrorismo en Afganistán e Irak”. Varios oficiales de alto nivel, con años de experiencia en combatir a Al Qaeda y grupos afiliados fueron movilizados al Comando Norte, como se conoce al centro responsable de las operaciones militares de Estados Unidos en América del Norte, ubicado en Colorado Springs, al norte de Nuevo México. Su nueva tarea es elaborar información de inteligencia sobre las redes de la droga mexicanas. “Esos militares están tratando de llevar lo que hicieron en Afganistán y hacer lo mismo en México”, citó el diario apoyado en fuentes oficiales no identificadas. El señalamiento del Times confirma la visión ya expresada por Paul Rexton, quien fue asesor antinarcóticos de la OTAN en Kabul, Afganistán, y que recientemente estuvo en la frontera México-estadunidense para investigar sobre la violencia de los cárteles mexicanos desde la perspectiva de la seguridad nacional de Estados Unidos. Actual profesor de Estudios de Seguridad Nacional en el Colegio de Guerra del Ejército de Estados Unidos, Rexton publicó apenas el 12 de junio pasado en el sitio electrónico smallwarsjournal.com el texto: México, un mosaico de la guerra de los cárteles, en el que asegura que el país vive una violencia de alta intensidad que se traduce en un conflicto multidimensional, de múltiples partes y múltiples escenarios de conflicto armado entre grupos criminales que tienen metas esencialmente delictivas… y en el que el Estado es parte del conflicto (Proceso 1815). Asegura que México vive una delincuencia de alta intensidad por “una guerra motivada por empresarios violentos que buscan predominar sobre otros y el Estado para controlar o tener una porción importante del mercado ilegal hipercompetitivo” de las drogas y otras actividades delictivas. De acuerdo con Rexton, la violencia como la de Monterrey “es un medio, no un fin”.


Por una salida multilateral
En otro texto publicado en el mismo portal el 30 de junio, titulado México: ¿el narco accidental?, Rexton recuerda que durante la Guerra Fría, Estados Unidos apoyó las operaciones antinarco de forma secundaria ante su cruzada anticomunista, pero cuando el gobierno de Bill Clinton desarrolló el Plan Colombia, en el periodo que siguió a la Guerra Fría, “las operaciones de contrainsurgencia fueron conducidas bajo la tapadera de operaciones antinarcóticos”.

Asegura que después de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, las operaciones antidrogas se han subsumido bajo el contraterrorismo. “Cada presidente de Estados Unidos ha estado en condiciones de incrementar o disminuir el perfil de la batalla de Colombia contra el narcotráfico apoyado en el ambiente internacional prevaleciente”. En México, no fue el caso, por lo que se creó la Iniciativa Mérida, que no consideraba ataques como el perpetrado en el Casino Royale. Son muchos los analistas estadunidenses que insisten en que el combate al narcotráfico en México siga una estrategia militar antidrogas para detener la violencia en su frontera, por lo que piden que Estados Unidos desplace su “imperativo estratégico” de Afganistán e Irak a México. Edgardo Buscaglia insiste en la salida multilateral: “México debe decirle de manera formal a la ONU las acciones que están realizando los cárteles mexicanos. Eso sería un paso enorme hacia la cooperación internacional. Sin ella, no puede; es un problema que ya se le salió de las manos”. Una segunda medida que propone es ir contra la base patrimonial de esos grupos, tal como han hecho 17 países que han incluido a grupos armados que cometen actos terroristas. Son los casos, entre otros, del Medio Oriente, Líbano, Perú, Colombia, Rusia, que al ser incluidos en la lista de la ONU “se les comenzó a desmantelar con una efectividad que no se veía antes. No es un invento. Cuando ha pasado, caen políticos, como en Colombia: No es que desaparezca la delincuencia organizada, sino que se atomiza, se transforma y se vuelve menos violenta”. Pero en México, “siempre se protege a esas personas”, pese a estar demostrado que el aumento de la violencia se debe a que las organizaciones delictivas atacan las bases patrimoniales y de protección política del grupo adversario. Ante ello, califica de “mito” la relación que hace Calderón entre el consumo de drogas en Estados Unidos y el aumento de la violencia en México, como lo señaló la mañana del viernes 26 en cadena nacional. “El consumo de drogas aumentó en Estados Unidos desde hace décadas y antes fue incluso mayor y México no tenía los niveles de violencia que hoy padece. Lo que ha ocurrido es que el Estado mexicano se ha fragmentado y sus recursos ahora son utilizados por los grupos criminales. 


Cada organización tiene su parte”, dice el consultor que ha trabajado para la ONU en Afganistán y Timor. Señala “otro mito” de Calderón: pensar que una Ley de seguridad nacional “militarizada, fascistoide, de los años cuarenta”, va a resolver el problema, como también lo hizo ver en su mensaje al reprocharle al Congreso que no haya aprobado su iniciativa de ley. “El presidente está desesperado. Toma esa ley como un instrumento para delimitar las acciones del Ejército. Es muy miope. Debe replantear las acciones para contener cualquier amenaza que impida al Estado satisfacer la seguridad de la población”, lo cual significa incorporar al Gabinete de Seguridad Nacional a secretarías como la de Desarrollo Social, Hacienda y Economía. Las Fuerzas Armadas, precisa, son sólo una dimensión de la seguridad nacional, es un enfoque que está a décadas de lo que plantean el propio Estados Unidos o la Unión Europea. En lugar de eso, “la estrategia miope del gobierno federal ha sido la de esperar que una alianza centrada en el cártel de Sinaloa se consolide en el país. Están esperando lo pasó parcialmente en Tijuana: “pan para hoy, hambre para mañana”. Buscaglia corrige: “Decir estrategia es un elogio. Se trata de acciones improvisadas, con unas Fuerzas Armadas que no están preparadas para combatir en teatros de operaciones, sin que se actúe contra la protección de los grupos criminales y sin que se haya hecho algo a largo plazo para la prevención social”. Advierte que la violencia va a seguir escalando, no porque los delincuentes sean irracionales, sino porque se trata de empresas que en su afán de control atacan centros patrimoniales y políticos de sus adversarios. Tan sólo en el caso de los alcaldes, ya son 26 los asesinados. Insiste: La violencia se mantendrá mientras no se desmantelen las redes de protección a esos grupos, pero peor aún puede dar lugar a escenas que ya se han visto en América Latina con ataques a centros comerciales o bombas en estadios o cines. Cuando los grupos delictivos se transforman en terroristas y empiezan a atacar objetivos comerciales de grupos rivales, también atacan a políticos, congresistas, jueces; es decir, “el corazón mismo del poder que los ha protegido”.


sábado, 27 de agosto de 2011

La sociedad cómplice

Las imágenes de la violencia que durante lustros sacudió a Italia remiten a los hechos que actualmente ocurren en México: masacres consuetudinarias, cuerpos mutilados... y ahora los atentados terroristas. El atentado contra el casino nos debe obligar a pensar qué tanto la sociedad de consumo ha sido cómplice del crimen organizado. Pornografía,  prostitución, antros, table-dance, alcohol, consumo de drogas, casinos, apuestas clandestinas: ¿es de verdad esto "diversión"? 




Marcela Turati


"Yo les hablo de que hay que construir la legalidad. Me preguntan: ‘¿De qué modo?’. Y les digo: ‘Siendo coherentes, viviendo honestamente… que no vistan con ropa robada, con marcas robadas, sino con lo que puedan pagar’". 

"Porque la legalidad requiere de un esfuerzo y de que se controlen las ganas por el consumismo".

Corleone/ Nápoles/ Palermo.- En esta ala del museo se exhiben retratos de hombres-demonios: ahí está el boss Totó Riina, mejor conocido como La Bestia por sus brutales crímenes; allá Provenzano, El Contador, el cerebro financiero de la mafia y gatillero envidiable; le sigue Salvo Lima, contacto con el gobierno; más allá Vito Ciancimino, camuflado bajo la fachada de constructor y político. Algunos de esos capos están muertos; otros vivos, mas son mostrados ya desvalidos, al momento de ser arrastrados por policías.Kristina Madonia, la joven guía que dirige el recorrido de este peculiar museo, se detiene ante el retrato de uno de ellos, el boss Giovanni Brusca, y explica: “Durante dos años tuvo en el sótano de su casa a un niño de 11 años, Giuseppe DiMatteo, que era el hijo de un pentiti (arrepentido y colaborador con la justicia). Todo ese tiempo lo torturó; lo mató echándole ácido”. Indignada, continúa la explicación: “No sólo lo hicieron con ese niño sino con tantas personas para dar una lección de lo que es la mafia. Han matado mucho y a muchos niños. Es importante saberlo porque la gente viene con otra idea. Como vieron El Padrino piensan que son gente que ayudaba al pobre, que daba trabajo, pero más bien eran los que controlaban todo para esclavizar a todos”. 

El museo de este pueblo montañés considerado cuna de la mafia recibe constantemente visitas de turistas que llegan a la región con la cámara fotográfica preparada, preguntando por la casa de Vito Corleone, Il Padrino, inmortalizado en la película de Francis Ford Coppola. Se les ve retratando la cantina que exhibe botellas de licores con los rostros de Marlon Brando o Al Pacino, y a los ancianos vestidos con traje y gorras oscuras, que pasan sus días al sol y parecieran halcones. Antes o después de comer una pasta con aderezo mediterráneo pasan por el museo CIDMA, pero se sorprenden con lo que escuchan. “Este lugar no surgió para documentar la historia de la mafia, sino del movimiento antimafia”, explica Massimiliana Fontana, la gerente de este museo llamado Centro Internazionale di Documentazione sulle Mafie e del Movimento Antimafia (CIDMA).

Guías como ella logran que los visitantes se detengan en esta casona antigua de dos pisos para ver a los héroes que lucharon contra los “padrinos”, y no para reverenciar a los asesinos.“La gente viene con esa idea mitológica positiva de la mafia, por ese film que muestra una idea de la mafia aromanzada, que la presenta como una familia unida, religiosa. El film no apunta la maldad que cometieron”, lamenta la gerente. En la pared de su espalda hay un póster elocuente: “La mafia é una merda”.En la primera sala, la Stanza del Messaggio, se exhiben fotos de la reportera Letizia Battaglia con las que documentaba en el diario la violencia palermitana: un hombre asesinado por ver algo que no debía; una mujer devastada por el asesinato de su hijo, mientras unos ‘halcones’ verifican la eficiencia de los sicarios; el velorio de una persona a la que arrancaron la lengua por haber hablado de más; un cuerpo velado afuera de su casa para evitar que exterminen a toda la familia; los ríos de sangre en el pavimento; las masacres múltiples; los atentados contra jueces incorruptibles… 

Varias fotografías remiten a escenas actuales de México. 

Ahí están, por ejemplo, el campesino sindicalista Placido Rizzotto, asesinado y mutilado por incitar a la gente a ocupar las tierras no cultivadas, o la adolescente Rita Atria, quien delató a sus parientes traficantes y luego se suicidó. En un grito parecido al “estamos hasta la madre” que en México se escucha ahora. “Con las muertes de los jueces Falcone y Borsellino la gente salió a las calles, salieron de su indiferencia porque sintieron que les pegó la violencia. Estaban enojados, gritaban ‘no’ a la mafia y ‘ya basta’”, explica Fontana.

“Después de la ‘estación de las masacres’, cuando mataron a los jueces antimafia Falcone y Borsellino, empezó un fenómeno nuevo: la gente se rebeló al silencio, sacó sábanas blancas por sus ventanas como símbolo de protesta y enfrentó a los representantes del Estado que acudieron al funeral como responsables de los asesinatos. “Olvidar es un regalo a la mafia. La memoria es un reconocimiento a la víctima, y es importante para sus familias. Pero no sólo recordamos el asesinato de los jueces Falcone o Borsellino, que fueron noticia durante mucho tiempo, sino a todos porque todos tienen nombres y son importantes. No podemos hacer como si su muerte no hubiera sucedido”, explica el sacerdote Tonio Dell’Olio, encargado del área internacional de la organización. El mismo que el mes pasado viajó a México para hablar de la experiencia italiana con la idea de que así como los cárteles tejen alianzas internacionales con sus pares, los ciudadanos también deben trasnacionalizar las experiencias exitosas para combatirlos. Aún no ocurría el asesinato de los siete jóvenes en Cuernavaca, entre ellos Juan Francisco, el hijo del escritor Javier Sicilia, ni la movilización ciudadana por él convocada ni el memorial levantado a las víctimas. 

Desde la puerta de la entrada se encuentran cajas con trípticos, camisetas, libros, pósters, discos compactos o productos agrícolas que refuerzan la opción antimafia y recuerdan a las víctimas de la guerra italiana por las drogas, como Silvia Ruotolo, una mujer asesinada durante un ajuste de cuentas de la Camorra, o Pío LaTorre, el político que sembró la idea de crear una ley encaminada a arruinar económicamente a los narcotraficantes para quitarles su poder, pero que no pudo verla materializada porque fue silenciado. 

Todos presentes Nápoles.- Alessandra Clemente es una joven de 23 años, de ojos claros, clase alta, que pronto será abogada. Además de sus estudios, en sus ratos libres visita tutelares de menores para compartir a los pequeños infractores lo dura que ha sido su vida.“En junio de 1997, cuando yo tenía 10 años y mi hermano cinco, asesinaron a mi mamá, Silvia Ruotolo, cuando dos clanes rivales se enfrentaban cerca de mi casa”, explica la joven que participa en la organización de familias de víctimas de la mafia, empeñada en que su sufrimiento sirva para desactivar la violencia.“Ellos ignoran la otra parte de la historia sobre el daño que causan, y cuando los familiares contamos nuestra historia, o yo cuento lo injusto de que me hayan matado a mi mamá –una persona estupenda, llena de vida–, provocas una reacción. Y yo transformo mi odio y mi rabia en una acción positiva para que las cosas mejoren: quiero, al menos, intentar cambiar el destino de esos jóvenes que me escuchan, que muchas veces son mano de obra del crimen organizado”, explica en la oficina de la organización, donde se ha reunido con familiares de otras víctimas que se dedican a recorrer escuelas o dar charlas en plazas.Ellos salen a las calles cada 21 de marzo a marchar por las personas asesinadas por los criminales, y pasar lista por sus difuntos. “Somos una gran familia, no nos sentimos solos o avergonzados porque llevamos nuestro luto compartido. Sabemos que debemos hablar de nuestra herida para que esas muertes horribles no vuelvan a suceder y para empujar cambios positivos.”Otro de los que marchan es Franco LaTorre, director de la Fundación Pío LaTorre, que pretende seguir la lucha de su padre con estudios sobre el arraigo de la ‘cultura de la mafiosididad’ y la sensibilización escolar hacia la legalidad, empezando por la reprogramación cultural. 

Educando para la legalidad Palermo.- Analisa Burzio, una rubia de cabellera alborotada, que se apasiona al hablar, vive de la legalidad: trabaja como vendedora en una de las tiendas Libera-Terra en Palermo, donde vende productos agrícolas ‘antimafia’, como vinos o pastas, producidas en las cooperativas que reutilizan las tierras confiscadas a ‘los padrinos’, así como material didáctico que refuerza la memoria en torno a los héroes de esta lucha. En sus ratos libres participa en los programas de formación para jóvenes enfocados a que dejen de admirar el dinero que se obtiene con actividades ilícitas.“Yo les hablo de que hay que construir la legalidad. Me preguntan: ‘¿De qué modo?’. Y les digo: ‘Siendo coherentes, viviendo honestamente… que no vistan con ropa robada, con marcas robadas, sino con lo que puedan pagar’. Porque la legalidad requiere de un esfuerzo y de que se controlen las ganas por el consumismo… Es decir, si no me alcanza para los tenis de moda, no tengo que comprarlos forzosamente. Aunque todos vistan así, yo no, yo puedo ser diferente”, explica la rubia que lo mismo se dice una donna molto coherente que habla de su infancia en la pobreza.Educadores como Burzio usan métodos pedagógicos para romper desde la infancia la cultura de admiración hacia el dinero fácil, lo que no es fácil en un país tan consumista como éste. Echan mano, por ejemplo, de juegos diseñados para niños de tres años sobre el sentido de las reglas que mejoran la convivencia, para niños de ocho años organizan viajes a los bienes decomisados para que vean la libertad con la que ahí se trabaja, o a los de 11 les dan pláticas sobre asuntos que les interesan, como las trampas en el deporte, el dopaje y el tráfico de sustancias. También los ponen en contacto con familiares de víctimas de la narcoviolencia o de criminales arrepentidos.“Es obvio que si eres adolescente te identificas con la persona fuerte del barrio, el boss poderoso e influyente que otorga trabajo, y tienes que hacerte rudo y bravo para sobresalir porque no tienes oportunidad de estudiar o ser alguien distinto. Nosotros cuando vamos a las escuelas hablamos de este aspecto, pero también llevamos a los alumnos a las cooperativas para que vean que los mafiosos pueden ser vencidos, que la cultura del ‘favor’ debe ser erradicada porque es mejor la cultura del derecho, y que con el trabajo honesto también se gana”, explica Girolamo Di Giovanni, otro “soldado” de esta revolución educativa que se abre paso mediante juegos, música, deporte, cultura, charlas y fiestas.

Umberto Di Maggio, otro de los cruzados contra la arraigada cultura de la mafiosidad –esa que explica como “un modo de concebir las relaciones humanas y de pensar”–, dice que los niños en las clases se muestran sorprendidos al enterarse de que después de los asesinatos y las capturas de bosses como Riina, La Bestia, o Brusca, El Animal, surgió una nueva generación de mafiosos trajeados, de aspecto agradable, que controlan la industria alimentaria y fijan el precio del queso mozzarella y las pizzas que ellos comen, o ganan licitaciones para construir los edificios antiecológicos donde ellos viven. 

“La mafia no es un asunto de gángsters con metralleta, tiene muchas caras”, les explica a sus alumnos.

El promotor se muestra preocupado por la situación mexicana: “A pesar de que las mafias mexicana, calabresa y rusa se han unido, y que se organizan para traficar drogas y personas por todo el mundo, la gente lo sigue viendo como un problema local y se mantiene aislada. Debemos organizarnos también nosotros, transferir y socializar en todo el mundo este patrimonio, los resultados positivos de este camino ciudadano, para lograr un esfuerzo común antimafia”.  

El esfuerzo actual de Libera es hacia la globalización del “Ya Basta”. 

jueves, 25 de agosto de 2011

¿Se repetirá en Libia la historia de Irak?



Robert Fisk

"no menos de 15 minutos –literalmente– después de que escribí las palabras anteriores (14 horas del miércoles), un reportero de Sky News reinventó la palabra fanáticos para definir a los hombres de Kadafi. ¿Ven a lo que me refiero?"

Condenados siempre a librar la guerra pasada, volvemos a cometer el mismo viejo pecado en Libia.

Muammar Kadafi desaparece luego de prometer pelear hasta la muerte. ¿No es lo mismo que hizo Saddam Hussein? Y, por supuesto, cuando Hussein desapareció y las tropas estadunidenses sufrieron sus primeras bajas ante la insurgencia iraquí, en 2003, se nos dijo –por boca del procónsul estadunidense Paul Brenner, de los generales, los diplomáticos y los decadentes expertos de la televisión– que los combatientes de la resistencia eran fanáticos, desesperados que no se daban cuenta de que la guerra había terminado.

Y si Kadafi y su sabihondo hijo siguen prófugos –y si la violencia no termina–, ¿cuánto falta para que otra vez nos presenten a los desesperados que sencillamente no habrán entendido que los chicos de Bengasi están a cargo y que la guerra ha terminado? De hecho, no menos de 15 minutos –literalmente– después de que escribí las palabras anteriores (14 horas del miércoles), un reportero de Sky News reinventó la palabra fanáticos para definir a los hombres de Kadafi. ¿Ven a lo que me refiero?

Inútil decir que todo es para bien en el mejor de los mundos posibles, en lo que concierne a Occidente. Nadie desbanda al ejército libio y nadie proscribe a los kadafitas de un papel futuro en el país. Nadie comete los mismos errores que cometimos en Irak. Y no hay tropas en tierra. Ningún zombi encerrado en una Zona Verde occidental amurallada intenta dirigir el futuro de Libia. Es asunto de los libios, se ha vuelto el jubiloso refrán de todo factótum del Departamento de Estado/Oficina del Exterior/Quai d’Orsay. ¡Nosotros nada tenemos que ver!

Pero, desde luego, la presencia masiva de diplomáticos occidentales, representantes de magnates petroleros, mercenarios occidentales de altos salarios y oscuros militares británicos y franceses –todos simulando ser consejeros y no participantes– es la Zona Verde de Bengasi. Puede que no estén (todavía) rodeados de murallas, pero en los hechos ellos gobiernan por conducto de los distintos héroes y granujas locales que se han establecido como los amos políticos. Podemos pasar por alto el asesinato de su propio comandante –por alguna razón, ya nadie menciona el nombre de Abdul Fatá Yunes, aunque apenas fue liquidado hace un mes en Bengasi–, pero sólo pueden sobrevivir si se aferran a los cordones umbilicales con Occidente.

Desde luego, esta guerra no es la misma que nuestra perversa invasión de Irak. La captura de Saddam sólo provocó a la resistencia a multiplicar los ataques contra las fuerzas occidentales porque quienes habían rehusado participar en la insurgencia, por miedo de que los estadunidenses volvieran a poner a Saddam al mando, ya no tuvieron esas inhibiciones. En realidad, el arresto de Kadafi, junto con el de Saif, precipitaría sin duda el final de la resistencia de los fieles al dictador. El verdadero temor de Occidente –en este momento, aunque podría cambiar de la noche a la mañana– sería la posibilidad de que el autor del Libro Verde haya logrado llegar hasta sus antiguos andurriales de Sirte, donde la lealtad tribal podría resultar más fuerte que el miedo a una fuerza libia respaldada por la OTAN.

Sirte –donde Kadafi, al principio de su dictadura, convirtió los campos petroleros de la región en el primer dividendo internacional para los inversionistas que quisieran tomarlo luego de su revolución de 1969– no es Tikrit. Es la sede de la primera gran conferencia de la Unión Africana, a escasos 30 kilómetros del lugar natal de Kadafi: una ciudad y una región que recibieron enormes beneficios de su gobierno de 41 años. Strabon, el geógrafo griego, escribió que los puntos de los asentamientos en el desierto, al sur de Sirte, convirtieron a Libia en una piel de leopardo. A Kadafi le debió de haber gustado la metáfora. Casi 2 mil años después, Sirte era todavía la bisagra entre las colonias italianas de Tripolitania y Cirenaica.

Y en Sirte los rebeldes fueron derrotados por los leales en la guerra de seis meses de este año. Pronto, sin duda, tendremos que cambiar esas ridículas etiquetas: los que apoyan al pro occidental Consejo Nacional de Transición tendrán que ser llamados leales, y los rebeldes partidarios de Kadafi se volverán los terroristas que podrían atacar a nuestra amistosa nueva administración libia. En cualquier caso, Sirte, cuyos habitantes se supone que negocian ahora con los enemigos de Kadafi, podría pronto figurar entre las ciudades más interesantes de Libia.

¿Qué pensará Kadafi ahora? Creemos que está desesperado, pero, ¿será cierto? En el pasado hemos escogido muchos adjetivos para él: irascible, demente, perturbado, magnético, incansable, obstinado, extraño, estadista (así lo describió Jack Straw), críptico, exótico, loco, idiosincrásico y –en fechas más recientes– tiránico, asesino y salvaje. Pero en su visión sesgada y astuta del mundo libio, Kadafi haría mejor en sobrevivir –para proseguir un conflicto civil-tribal y así consumir a los nuevos amigos libios de Occidente en el pantano de la guerra de guerrillas–, y debilitar poco a poco la credibilidad del nuevo poder de transición.

Sin embargo, la naturaleza impredecible de la guerra en Libia significa que las palabras rara vez sobreviven al momento en que son escritas. Tal vez Kadafi se oculta en un túnel debajo del hotel Rixos, o se relaja en una de las villas de Robert Mugabe. Lo dudo. Mientras a nadie se le ocurra librar la guerra anterior a ésta.

© The Independent
Traducción: Jorge Anaya

martes, 23 de agosto de 2011

Medio Oriente: el mito del efecto dominó



¿Quién recibirá los sobornos en el nuevo régimen –democrático o no– cuando esté instalado?

Robert Fisk

Los potentados y tiranos árabes sobrevivientes han pasado una segunda noche de insomnio. ¿En cuánto tiempo los liberadores de Trípoli se metamorfosearán en los liberadores de Damasco y Alepo y Homs? ¿O de Ammán? ¿O de Jerusalén? ¿O de Bahrein o Riad? No es lo mismo, claro.

La primavera-verano-otoño árabe no sólo ha demostrado que las viejas fronteras coloniales permanecen invioladas –espantoso tributo al imperialismo, supongo–, sino también que cada revolución tiene características propias. Ya lo dijo Saif Kadafi al principio de su propia caída: “Libia no es Túnez… será una guerra civil. Habrá baño de sangre en las calles”. Y así fue.

Miremos en la bola de cristal. Libia será una superpotencia de Medio Oriente –a menos que impongamos una ocupación económica como precio del bombardeo liberador de la OTAN– y menos africana, más árabe ahora que la obsesión de Kadafi con África central y austral ha desaparecido. Puede que infecte a Argelia y Marruecos con sus libertades. Los estados del Golfo estarán felices –hasta cierto punto–, pues la mayoría consideraban a Kadafi mentalmente inestable y maligno. Pero destronar tiranos árabes es un juego peligroso cuando gobernantes árabes no electos se unen a él. ¿Quién recuerda ahora la guerra de 1977, cuando Anuar Sadat mandó sus bombarderos a pulverizar las bases aéreas de Kadafi, las mismas que la OTAN ha estado atacando en los meses pasados, luego que Israel advirtió al presidente egipcio que Kadafi planeaba asesinarlo? Sin embargo, la dictadura de Kadafi sobrevivió a Sadat 30 años.

Como todos los demás, Libia sufrió del cáncer del mundo árabe: la corrupción financiera… y moral. ¿Será diferente el porvenir? Hemos pasado demasiado tiempo ensalzando el valor de los combatientes por la libertad de Libia en sus recorridos por el desierto, y demasiado poco examinando la naturaleza de la bestia, el pegajoso Consejo Nacional de Transición (sic), cuyo supuesto líder, Mustafá Abdul Jalil, ha sido incapaz de explicar por qué sus camaradas –y tal vez él mismo– maquinaron el asesinato del comandante de su propio ejército el mes pasado. Ya Occidente ofrece lecciones de democracia a la Nueva Libia, aconsejando con indulgencia a sus líderes no electos cómo evitar el caos que causamos a los iraquíes cuando los liberamos hace ocho años. ¿Quién recibirá los sobornos en el nuevo régimen –democrático o no– cuando esté instalado?

Y así como todos los nuevos regímenes contienen personajes oscuros del pasado –tanto la Alemania de Adenauer como el Irak de Maliki–, Libia tendrá que hacer espacio a las tribus de los Kadafi. Las escenas del lunes en la plaza Verde fueron dolorosamente similares a la frenética adoración exhibida en ese mismo lugar por Kadafi hace apenas unas semanas. Evoquemos, pues, el día en que un asistente preguntó a De Gaulle si las multitudes que lo aclamaban tras la liberación de Francia, en 1944, eran tan grandes como las que aplaudían a Pétain unas semanas antes. Se dice que De Gaulle respondió: “Ils sont les mimes”: Son las mismas.
No todas. ¿En cuánto tiempo el mundo llamará a la puerta del supuestamente moribundo Abdulbaset al-Megrahi, autor del bombazo en Lockerbie –si en realidad él cometió ese crimen–, para descubrir el secreto de su longevidad y de sus actividades encubiertas en el régimen de Kadafi? ¿En cuánto tiempo los liberadores de Trípoli echarán mano a los archivos de los ministerios del petróleo y de relaciones exteriores de Kadafi para averiguar los secretos de los idilios de Blair-Sarkozy-Berlusconi con el autor del Libro Verde? ¿O se les adelantarán los espías británicos o franceses?

¿Y cuánto tiempo pasará, debemos preguntar, antes que el pueblo europeo exija saber por qué, si la OTAN ha tenido tanto éxito en Libia –como ahora aseguran Cameron y sus amigos–, no se puede usar contra las legiones de Assad en Siria, tomando a Chipre como base de lanzamiento de aviones, y devastar los 8 mil tanques y vehículos blindados que tienen sitiadas las ciudades de ese país? O debemos poner atención en los vecinos: Israel tiene la esperanza secreta (como de modo vergonzante la tuvo con Egipto) de que el dictador sobreviva, se convierta en su amigo y firme un acuerdo de paz definitivo sobre el Golán.

Israel, que ha sido tan sesgado e inmaduro en su respuesta al despertar árabe, tiene mucho que ponderar. ¿Por qué sus gobernantes no expresaron beneplácito con la revolución egipcia, abriendo los brazos a un pueblo que mostró que deseaba esa democracia de la que Tel Aviv tanto alardea, en vez de matar a cinco soldados egipcios en el más reciente tiroteo en Gaza?

Ben Alí y Mubarak se han ido; Saleh está más o menos fuera; Kadafi ha sido derrocado, Assad está en peligro, Abdalá de Jordania aún enfrenta a opositores, la minoritaria monarquía sunita bahreiní se aferra en forma suicida a la esperanza de gobernar hasta la eternidad. Todos estos son sucesos de enorme importancia histórica a los que los israelíes han respondido con una especie de pasmada y hostil apatía. En el momento en que podría afirmar que sus vecinos árabes sólo buscan las libertades que sus ciudadanos ya poseen –que existe una hermandad democrática capaz de trascender las fronteras–, Israel calla, construye más colonias en tierra árabe y continúa deslegitimándose mientras acusa al mundo de intentar destruirlo.

En una hora tan crítica no es posible olvidar al imperio otomano. En la cúspide de su poder, se podía viajar de Marruecos a Constantinopla sin documentos migratorios. Si hubiera libertad en Siria y Jordania, podríamos ir de Argelia a Turquía y de allí a Europa sin necesidad de visa. ¡El imperio otomano renacido! Excepto los árabes, claro: tengan por seguro que ellos sí seguirán necesitando visa.

Aún no llegamos allí. ¿Cuánto tiempo falta para que los chiítas de Bahrein y las desfallecientes masas sauditas, sentados encima de tanta riqueza, pregunten por qué no pueden controlar sus propios países y presionen para derrocar a los petimetres que los gobiernan? Con qué semblante sombrío ha de haber escuchado Maher Assad, hermano de Bashar y comandante de la infame Cuarta Brigada siria, la última llamada telefónica de Al Jazeera a Mohammed Kadafi. Nos faltó sabiduría y previsión, lamentó Mohammed ante el mundo antes que el fuego de las armas le cortara la voz. ¡Están en la casa! Y luego: ¡Dios es grande! Y la línea murió.

Todo líder árabe no electo –o cualquier líder musulmán electo vía fraude– habrá reflexionado en esa voz. La sabiduría es sin duda una cualidad muy ausente en Medio Oriente; la previsión, una habilidad que los árabes y Occidente han desdeñado. Oriente y Occidente –si es posible hacer una división tan cruda– han perdido la capacidad de pensar en el porvenir. Las próximas 24 horas es todo lo que les importa. ¿Habrá protestas mañana en Hama? ¿Qué dirá Obama en el horario estelar de televisión? ¿Qué le dirá Cameron al mundo?

Las teorías del efecto dominó son un fraude. La primavera árabe durará años. Más vale que pensemos en ello. 

No hay un fin de la historia.

© The Independent
Traducción: Jorge Anaya

viernes, 19 de agosto de 2011

Obama no espanta a Assad; los dólares sí



Una dependencia del gobierno sueco concluyó en fecha reciente que Siria casi no se ve afectada por la crisis mundial... porque en realidad no tiene economía.

Robert Fisk

Obama ruge. El mundo se estremece. Sí, cómo no. ¿De veras creen que Damasco tiembla? ¿O que llegue a hacerlo? De hecho, el titán de la Casa Blanca solamente se atrevió a dar este paso después de que Arabia Saudita, Qatar, Turquía, Jordania, la Autoridad Palestina, la Unión Europea y el Tío Tom Cobley condenaron a Assad (todos menos Israel, claro, pero ésa es otra historia). Los trillizos terribles –Cameron, Sarkozy y Merkel– hicieron su acto de imitación unos minutos después.

Pero, ¿en verdad las nuevas sanciones contra Bashar Assad y sus compinches –me encantó la palabra, con la que madame Clinton se refería sobre todo a Rami Majlouf, el empresario primo de Assad– serán algo más que las acostumbradas peroratas de Obama? Si fuertes sanciones domésticas significa una mera congelación de los productos petroleros de origen sirio, el hecho es que Siria apenas puede producir petroleo suficiente para sí misma, ni hablar de exportación. Una dependencia del gobierno sueco concluyó en fecha reciente que Siria casi no se ve afectada por la crisis mundial... porque en realidad no tiene economía.

Por supuesto, en la fantasía de Damasco –donde Bashar parece vivir en ese mar de tranquilidad en el que el escritor egipcio Mohamed Heikel cree que respiran todos los dictadores–, el mundo gira como siempre. No bien el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon –otro que hace temblar la Tierra, si los hay–, demanda poner fin inmediato a todas las operaciones militares y arrestos en masa, el buen Bashar le dice que se ha suspendido la acción militar y policiaca.

Bueno, no lo creo, y eso mismo debe decir el pueblo sirio. Entonces, ¿qué son todas esas noticias procedentes de Siria este jueves, sobre balaceras y soldados que saquean propiedades en Latakia, de un hombre arrestado en una cama de hospital en Zabadani y francotiradores todavía en las azoteas de edificios del gobierno en Deir Ezzor? ¿Crímenes de lesa humanidad? Inútil es decir que el gobierno sirio nada sabe de ello.

Además, ¿no se ha acusado al libio Muammar Kadafi de crímenes de lesa humanidad? ¿No se suponía que debía haberse hecho a un lado hace seis meses? ¿Y acaso no sigue Kadafi en Trípoli, aunque un poco más frágil? Y todo esto tras varios meses de bombardeos de la Oganización del Tratado del Atlántico Norte, algo de lo que Bashar no tiene que preocuparse. Bueno, bueno...

Bashar también habrá notado un extraño mantra adoptado por el Gran Rugidor de Washington. Repetidas veces Barack Obama lo instó a hacerse a un lado –nunca a dejar el poder– y a salir del paso; a saber qué quiso decir. Resulta interesante que madame Clinton utilizó la tarde de este jueves la frase dejar el poder, pero de inmediato se corrigió y dijo hacerse a un lado.

Los Grandes y los Buenos no dicen frases al azar. La implicación sigue siendo que hacerse a un lado permitiría a Bashar permanecer en Siria, pero dejando que otros asuman el poder, en vez de andar a salto de mata con un juicio por crímenes de guerra pendiendo sobre su cabeza. Que es lo que, sospecho, significaron todos los rugidos de este jueves.

El verdadero temor de Bashar no es el petróleo, sino los bancos, en especial los 20 mil millones de dólares en reservas extranjeras que existían en el banco central sirio en febrero, suma que ahora se ve reducida en 80 millones por semana. En mayo, el ministro sirio del Exterior –el poderoso (físicamente) Walid Moallem– solicitó a Bagdad petróleo barato iraquí. Casi 10 por ciento de los depósitos bancarios de Siria desaparecieron en los primeros cuatro meses de 2011; se retiraron 3 mil millones de dólares, parte de los cuales acabaron en bancos libaneses.

En suma, es un mal clima económico en el cual seguir aporreando a su pueblo. Así pues, ¿a quién le importa lo que diga el presidente Obama? Sin duda, no a los sirios, que por eso tratan ahora de formar una alta comisión directora de la revolución que coordine a los manifestantes en los provincias del país.
Sin duda eso preocupará a Assad, quien tendrá que enviar a sus esbirros a identificar a los miembros de esa alta comisión (nombre que por desgracia tiene reminiscencias coloniales), para que pasen unos días de descanso y recreación en el estadio deportivo de Latakia bajo el gentil interrogatorio de la policía de seguridad del Estado.

© The Independent
Traducción: Jorge Anaya