martes, 29 de noviembre de 2011

No votes, no alcahuetees a ningún sinvergüenza

“Calderón es un hombre indigno del puesto que ocupa, él no puede presidir el destino de 110 millones de personas porque no es nadie ni ha hecho nada por México"



Domingo 27 de noviembre de 2011, p. 2

Guadalajara, Jal., 26 de noviembre. Un llamado a no votar, críticas a los 71 años de dominio priísta, al sexenio de Vicente Fox y al de Felipe Calderón, a la doble moral de la Iglesia católica y a la corrupción de los políticos, pero también su inclinación por la música popular mexicana, su defensa de los animales, su humor, sarcasmo, provocación y lanzamiento de dardos hacia todos lados, así como un público seducido y entregado, aderezaron el discurso del escritor colombiano y mexicano Fernando Vallejo al recibir el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2011.

Dona los 150 mil dólares
Siempre escritor y ciudadano incómodo, ayer Vallejo (Medellín, 1942) fue convertido además en un premiado y ovacionado incómodo, en un auditorio Juan Rulfo abarrotado en el que también mostró su agradecimiento y generosidad:
“Me siento muy honrado por el premio que me dan; no pienso que lo merezca; este diploma lo guardaré en mi casa con orgullo; y los 150 mil dólares que lo acompañan se los doy, por partes iguales, a dos asociaciones caritativas de México (defensoras de animales).”
Fue una ceremonia en la que estuvieron en el presídium escritores como los premios Nobel de Literatura Herta Müller y Mario Vargas Llosa, y funcionarios como Raúl Padilla López, Nubia Macías, Marco Antonio Cortés Guardado y Consuelo Sáizar.
En conferencia de prensa posterior, Vallejo dijo que “Calderón es un hombre indigno del puesto que ocupa, él no puede presidir el destino de 110 millones de personas porque no es nadie ni ha hecho nada por México, sino un vivo de la política. Y él como Fox, se apoderaron de un partido limpio que era el PAN, de sus posibilidades electorales. Dejaron impunes todos los delitos, el saqueo y envilecimiento del PRI a México”.

“10 mandamientos son muchos”
En su discurso de recepción del premio, el autor de La virgen de los sicarios y El desbarrancadero subrayó sus convicciones: el repudio contra la crueldad hacia los animales, la certeza de que los políticos son unos ladrones, la crítica a la doble moral de religiones como la católica y el islamismo, y su llamado a la humanidad a no reproducirse tanto debido a la sobrepoblación mundial.
Recordó que de pequeño su madre le enseñó a lavarse las manos cada vez que tocaba dinero. “De unos niños educados así, ¿qué se podía esperar? Puros pobres. Me hubieran educado en la escuela del PRI y hoy estaría millonario”.
Durante su mención de autores de música popular mexicana como Ventura Romero, Fernando Rosas, Chava Flores y José Alfredo Jiménez, Vallejo cantó varias veces: “‘Arre que llegando al caminito, achimichú, achimichú. Arre que llegando al caminito, achimichú, achimichú”, escuchada en su infancia en un disco que sus padres llevaron a su pueblo colombiano de Santa Anita tras un viaje a México.
“Y con el disco de Ventura Romero de la burrita traían, en el álbum de las maravillas, a José Alfredo Jiménez y a Rubén Méndez: Ella, Pénjamo, y ese Senderito que me rompe el alma cantado por Alfredo Pineda, que fue el que amó Medellín. Y al más grande de todos, Fernando Rosas, de Jerónimo de Juárez, estado de Guerrero, el de la Carta a Eufemia: Cuando recibas esta carta sin razón, Ufemia, ya sabrás que entre nosotros todo terminó.”
Luego de referirse a Chava Flores, Fernando Rosas y a los dos pesos de La Bartola, comentó:
“Ésa era la que le cantaba todavía a México el PRI cuando llegué de Nueva York hace 40 años. Y se la siguió cantando otros 30, hasta ajustar 70, cuando los tumbó mi gallo. ¡Qué noche tan inolvidable aquella cuando lo dijeron por televisión! Tan esplendorosa, o casi, como la de la finca Santa Anita de que les he hablado. Fernando Rosas murió joven, una noche, allá por 1960, en Acapulco. Lo mataron por defender a un borracho al que estaba apaleando la policía. Fernando Rosas, tocayo, paisano, te mató la policía de Acapulco, los esbirros del presidente municipal. La siniestra policía del PRI, semillero de todos los cárteles de México.
“Mi gallo era un gallo con botas. No bien subió al poder y se instaló en Los Pinos, se infló de vanidad y se transformó en un pavorreal, y el pavorreal en un burro, y la quimera de gallo, pavorreal y burro empezó a rebuznar, a rebuznar, a rebuznar, día y noche sin parar, hasta que ajustó seis años, cuando se le ocurrió, como a Perón con Evita o con Isabelita, que podía seguir rebuznando otros seis a través de su mujer. No se le hizo, no pudo ser.”
Aseguró que 10 mandamientos son muchos y que con tres basta: “Uno, no te reproduzcas que no tienes derecho, nadie te lo dio… “Dos, respeta a los animales que tengan un sistema nervioso complejo…
“Y tres, no votes. No te dejes engañar por los bribones de la democracia, y recuerda siempre que no hay servidores públicos, sino aprovechadores públicos. Escoger al malo para evitar al peor es inmoral. No alcahuetees a ninguno de estos sinvergüenzas con tu voto. Que el que llegue, llegue respaldado por el viento y por el voto de su madre. Y si por la falta de tu voto, porque el día de las elecciones no saliste a votar, un tirano se apodera de tu país, ¡mátalo!”

La tierra de Rulfo
Al final, atemperado, agregó: “Me siento muy contento de estar hoy con ustedes en esta feria tan hermosa, que pronto se llenará de niños y de jóvenes, y de haber vuelto a Jalisco, la tierra de Rulfo, ¡donde los muertos hablan!” Y enseguida los asistentes le aplaudieron de pie durante largo rato.
Desde el presídium, Jorge Volpi había leído el acta en nombre del jurado, Juan Cruz hizo la semblanza de Vallejo, Consuelo Sáizar le entregó el premio y Raúl Padilla López, presidente de la FIL, inauguró la fiesta editorial, que cumple 25 años.
Padilla destacó la presencia del país invitado, Alemania, actor fundamental del libro en el mundo, e hizo un balance positivo de este cuarto de siglo, en el que la feria se ha convertido en la más importante de Iberoamérica. Por ejemplo, este año participarán unos 500 autores y la visitarán más de 600 mil lectores.

martes, 22 de noviembre de 2011

Ucrania, 1942




Robert Fisk

En 1942, en la Varsovia ocupada por los nazis, un funcionario postal polaco que operaba en la resistencia abrió una carta enviada por un soldado alemán a su familia. Dentro halló una fotografía que lo perturbó tanto que la envió al movimiento clandestino polaco; así llegó a las manos de un valiente muchacho de 16 años llamado Jerzy Tomaszewski, una de cuyas tareas era enviar evidencia de las atrocidades alemanas a Londres, para que los aliados pudiesen dar a conocer las crueldades cometidas por los nazis en Europa oriental.

Tomaszewski hizo un duplicado de la fotografía para Londres y se guardó el original. Todavía vive. Más de 60 años después, permitió que la fotógrafa documentalista y escritora Janina Struk viera esa evidencia preciosa y terrible… de la cual ella hizo una copia perfecta.
Dejaré que Struk describa la imagen en sus propias palabras, como aparecen en su aterrador nuevo libro Private Pictures, referente a las fotos privadas tomadas por soldados, desde la guerra de los bóers y la Primera Guerra Mundial hasta la invasión de Estados Unidos a Irak, después de 2003.

“En algún lugar cerca de la pequeña aldea de Ivangorod, en Ucrania, un soldado alemán apunta con su arma a una mujer que lleva un niño en brazos. Ella parece alejarse del soldado y envuelve al niño con su cuerpo. Su pie está en el aire, como si estuviese caminando, o tal vez el obturador captó el momento en que la bala dio en ella.
“En el lado izquierdo se ven las puntas de lo que parecen otras dos armas apuntando en su dirección, y a la derecha dos o tres personas agachadas junto a un objeto indistinguible. El cuerpo de otra persona yace a los pies del soldado. En el dorso de la foto, escrito a mano en alemán, se lee: ‘Ucrania 1942, Acción Judía en Ivangord’”.

La fotografía llegaría a ser una de las imágenes más impresionantes y convincentes del Holocausto nazi, aunque su historia está envuelta en esas controversias que cultivan quienes niegan aquel hecho histórico. En la mayoría de las publicaciones, la foto se editaría para mostrar solamente a la mujer y al soldado apuntándola con el rifle, para darle un aspecto artístico y a la vez destruir el contexto original.

En su libro, Struk se pregunta por qué los soldados toman fotografías de su propia crueldad. Hay incontables imágenes autenticadas de soldados alemanes que posan sonrientes junto a cautivos recién colgados, agolpándose en torno a fosas comunes para observar la ejecución de judíos, comisarios soviéticos, rehenes, hombres y mujeres. Pero esta semana he estudiado durante horas esa foto de Ivangorod en particular. Puedo imaginar la terrible y entusiasmada conversación. ¡Oye, Hans! Allá a la derecha están matando judíos. Trae tu cámara. ¡Mira cómo corre esa mujer! Clic. O sería el fotógrafo uno de los verdugos en su descanso? Tal vez nunca lo sabremos. Pero, desde luego, la tradición continúa. Observen los videos que los estadunidenses tomaron de las víctimas de sus asesinatos en Irak. Volveré sobre ese tema un día cercano.

Amplifiqué la fotografía de 1942 hasta la máxima resolución y la repasé con cuidado. Luego llamé a Struk. Sin duda, me dijo, la otra persona a los pies del soldado es también mujer. Parece llevar el cabello peinado de raya en medio; tiene los brazos caídos al suelo a su derecha y viste falda, en cuyo extremo se ve la pierna izquierda. Struk ya se había dado cuenta de ese detalle. Y luego, dije, sin duda había cuatro hombres en total, tres de gorra de tela y chaqueta, y el cuarto parece más grande porque tal vez llevaba abrigo. (Al lado derecho se ve un bolsillo hondo.)
No hay nada fantasmal en ese estudio. Mientras más detalles encuentra uno en esas imágenes, más se descubre y más real se vuelve el Holocausto. Puede ser –hay que observar la foto con atención– que el soldado en verdad haya disparado a los cuatro hombres y que uno de los otros dos rifles haya disparado a la mujer con el niño. Las sombras en el campo a la izquierda sugieren que podría haber más tiradores abriendo fuego en el momento. Pero lo que me impactó fue la naturaleza del terreno a la derecha de la fotografía.

Struk describe un objeto indistinguible. Parece una estaca. A la derecha veo tierra revuelta. ¿Acaso la estaca marcaba algo? Caven su propia tumba hasta aquí. ¿Sería ésa la orden que dieron los alemanes a sus víctimas? Pero luego descubrí lo que sin duda es una pala de metal, boca abajo, el mango detrás de la estaca. Es idéntica a otras palas en otras fotografías de ejecuciones que he visto. ¿Sería que los cuatro hombres cavaban sus tumbas?
Resulta increíble que, cuando la foto se usó en un libro publicado por el régimen comunista polaco instalado por los soviéticos tras la guerra, un periódico derechista de Alemania Occidental, Deutsche Soldaten Zeitung, encabezó “¡Achtung Fälschung!” (¡cuidado, falsificación!). El hombre que apunta con el rifle a la mujer y su niño no llevaba uniforme alemán ni usaba un rifle alemán, afirmaba el periódico. Un tal profesor Otto Croy acusó a los polacos de fabricar la foto con fines de propaganda.

Fue un alivio que más tarde surgiera un ex miembro del Einsatzgruppen de Hitler, el escuadrón de acción especial, que asesinó a un millón de judíos en Ucrania. El soldado de la foto lleva el uniforme de ese cuerpo, dijo, y el rifle que porta era el reglamentario en él. ¿Qué más prueba se necesitaba? Años después se montó en Dresde una exhibición de fotos de atrocidades alemanas en Europa oriental. Un anciano contempló largo tiempo las imágenes. Luego, rompió a llorar. 

Cuando lo sacaban de la sala, gritó: ¡Soy yo, soy yo!

© The Independent
Traducción: Jorge Anaya

martes, 15 de noviembre de 2011

El cielo y el infierno


Javier Sicilia

“la justicia de los hombres y la justicia de Dios se diferencian en que en la primera son los hombres la que la aplican a otros, mientras que en la de Dios es el hombre mismo el que se la aplica a sí mismo”.

El cielo y el infierno han poblado la imaginación de Occidente con toda suerte de metáforas y reflexiones. Desde los símiles de Jesús de Nazareth hasta El matrimonio del cielo y el infierno, de William Blake, pasando por los grandes sermones de los Padres de la Iglesia, la Comedia, de Dante, y las revelaciones de los místicos, esos dos mundos han estado poblados por toda suerte de visiones beatíficas y castigos aterradores. Un universo de retribuciones y condenaciones los ha acompañado siempre.

Los seres humanos, por lo general, solemos atribuir nuestras experiencias humanas de justicia a la justicia de Dios. Sin embargo, aunque las dos son equivalentes, en el sentido de darle a cada quien lo que le corresponde en relación con los actos de su vida, no son iguales. Lanza del Vasto, en su Comentario del Evangelio, decía, con la agudeza de los espirituales, que –cito de memoria– la justicia de los hombres y la justicia de Dios se diferencian en que en la primera son los hombres la que la aplican a otros, mientras que en la de Dios es el hombre mismo el que se la aplica a sí mismo. Se trata, en relación con la última, de un estado de conciencia y de libertad en el que a la luz de la verdad de nuestra vida, nosotros mismos decidimos estar en la luz o en las tinieblas, en el cielo o en el infierno, en la vida o en la muerte, en el amor o el odio. Se trata de un estado interno de gozo o de sufrimiento y no de una experiencia física de placer o de dolor; se trata de una experiencia de naturaleza carnal en la que el cielo es un salir de sí, una apertura, un acto, como todo acto de amor, de relacionalidad con otro o con otros; y el infierno, como todo odio, una experiencia de encierro interior, de egoísmo, en el que cualquier relacionalidad con otro o con otros queda amputada y sólo sobrevive la soledad de sentirse repetitivamente habitándose, consumiéndose de sí, en sus vertientes más mezquinas o más crueles. La idea de la privación de la libertad, del encierro carcelario o de los castigos simbólicos del Infierno, de Dante, siempre habitados por la asfixia del encierro, deben entenderse como una metáfora de lo que hablo. El abrazo de los cuerpos, la alegría de mirarse en el otro son dos símbolos del cielo, dos ejemplos de ese momento de coincidencia abierto a todas las resonancias. Hay, sin embargo, entre todas las miles de metáforas que la imaginería humana ha creado para hablar de esos estados, una que, desde mi entender, la revela con hermosa exactitud. Es una alegoría cuya tradición desconozco. 

Cuenta que un día un ángel se apareció a un hombre que había buscado el sentido último de la vida. “Te enseñaré –le dijo– qué es el infierno y qué es el cielo”,  y arrebatándolo lo llevó a una gran sala donde miles de seres humanos sentados a una mesa trataban infructuosamente de comer del tazón que tenían delante. La razón de su impotencia radicaba en los mangos extremadamente largos de sus cucharas. Sumidos en su frustración y en su soledad, no reparaban en la existencia de los otros. Luego, el ángel volvió a arrebatarlo y lo llevó al cielo. Era el mismo sitio, idéntico. La diferencia es que allí todos comían y estaban alegres: con esas mismas cucharas se daban de comer unos a otros. La longitud del mango se había vuelto el instrumento de una comunión. Una misma realidad, pero un diferente estado. Uno, encierro; el otro, apertura y don. No son realidades reservadas para mañana. El Juicio Final está en la elección que hacemos de nuestro presente. Al encerrarnos en nosotros mismos y negar al otro, o al salir de nosotros para ir al encuentro del otro, habitamos el infierno o el cielo. En el desprecio o en el amor está presente, por sus mismas intensidades, el sabor del futuro y de la muerte. Nuestro mañana está lleno de nuestro hoy, y todo presente puede ser el lugar en donde la existencia cambia. Dure un siglo o lo que dura un parpadeo, el momento en el que somos guarda la eternidad, la posibilidad de nuestro fin último. 

De allí esa hermosa máxima:  “Vive como si hoy mismo tuvieras que morir.”

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a todos los presos de la appo, hacerle juicio político a Ulises Ruiz, cambiar la estrategia de seguridad y resarcir a las víctimas de la guerra de Calderón.