miércoles, 11 de agosto de 2010

La verdad detrás de la propaganda israelí

Bloqueo a flotilla humanitaria
Robert Fisk*
Desde luego, me ha enfurecido el hecho de que hombres armados ataquen barcos en aguas internacionales, maten a pasajeros que intentaron resistirse y después esos mismos secuestradores obliguen a las embarcaciones capturadas a ir a sus puertos. Me refiero, por supuesto, a los piratas somalíes que asuelan a barcos occidentales en el océano Índico. ¿Cómo se atreven esos terroristas a tocar nuestras naves desarmadas en altamar? Qué bueno que nuestros buques de guerra permanecen en esa zona: para prevenir actos terroristas.
¡Ups! Al menos los israelíes no han exigido rescate. Sólo quieren que los periodistas les hagan propaganda de guerra. Apenas comenzada la semana, los comandos guerreros israelíes atacaron un barco turco con ayuda humanitaria para Gaza y mataron a tiros a nueve de sus pasajeros. Para el fin de semana, quienes protestaban se habían convertido en activistas armados por la paz, antisemitas violentos, quienesprofesan el pacifismo mientras rezuman odio y machacan a otro ser humano con un tubo de metal. Me gustó esta última parte. El hecho de que la persona que estaba siendo golpeada aparentemente disparaba contra otro ser humano con un rifle no es retomado en esta extraña versión de la realidad.
Las familias turcas de los pasajeros afirman que sus hijos son mártires, pues así llaman a quienes han muerto por disparos de los israelíes, y esto ha dado pie para que los israelíes confirmen que existe una guerra santa (jihad). “Desde ese barco de ayuda humanitaria, un srilanqués me envió un mensaje que decía: ‘tenía yo a bordo a mi sobrina, sobrino y su esposa. Desafortunadamente, Ahmed (el sobrino de 20 años) recibió un disparo en la pierna y ahora recibe tratamiento bajo custodia militar. Te mantendré informado’”. Y así fue. En cuestión de horas, la prensa estaba ya en casa de la familia srilanquesa radicada en Australia, y exigía saber si Ahmed era jihadista o un potencial atacante suicida. La propaganda funciona ¿ven?
No hemos visto una sola fotografía de los que protestaron porque los israelíes se robaron el cargamento de ayuda. Nadie nos ha dicho aún cómo fue que el barco turco, que transportaba a tan despiadados hombres, no fue capturado durante su largo viaje desde Turquía debido a su plan de ayudar a los terroristas, aun cuando la nave mantuvo comunicación con diversos puertos. Sin embargo, el profesor Gil Troy, de la Universidad McGill de Montreal, quien escribe en el rabioso diario Canadian National Post, tuvo la oportunidad de escupir bilis contra los pacifistas armados el pasado jueves.
Personalmente, no me sorprendieron los asesinatos a bordo del barco turco. En Líbano tuve oportunidad de ver a esa turba de ejército al que llaman de eliteactuar sin disciplina alguna y disparar a civiles. Los vi observar la matanza de palestinos en Sabra y Chatila la mañana de un 18 de septiembre (un día después de la carnicería) a manos de sus violentos aliados de la milicia libanesa. Presencié la masacre de Qana, ejecutada por tiradores israelíes en 1996, y escuché a uno de los soldados llamar a los 106 civiles muertos, muchos de ellos niños,arabushimi, que es un término despectivo contra los árabes que fue publicado tal cual por la prensa israelí.
Entonces, el gobierno del premio Nobel de la Paz, Shimon Peres, afirmó, de manera totalmente falsa, que había terroristas entre los civiles muertos, pero ¿a quién le importó? Después ocurrió la segunda matanza de Qana en 2006, y luego en 2008 y 2009 fueron asesinados mil 300 palestinos, en su mayoría niños, y así sucesivamente...
Bueno, después se difundió el reporte Goldstone, encargado por el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, que concluyó que las tropas israelíes, (al igual que Hamas) cometió crímenes de guerra en Gaza, pero el documento fue tachado de antisemita, y su autor, el respetado jurista judío Richard Goldstone, de Sudáfrica, fue calumniado y llamado hombre perverso por el siempre vociferante Al Dershowitz, de Harvard. El documento, además, fue tildado de controversial por la valiente administración de Obama.Controversial, por cierto, significa básicamente: Vete a la mierda. Existen dudas al respecto, verán; es un asunto traicionero.
Volvamos a nuestra cronología. Después tuvimos el asesinato por parte del Mossad de un funcionario de Hamas en Dubai, en el que estuvieron involucrados al menos 19 pasaportes falsificados, británicos y de otras nacionalidades. ¿La respuesta que dio nuestro patético ministro del Exterior del anterior gobierno, David Miliband? Lo llamó incidente, pero no tocó el tema del asesinato de un fulano en Dubai, dénse cuenta. Sólo se trató de la duplicación de pasaportes británicos, un tema sumamente controversial y bueno, ahora tuvimos el asesinato de nueve pasajeros en el mar, a manos de los nuevos héroes israelíes.
Lo sorprendente de esto es cuántos periodistas occidentales, incluida la pusilánime cobertura de la BBC sobre los barcos de ayuda a Gaza, están escribiendo como periodistas israelíes, mientras éstos escriben sobre los asesinatos con el valor que los comunicadores occidentales deberían demostrar.
En cuanto al ejército israelí, hablemos del devastador reporte que Amos Harelis escribió para Haaretz, en el que analiza la conformación de las filas militares. En el pasado, muchos de los soldados venían de la tradición de izquierda de los kibutz, de Tel Aviv y sus alrededores o de la planicie costeña de Sharon. En 1990, sólo 2 por ciento de los cadetes eran judíos ortodoxos. Hoy los religiosos conforman 30 por ciento de los soldados. Seis de cada siete tenientes coroneles en la brigada Golani son religiosos. Más de 50 por ciento de los comandantes en los batallones de infantería son nacional religiosos.
No hay nada de malo en ser religioso. Aunque Harelis no enfatice este punto, muchos ortodoxos apoyan la colonización de Cisjordania, y por lo tanto, se oponen a un Estado palestino.
Son los colonizadores ortodoxos israelíes quienes más odian a los palestinos e insisten en borrar cualquier oportunidad que exista para la formación del Estado palestino, de la misma forma en que funcionarios de Hamas quisieran borrar del planeta a Israel.
Irónicamente, fueron los superiores del viejo ejército israelí quienes alentaron a los terroristas de Hamas a construir mezquitas en Gaza para que existiera un contrapeso para elterrorista Yasser Arafat cuando estaba en Beirut. Yo fui testigo de una de las reuniones que se celebraron con ese fin.
Pero será la misma historia del pasado y seguirá así hasta que el mundo despierte. Nunca conocí un ejército tan democrático como el de Israel, afirmó el infortunado filósofo francés Bernard-Henri Levy horas antes de la matanza de Sabra y Chatila.
Sí, el ejército israelí no es el segundón de nadie; es sobresaliente, humanitario y heroico. Nada más no se lo digan a los piratas somalíes.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca

El plátano, parábola de nuestro tiempo

Las prácticas depredadoras de corporaciones bananeras llevan al fruto hacia su extinción

Johann Hari*



Debajo de los encabezados que hablan de carestía de alimentos y gobiernos tambaleantes, existe un hecho casi inadvertido: los plátanos mueren. Este alimento, más consumido incluso que el arroz o las papas, tiene su propia forma de cáncer. Se trata de un hongo conocido como enfermedad de Panamá, que da a la fruta un color rojo ladrillo y la vuelve incomible.
No hay cura. Todos los frutos perecen conforme se propaga, lo cual ocurre de prisa. Pronto –entre 10 y 30 años– la fruta amarilla y cremosa que conocemos no será más.
La historia del ascenso y caída de este alimento puede verse como una extraña parábola sobre las corporaciones que cada vez dominan más al mundo y adónde nos están llevando.
El plátano parece un espléndido producto de la naturaleza, pero eso es una dulce ilusión. En su forma actual, su creación fue bastante deliberada. Hasta hace 150 años existía gran variedad de plátanos en las selvas del mundo, los cuales se consumían siempre en las zonas cercanas. Algunos eran dulces; otros, amargos. Los había verdes, morados o amarillos.
Un consorcio llamado United Fruit sacó de la selva un tipo en particular –conocido como Gros Michael– y decidió producirlo en masa en enormes plantaciones, y distribuirlo por el mundo en barcos frigoríficos. El plátano se estandarizó en un modelo amigable: amarillo, cremoso y cómodo de llevar en la lonchera.
Hubo allí una chispa de genio empresarial, pero United Fruit ideó un cruel modelo de negocio para llevarlo a cabo. Como explica el escritor Dan Koeppel en su brillante historia Banana: the fate of the fruit that changed the world (Plátano: el destino de la fruta que cambió al mundo) funcionó así: encuentra un país débil. Asegúrate de que el gobierno sirva a tus intereses. Si no lo hace, derrócalo y remplázalo por uno que sí. Quema sus selvas y construye plantaciones de plátano. Haz que los nativos dependan de ti. Aplasta cualquier brote de sindicalismo. Y luego, ¡lástima!, hay que ver morir los plantíos de plátano por una enfermedad que se disgrega por el mundo. Si eso ocurre, arrójales toneladas de químicos, a ver si sirve de algo. Si no, pásate al país de al lado y vuelve a comenzar.
Parece una exageración hasta que uno estudia lo que pasó. En 1911 el magnate platanero Samuel Zemuray decidió convertir a Honduras en su plantación privada. Reunió algunos gángsteres internacionales, como Guy Ametralladora Maloney; montó un ejército privado e invadió la nación, instalando a un amigo de presidente.
El término “república bananera” se inventó para describir las dictaduras serviles que se crearon para favorecer a las empresas del plátano. A principios de la década de 1950, el pueblo guatemalteco eligió a un profesor de ciencia llamado Jacobo Arbenz, porque prometió redistribuir parte de los fincas bananeras entre los millones de campesinos sin tierra.
El presidente estadunidense Eisenhower y la CIA (encabezada por un ex empleado de United Fruit) giraron instrucciones de matar a esos “comunistas”, haciendo notar que “martillo, hacha, pinzas, desarmador, atizador de fuego o cuchillo de cocina” eran buenos métodos para ese fin. Luego la tiranía con la que los remplazaron asesinó a más de 200 mil personas.
Pero, ¿en qué forma se relaciona esto con la enfermedad que hoy diezma los platanares del mundo? Las pruebas indican que, aun cuando vendan algo tan inocuo como los plátanos, las corporaciones se estructuran para hacer una sola cosa: maximizar las ganancias de sus accionistas. Si no hay normas que las contengan, harán lo que sea por maximizar las ganancias a corto plazo, lo cual conducirá a conductas como destruir el medio ambiente que explotan.
No mucho después que la enfermedad de Panamá comenzó a matar plátanos, a principios del siglo XX, científicos de United Fruit advirtieron al consorcio que cometía dos errores. Uno era construir un gigantesco monocultivo: si todos los plátanos eran de la misma especie, una enfermedad que entrara en la cadena en cualquier lugar del planeta se propagaría con rapidez. ¿La solución? Diversificar las variedades que se producían.
Las normas de cuarentena de la empresa también eran una calamidad. Hasta las personas encargadas de prevenir la infección entraban en plantíos sanos con suelo infectado adherido a sus botas. Pero las soluciones a los dos problemas costaban dinero, y United Fruit no quería pagar. Optó por maximizar ganancias hoy, suponiendo que podría abandonar el negocio del plátano si las cosas salían mal.
Así pues, para la década de 1960 el Gros Michel, que United Fruit había empacado como el único plátano auténtico, estaba muerto. La compañía buscó un remplazo inmune al hongo y al fin dio con el Cavendish**. Era más pequeño, menos cremoso y muy fácil de magullar, pero no había de otra.
Pero, como en una secuela de película de horror, el asesino volvió. En la década de 1980, el Cavendish enfermó también. Ahora está muriendo; su inmunidad era un mito. En muchas partes de África la cosecha ha caído 60 por ciento. Existe consenso entre los científicos de que el hongo acabará infectando todos los plátanos de esa variedad en el mundo. Tal vez habría alguna especie que pueda adaptarse como Plátano 3.0, pero son tan diferentes que parecen una fruta del todo diferente y mucho menos apetitosa. El contendiente más probable es el Goldfinger, que es más rígido y agrio: se le conoce como “la banana ácida”.
Gracias a la mala conducta corporativa y a los límites físicos, parece que estamos en un callejón sin salida. La única esperanza parecería ser un plátano genéticamente modificado para resistir la enfermedad de Panamá. Pero es una posibilidad remota, y encontraría mucha resistencia: ¿a quién le gustaría un banana split hecho con un plátano que contuviera genes de pescado?
¿Hay una parábola de nuestro tiempo en este licuado de plátano, sangre y hongos? Durante cien años, un puñado de corporaciones recibieron una fruta espléndida y se les permitió hacer lo que quisieran con ella. ¿Qué ocurrió? Para exprimirle hasta la última gota de ganancia, destruyeron democracias, quemaron selvas y acabaron matando la fruta misma.
Pero, ¿acaso hemos aprendido? Por todo el mundo, políticos como George Bush y David Cameron nos dicen que regular las corporaciones es “una amenaza” que hay que “combatir”; incluso sostienen que debemos dejar en sus manos el clima del mundo. Para mí, sería una locura.***
* Periodista galardonado, colaborador de The Independent y una veintena de periódicos y revistas de GB, EU, Francia, Canadá y otros países. Amnistía Internacional lo nombró Periodista del Año 2007 por sus reportajes sobre el Congo.
** Conocido en México como tabasco.
*** Juego de palabras intraducible con la expresión “that’s bananas.” (N. del T.)
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya